Cataluña

Horarios comerciales de día, horarios comerciales de noche

  • Por Josep-Francesc Valls

Aquí no se trata de afirmar que los horarios comerciales de Madrid son mejores que los de Barcelona o viceversa. El horario de apertura y cierre de las tiendas debe responder, en primer lugar, a las demandas y aspiraciones de los clientes de cada destino.

Y cuando nos referimos a destinos, pensamos en ciudades, barrios, calles. Estos destinos se configuran a base de compradores locales y de turistas. Son ambos los que deciden cuándo comprar, qué productos, qué precios. En segundo lugar, a los comerciantes. A ellos les corresponde seleccionar una clientela a la que satisfacer y por tanto adaptarse a sus demandas, a sus aspiraciones y entre ellas a las horas que más les convenga. Y en tercer lugar, a las autoridades locales, autonómicas y estatales que son las que, a tenor de los dos impulsos anteriores, deben establecer el marco general de actuación, la regulación, el control y el soporte facilitando en todo momento la tarea de los comerciantes y de los consumidores.

¿Qué ocurre en la realidad? Pues que en Madrid, las autoridades autonómicas, a tenor de su ideología, decidieron en su momento, y lo mantienen, que las tiendas se abrían sí o sí en horarios casi como los de internet. Con un cierto consenso de la gran distribución ?que no toda- se encomendaron al tópico de que los horarios más dilatados generaban más caja, creaban más puestos de trabajo y satisfacían mejor a los clientes que las 70 ó 75 horas semanales.

Lo primero no se ha podido demostrar, puesto que los clientes son los mismos y se reparten, pero no compran más. Lo segundo, tampoco, pues no ha crecido el número de puestos de trabajo del sector mucho más en Madrid que en Barcelona. Al contrario, se cierran tiendas y con ellas dejan de trabajar las familias que las regentaban, absolutamente resilientes en momentos de crisis y habitualmente comprometidas con el barrio, mientras se crean nuevos puestos de trabajo de baja calidad y alta volatilidad, desarraigados con la zona. Y lo tercero, tampoco está claro que los clientes se sientan mejor atendidos: cada clientela necesita un horario, no todas las horas para comprar.

¿Qué ocurrió en Barcelona? El modelo comercial catalán ha avanzado durante las últimas dos décadas en comandita entre los comerciantes y las administraciones autonómica y municipal. Éstas han escuchado a los comerciantes, han consensuado con la gran distribución y los pequeños un modelo restrictivo de horarios comerciales. Es verdad que los grandes de la distribución hubieran deseado en algunos momentos en Cataluña horarios más laxos, pero han apoyado este modelo. Y no se sienten incómodos.

Se trata de dos visiones distintas: imponer una ideología y obligar a su cumplimiento o consensuar un modelo a partir de las demandas de la ciudadanía y de los comerciantes.

Internet

En la era internet, daría la impresión de que hablar de horarios resulta obsoleto. En la red se trabaja 7días x 24hx 52semanas, es decir 365 días día y noche. No sólo es una ventana abierta en todo momento a la que puedes consultar. Es que, además, se puede comprar y recibir en unas pocas horas el pedido en casa. Esta realidad incontestable y creciente obliga a replantear el rol del comercio presencial. El e-commerce no va a acabar ni mucho menos con las tiendas presenciales. Ni en los países fríos ni mucho menos en los cálidos. Al contrario, los negocios digitales buscan soportes de presencialidad para completar su red. Y los presenciales deben incorporarse masivamente a la red para hacer lo propio. La complementariedad de ambos crece a medida que compiten más. La multicanalidad es una solución.

Por eso, los comercios a pie de calle están replanteándose su modelo de negocio y dentro de él, los horarios de apertura. En el barrio de Candem en Londres han sido los ambulantes que abren unas cuantas mañanas a la semana los que lideran las aperturas paralelas de los comercios de la zona durante esas horas. En una población de costa española en período estival es evidente que los turistas que predominan salen a pasear por la tarde noche y a esas horas comprarán más que a las 9 de la mañana. Una calle comercial de una gran ciudad tendrá más clientes entre las 11 y las 18 h, que antes o después. Si el ferry o un crucero llegan a una isla griega a las 19 h., verás cómo los ambulantes despliegan sus paradas y los comercios y los restaurantes se aprestan a recibirlos.

¿Qué queremos decir? Pues que: primero son los clientes; después, los comerciantes; y habiendo escuchado a todos, las administraciones deben colaborar, legislar y hacer cumplir las normas.

Gran distribución y pequeños comerciantes

No existe tanta diferencia de interpretación de esta cuestión de los horarios comerciales entre la gran distribución y los pequeños comerciantes. Estos últimos ubicados en los centros históricos y de los barrios forman parte de la vida de la ciudad. Diríamos que sin ellos falta un elemento activo de la oferta. Cuando en Francia, en los sesenta, empezaron a desarmar los centros históricos de sus comercios para crear los cinturones comerciales de las grandes superficies se dieron cuenta muy pronto que, paralelamente a ello, se producía la desertización del corazón de las ciudades, con la devaluación consiguiente de sus monumentos, de la representación y de la marca. Las grandes superficies, por su parte, son conscientes de que la oferta comercial ha de ser variada y en la variedad se encuentra el éxito. Podrían aplastar a los pequeños, pero sería su mayor amenaza. Venderían un poco más, pero no serían capaces de satisfacer a los clientes locales y a los turistas. Saben que deben ir de la mano con los pequeños comerciantes y Cataluña es un buen banco de pruebas en el que aprender. En este estado de cosas, hay que llegar a un punto medio. A un consenso. ¿Cuántos días de apertura, qué días al año, cómo combinar de manera que el cliente esté satisfecho en cada calle, en cada barrio, en cada ciudad? El problema que ocurre en Cataluña es que el Tribunal Constitucional tumba día sí día también la normativa que, contemplada desde el punto de vista europeo, resulta bastante racional.

Josep-Francesc Valls es Catedrático ESADE Business School

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