
Rectificar es de sabios. Sobre todo en política fiscal en tiempos de crisis. Y la que vivimos es de órdago. La consejera de Hacienda de Castilla y León, Pilar del Olmo, apenas ha necesitado unos meses para estrellarse con la realidad: no está la situación para castigar a los ciudadanos con más impuestos ni el tejido productivo tiene oxígeno para encajar nuevos tributos en plena lucha por la supervivencia.
Del Olmo se empeñó en imponer el céntimo sanitario y gravar las gasolinas con el máximo que le permitía la ley, 4,8 céntimos por litro, para intentar recaudar más. Lejos de conseguirlo, Del Olmo ha logrado llenar las arcas de las comunidades vecinas, que han visto cómo sus gasolineras se llenaban con las flotas de las grandes empresas del transporte que antes repostaban en Castilla y León cuando tenían que cruzar su territorio.
El tiempo ha dado la razón al sector, que habló de improvisación. Ahora, la Junta devolverá la totalidad del gravamen a los profesionales del transporte, en vez de los 2,4 céntimos que reintegraba hasta ahora. Es una decisión acertada, aunque tardía e incompleta, porque quedan muchos otros colectivos (transporte ligero) que siguen sufriendo el agravio. Habrá que ver además los daños que ha causado y cuantas empresas y empleos se ha llevado por delante.
La misma dosis de improvisación tuvo la implantación de los impuestos a la producción de energía. Ahora, la consejera se prepara para suprimirlo porque las eléctricas lo van a repercutir en el recibo de la luz. elEconomista ya adelantó esa posibilidad pocas semanas antes de que consumase la amenaza de implantarlo. Pese a todo siguió con sus planes.
Rectificar es de sabios, sí, pero siempre que se aprenda de los errores. No parece haber ocurrido en esta ocasión. Ahora es el Impuesto de Sucesiones el que rescata la consejera de Hacienda, supongo que para evitar el rescate. Debe pensar que va a cazar a las grandes fortunas, como se hartan a decir los socialistas, que al final están viendo cómo sus propuestas fiscales son seguidas a pies juntillas.
RAFAEL DANIEL
Delegado de elEconomista en Castilla y León