
Como los antiguos discos de vinilo, la corrupción también tiene su cara B. Para que unos cobren, otros tienen que pagar. Es el reverso de una plaga que ha campado a sus anchas por España y a la que no hemos querido prestar atención o lo hemos hecho con ojos benevolentes. A los que eran unos chorizos los convertíamos en simples pícaros a imagen y semejanza del Lazarillo de Tormes al grito de España is diferent. Las penurias que nos ha traído la crisis económica han convertido la condescendencia en una ira creciente y ahora todo el mundo parece de acuerdo en que hay que poner remedio. Nunca es tarde si la dicha es buena.
En un país en el que hasta para respirar necesitas la correspondiente autorización administrativa, era de cajón que la corrupción se hiciese fuerte. La futura ley de unidad de mercado puede ser una buena receta para acabar con el favor permanente al que los empresarios y emprendedores se ven obligados a corresponder cada vez que quieren lograr una licencia, pedir una ayuda o conseguir una concesión.
Pero la corrupción no viaja sólo en maletines llenos de dinero, también en forma de recomendaciones para colocar a este familiar o a aquel compañero de filas que se ha caído de las listas electorales.
En uno u otro caso, los partícipes son, como mínimo, dos. Y ahí es donde hay que exigir a "la otra parte" su total implicación para acabar con este cáncer que hacer tambalear al país. Salvo escasísimas excepciones, aquí no se han prodigado las denuncias de los empresarios cuando se les ha pedido con el mayor descaro del mundo el correspondiente sobre.
Y por lo que va saliendo, la práctica era más frecuente de lo que nos temíamos. Igual que la clase empresarial reclama el justo reconocimiento social a su labor y esfuerzo, también los ciudadanos podemos y debemos exigirle que contribuya a cambiar el actual estado de cosas. No paguen y denuncien cualquier intento de cohecho, corruptela, tráfico de influencias o abuso de poder. Poco a poco se ganará la batalla.
RAFAEL DANIEL
DELEGADO DE EL ECONOMISTA EN CASTILLA Y LEÓN