
No importa la postura, tendencia o posición que se tenga sobre la situación catalana y la disputa jurídica sobre la legalidad de una declaración de independencia.
Es imprescindible tender puentes de dialogo. La razón es muy simple: a nadie favorece la situación actual de dar la espalda a la realidad. Y la economía española y catalana se resienten de ello.
Mientras se sigue trasladando el problema a los Tribunales, los estados van marcando sus directrices. Así, el pasado martes 15 de marzo, un grupo de expertos norteamericanos *, han comparecido ante el Comité de Asuntos Exteriores ?Subcomité para Europa, Eurasia y Amenazas Emergentes- del Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica, para recomendar un cambio geo-estratégico en la política de su país con respecto a los procesos democráticos de secesión, con especial referencia al caso catalán.
En síntesis, dicho cambio consiste en pasar de la actual postura de defensa de la estabilidad y del status-quo de las fronteras existentes, a la defensa de la soberanía ganada en las urnas. Para ello, proponen una mayor flexibilidad en la gestión de los movimientos de autodeterminación nacionales a fin de potenciar la estabilidad política, social y económica, reduciendo la violencia que puede generar la frustración de los anhelos democráticamente expresados por la mayoría de un ente sub-estatal.
Es decir: urnas y diálogo.
En Cataluña no existe un problema de convivencia. El problema es de encaje dentro del estado español.
Las elecciones ?catalanas y españolas- han brindado una gran oportunidad para ello puesto que los dos artífices principales del actual inmovilismo (Mas y Rajoy), parecen abocados a desaparecer del escenario. El primero en su nueva situación en los cuarteles de invierno de su partido y, el segundo, a un paso de su defenestración. Así, queda abierto el escenario para que hagan su entrada nuevos personajes que inicien un dialogo que pueda conducirnos a una estabilidad más que necesaria.
Es imprescindible dialogar tanto si se quiere recuperar la vía constitucionalista ?lo que implicará hacer cambios estructurales, legales, constitucionales y de todo tipo-, como si triunfa la vía de la independencia catalana - para que la separación sea lo menos traumática y amistosa posible, evitando que ambas naciones sufran un auténtico descalabro económico y afectivo-.
Pero, por encima de todo, hay que votar para consultar la opinión de los ciudadanos de Cataluña. Entre otras razones, porqué si estos deciden que quieren seguir perteneciendo al estado Español, ya no cabe seguir explorando la vía independentista. Y no puede oponerse a la celebración de un referéndum una supuesta inconstitucionalidad del mismo: la propia Constitución establece que los tratados internacionales suscritos y ratificados por España forman parte del ordenamiento jurídico español -tal y como determina su artículo 96 - y estos no ofrecen dudas sobre el derecho de autodeterminación de los pueblos, reconocido en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, aplicables no solo a los estados colonizados.
Demos paso, pues, a la política del diálogo y pongamos fin a la provisionalidad sin perder de vista que, tarde o temprano, el único horizonte de gobierno será Europa con disolución de los Estados tradicionales y aparición de las regiones transnacionales como únicos integrantes.
*Paul R. Williams, Jason Soren e Ivan Vejvoda.