
Unidos por el descontento, por la rabia, por la indignación. El sentimiento de hartazgo es el único y potente ingrediente que aglutina a miles de ciudadanos de las más dispares ideologías, procedencias y edades. Están cansados de la clase política, de los poderes financieros, de los sindicatos; una queja abstracta, hacia poderes e injusticias sin rostro que, sin embargo, está consiguiendo movilizar a más descontentos día tras día. La primera noche de protestas había unas 40 personas en Plaza Cataluña. Ayer, la cacerolada y la posterior asamblea reunieron a unas 5.000.
Primero, a partir de las ocho de la tarde, 5.000 personas haciendo oír sus quejas, golpeando cacerolas, tapas y latas, y bailando al ritmo de las batucadas. Una hora de cacerolada. Después, 5.000 personas sentadas en silencio, en círculos concéntricos alrededor de una pequeña furgoneta con unos cuantos altavoces y llenando toda plaza Cataluña; el sonido a duras penas llega a los situados en la parte de la plaza más cercana a las ramblas, pero nadie interrumpe. Una hora y media de asamblea participativa, todos los asistentes con derecho a voto y a voz.
Uno tras otro, toman la palabra miembros de las distintas comisiones en las que se han organizado los manifestantes: Cocina, Comunicaciones, Acción, Sanidad, Economía, Infraestructuras... Llega el turno de la comisión de Contenidos, todos expectantes: ¿Nos habremos puesto de acuerdo en los motivos concretos por los que estamos aquí? El portavoz de la comisión explica que está siendo "muy difícil" dotar la reivindicación de contenidos (objetivos, principios, ideales) consensuados entre todos, ya que el grupo es extremadamente heterogéneo y cada vez más numeroso.
En Sol han conseguido ponerse de acuerdo en tres principios concretos, todo un logro. Aquí, de momento, han asentado algunas ideas: han venido libre y voluntariamente, nadie les representa, nadie puede hablar en su nombre, son un movimiento pacífico y defienden que "la vida está por encima de los intereses políticos y económicos". Los asambleístas alzan sus manos en señal de apoyo a estas primeras pinceladas del manifiesto común, pero el consenso se rompe cuando hay que decidir si se oponen al "sistema económico actual" o al "sistema capitalista". Se inicia una ronda de intervenciones y después se repite la votación, pero no se llega a ningún acuerdo. "En vista de la falta de consenso lo debatiremos mañana en la comisión", dicen, y sigue el orden del día.
Se va haciendo tarde, y algunos manifestantes abandonan poco a poco la plaza, que aún está considerablemente llena. Los jóvenes son mayoría ya por la noche; quien más quien menos se levanta a saludar a algún amigo, cotillea Facebook o Twitter desde su smartphone, se hace con una cerveza o pega una pequeña cabezada. Una hora y media es mucho rato para mantener la concentración. Pero nadie grita, nadie interrumpe: la mayoría escuchan y votan. Un exaltado, un poco bebido, intenta interrumpir la asamblea. No acaba en bronca, ni en pelea. Acaba yéndose, sin más. Parece que el pacifismo no es de boquilla. Sobre la una de la madrugada salta la noticia: la concentración del sábado ha sido declarada ilegal por la junta electoral. Deciden que mantendrán las movilizaciones: "no nos moverán".
Acaban las intervenciones de las comisiones y la multitud da por terminada la asamblea, aunque aún quedan por delante 45 minutos de debate abierto. Mucha gente desfila ya hacia sus casas, aunque también se puede ver a otros llegando cargados con colchonetas y sacos de dormir. Entre esterillas y cartones, los que van a pernoctar, unos 700, y algunos de los que aún van a quedarse un rato más, se pasean recogiendo latas y barriendo el suelo. En veinte minutos la plaza está impoluta.
Entre conversaciones más mundanas, siguen los debates sobre lo que hay que hacer, sobre cuál es la lucha, sobre qué es lo que les une a todos. "Me da igual, que la peña venga por lo que sea, pero que venga", le grita a su teléfono un joven encamisado y con zapatos de vestir. A pocos metros, una mujer de unos 60 años ya está dormida dentro de su saco de dormir.