Hace poco menos de un año, la Generalitat anunció que el 9 de noviembre se celebraría un referéndum en Cataluña como panacea a las masivas manifestaciones que reclamaban un cambio de estatus.
Parecía que el día no llegaría nunca, incluso abrumaba el enorme abismo tras el Día D, pues no se hablaba ni existía nada más allá de la consulta. Lo cierto es que Cataluña amaneció como cualquier domingo normal con el cielo grisáceo y leves lloviznas que no amedrentaron el espíritu participativo de los ciudadanos catalanes. Aunque las calles despertaron desérticas, en los aledaños de los colegios electorales se formaron colas a primera hora de la mañana, donde decenas y decenas de ciudadanos esperaron para poder ejercer su derecho a voto en el sucedáneo propuesto por Mas tras la impugnación de la consulta.
Más de dos millones de personas depositaron su papeleta en las urnas, según la Generalitat de Cataluña, en lo que supone un éxito de participación en una consulta popular sin ningún tipo de efecto legal. Desde los principales líderes políticos, pasando por el panadero de la esquina hasta el entrenador del Bayern de Munich, Pep Guardiola, que vino expresamente desde la capital bávara para votar. Tampoco se quiso perder la cita el ex president Jordi Pujol, que aseguró sentirse "muy contento" pese a ser increpado por los votantes.
Si bien es cierto que todo transcurrió con total normalidad, el día tuvo connotaciones más propias de una manifestación que no de una jornada electoral. Claros y oscuros que restan credibilidad a una consulta asumida a medias tintas por el Govern de la Generalitat, que dejó todo el plan de acción para los voluntarios reclutados por la campaña independentista Ara és l'Hora (ahora es el momento en catalán), promovida por la ANC y Òmnium Cultural.
Claros y oscuros
Los claros son sin ningún tipo de duda la gran movilización por parte de la sociedad catalana por el derecho de autodeterminación y la independencia en una votación más significativa que no pragmática, además del ambiente festivo de la misma. Los oscuros son circunstancias como que uno de los hombres clave de la política catalana, Oriol Junqueras, presidiese una mesa en su pueblo de Sant Vicenç dels Horts, con la importante resta de neutralidad que esto implica, y más tratándose de un ensayo de votación que servirá como aval para la convocatoria de unas elecciones plebiscitarias. Tampoco tranquilizó que el recuento de papeletas lo realizaran voluntarios sin interventores controlando. Otro de los puntos negativos fue la detención de cinco encapuchados en Girona que entraron en un colegio gritando consignas a favor de España mientras intentaban romper a patadas las urnas.
En el exterior de los colegios electorales también se recogieron firmas a favor de un manifiesto por el derecho a la autodeterminación de Cataluña dirigido a la ONU y a las distintas instituciones europeas. La obsesión por el 9-N llegó en la localidad vallesana de Sant Llorenç Savall hasta a aceptar votos de niños de 10 a 16 años en una urna infantil, según el parlamentario de ERC Marc Sanglas. Allí también ganó el sí, aunque no se contabilizaron seis votos, quizás, porqué no sabían realmente lo que votaban.