
Ríos de tinta, infinidad de propuestas, comentarios y análisis se están volcando por todas partes y a todas horas tras la sentencia del Tribunal Supremo sobre el 1-O. Ante esta vorágine de pensamiento y palabra, es difícil meditar con cierta calma, pero se me ocurren algunas ideas que desearía compartir.
La primera, que Pedro Sánchez se juega la presidencia del gobierno. Lo tiene complicado. Si actúa con diplomacia concede votos a Vox y al PP. Si es duro con Cataluña aviva el independentismo y da la razón a su contrincante Rajoy, actuando del mismo modo y evidenciando que el Gobierno Central carece de habilidad política.
La segunda, que en Cataluña tenemos un president que jamás se ha creído que lo era. Actúa como secretario de Puigdemont y enfurece con su incomprensible actitud a propios y extraños.
La tercera, que si dejas a las masas fuera de control puede ocurrir cualquier barbaridad. En Europa y en España está repleto de jóvenes y no tan jóvenes dispuestos a divertirse enfrentándose a las fuerzas del orden. Son amantes del riesgo y la anarquía y disfrutan provocando desorden y ruina. A estos se les unen siempre los amantes de lo ajeno, quienes son los que obtienen beneficio material de las algaradas a través del pillaje.
La cuarta, que la política y los partidos políticos aparecieron para civilizar a nuestros antepasados y sustituir las guerras por la dialéctica y el pacto. El problema surge cuando no existen personas con la capacidad suficiente para ejercitar estas habilidades políticas y alcanzar los pactos que permitan a las sociedades evitar la fuerza y alcanzar un acuerdo que perdure durante una prolongada etapa.
La quinta, que es perjudicial que en un colectivo prime el sentimiento sobre la razón. Si nos dejamos llevar solamente por el sentimiento nos dirigimos directamente al abismo. El sentimiento es saludable como impulsor o acicate, pero debe aparecer la razón que frene el sentimiento y lo canalice posibilitando acuerdos plausibles.
Creo que deberemos esperar a los nuevos gobiernos que surjan de las elecciones de noviembre y de las que se convoquen en Cataluña para intentar dialogar. Hoy es imposible porque los políticos actuales y sus gobiernos son débiles y mediatizados por el corto plazo y su propia debilidad. Serán necesarios gobiernos de coalición fuertes y que representen a una gran mayoría de ciudadanos para suscribir acuerdos estables y duraderos.