Cataluña

Las 'Cuentas de Oliver'

Josep González, Presidente de la patronal PIMEC

La pasada semana se anunciaban los resultados de la auditoria de Oliver Wyman al sistema bancario español, una de las medidas anunciadas unos meses atrás por el gobierno para calmar los ánimos de los mercados financieros.

Este histórico y loable ejercicio de revisión de cuentas de 14 entidades financieras por parte de 400 auditores ha arrojado ciertas dudas sobre las pymes como fuente de riesgo financiero para el país. El informe final apunta a este colectivo como el segundo posible foco de pérdida para el sector financiero, por detrás de los promotores inmobiliarios. Informaciones de este tipo no ayudan al bajo estado de ánimo de los empresarios de las pymes, que siguen adelante con sus proyectos a pesar de la falta de crédito, la caída de las ventas, el aumento de la morosidad y la alta presión fiscal.

La auditoria manifiesta unas pérdidas potenciales de 25.000 millones ? derivadas de los préstamos a las pymes españolas, que se elevan hasta 39.000 millones en un escenario económico bautizado como "adverso", pero con tintes más bien "catastróficos". Aunque las posibles pérdidas de los promotores inmobiliarios, 65.000 y 97.000 millones por cada escenario, más que duplican las de las pymes, la imagen de nuestro amplio tejido empresarial ha quedado algo maltrecha. Sin embargo, un análisis más exhaustivo de los datos nos permite relativizar, o mejor cuestionar, estas conclusiones.

En primer lugar, como todas las auditorias, el ejercicio de Oliver Wyman se ha basado en un muestreo de unas 16.0000 operaciones de préstamo bancario. Sin embargo, su desglose es algo sorprendente cuando vemos que apenas se han incluido 2.500 pymes frente a 8.000 grandes empresas. Vale la pena recordar que en España se cuentan unos 2,8 millones de pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas con préstamos bancarios. De hecho, la propia auditora reconoce que la base de datos del Banco de España incluye 36 millones de préstamos.

En segundo lugar, el cálculo de los riesgos y posibles pérdidas para el sistema financiero evalúa la solvencia de los prestatarios a partir de sus garantías y patrimonio. En este caso, es evidente que no tiene el mismo valor la Torre Espacio de Madrid que un nave industrial en Coslada. Seguramente, las seis prestigiosas agencias inmobiliarias que han participado en las valoraciones incluso carecen de criterios sólidos para valorar ciertos activos empresariales.

El foco en las garantías y el "colateral" de este tipo de auditorias ensombrece el fundamento de cualquier negocio, cual es su capacidad de generar ingresos futuros y crear valor para sus propietarios, empleados, acreedores y el conjunto de la sociedad. Esto es especialmente cierto en el caso de las pymes y los autónomos, quienes arriesgan tiempo, dinero, reputación y patrimonio personal a cambio de unas expectativas futuras. Difícilmente puede la crudeza de los números reflejar esta apuesta, no sólo importante para la solidez de nuestro sistema financiero sino para el conjunto de nuestro país. No en vano las pymes representan el 99 por ciento de las empresas y el 70 por ciento del empleo en España.

La lógica preocupación de nuestros acreedores extranjeros radica en la solvencia de los prestatarios españoles pues de ellos depende la estabilidad del sistema financiero. Habida cuenta de que las pérdidas bancarias acaban en muchos casos en el balance del estado, asumidas por todos los contribuyentes, como ha ocurrido con Bankia, es evidente que la salud financiera es también la salud del país. Aunque muchas pymes soñarían con un "rescate" en caso de no poder atender sus compromisos bancarios, la realidad es muy distinta y los pequeños empresarios terminan por cerrar sus negocios y perder su patrimonio.

Los riegos potenciales para el sistema financiero español son sin duda elevados si las pymes dejan de pagar los préstamos contraídos, como muestra Oliver Wyman, pero también es enorme la pérdida para el conjunto de la economía si nuestras pymes dejan de trabajar y crear riqueza. El futuro del país no se juega sólo en los despachos de los auditores y los bancos, sino sobre todo en las oficinas, fábricas, furgonetas y talleres de nuestras miles de pymes y autónomos.

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