Castilla y León

No más indultos a los políticos del despilfarro

El sueño de una noche de verano de la que fue la todopoderosa vicepresidenta y consejera de Medio Ambiente de Castilla y León, María Jesús Ruiz, ha terminado por convertirse en una pesadilla para el Gobierno regional y en un auténtico roto para las arcas autonómicas.

La ahora senadora diseñó en pleno auge económico otro megalómano proyecto al estilo de la Ciudad de la Cultura de Galicia: varias cúpulas temáticas a lo largo del río Duero. Sólo tuvo tiempo para comenzar por Soria, su tierra, donde pretendía acompañar el monumento con la denominada Ciudad del Medio Ambiente, llamada a ser ejemplo de sostenibilidad y utilización de las energías sostenibles.

Varios años después y tras una inversión de 50 millones de euros gastados en una cúpula que está a medio construir por la falta de fondos en medio de un solitario paraje, el Tribunal Constitucional ha tumbado la ley con la que Ruiz pretendía blindar el famoso proyecto, del que todo el mundo desconfío desde el primer momento.

El varapalo jurídico, uno más de los que se han cosechado por la perversa moda de utilizar los recovecos legales para evitar el control de los ciudadanos, y la mala administración de los dineros públicos, no parecen inquietar a la ahora senadora, pertrechada en su cómodo y bien remunerado puesto y protegida por la costumbre de los partidos de exigir responsabilidades a los contrincantes pero nunca a los compañeros de filas.

Ruiz ha puesto su cargo a disposición de las Cortes, por la que obtuvo su condición de senadora autonómica. Es decir, utiliza una estratagema para eludir su obligación política y moral de dimitir de su cargo de forma inmediata.

Comienzan a ser demasiados los casos en los que los errores de los políticos pasan sin mayor sanción que cuatro días de titulares en la prensa. Herrera o Rajoy no deberían permitir que vuelva a repetirse otra vez la situación y están obligados a forzar la renuncia de una política que ni siquiera ha demostrado la honradez de asumir los propios errores.

RAFAEL DANIEL

Delegado de elEconomista en Castilla y León

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