
Hablar del control de la economía de Canarias a mediados de los 1500 es cosa de mujeres. O de una mujer. Dureza para manejarse en los entresijos del poder. "Fue capaz de anular el matrimonio de uno de sus hijos", recuerda a El Economista la historiadora y profesora Ana del Carmen Viña Brito. Incluso en 2021 la saga de los Monteverde hay que tenerlos en cuenta por el poder que acumulan. Y todo por la madre coraje que supo encarar la gestión empresarial tras el fallecimiento de su marido en 1551 colocando intereses en islas como La Palma, La Gomera y El Hierro.
Así, Águeda Monteverde era como la jefa europea que dominaba el negocio del azúcar. Y es que en endulzante no era solamente para la alimentación. Europa atravesaba problemas climáticos de frío y el azúcar era un conservante. Manejar el azúcar implicaba controlar el negocio de la alimentación cuando Europa se moría de frío. Tal es así que el azúcar de Canarias cotizaba como una materia prima en la Bolsa de Amberes. Y es precisamente en Flandes donde hay que encontrar el origen de esta familia al igual que la de Ana Jaques Vantrille, es decir, mujeres que una vez que alcanzan la viudedad, en la sociedad de aquella época, asumen los negocios directamente y el consiguiente riesgo. En 1508 llegó Jacome Groenenberg, Monteverde en alemán, el fundador de la rama palmeña de origen germano establecidos en Flandes. Hoy están relacionados con los Van de Walle en islas como Gran Canaria.
Tanto Ana Jaques como Águeda Monteverde demuestran a juicio de la profesora Carmen Viña la poderosa integración del área flamenca en la economía atlántica es evidente desde fines del siglo XV y explica, en cierta medida, la presencia de población de esta zona en Canarias, "lo que indudablemente contribuyó a la inserción de las islas en la economía europea del momento" por ser "un territorio de reciente colonización, encontraron más facilidades que en el continente, sin olvidar que el matrimonio, como fórmula de acceso a la vecindad".
Monteverde
En el caso de Águeda Monteverde la empresaria se presentó el 4 de junio de 1551 ante el teniente de gobernador de La Palma, Lorenzo Yanes, para hacer frente al testamento de su esposo. A partir de noviembre de ese año hasta 1554 comenzó a organizar la fortuna heredada sorteando la quiebra en 1552 por el destrozo que hizo un grupo de piratas franceses en La Palma. La Palma era el puerto base de los intereses flamencos en Canarias.
La profesora Viña Brito subraya que "sin duda alguna fue un personaje singular de su tiempo y sobre todo su labor descolla sobremanera en la intervención en defensa de sus hijos, de quienes era curadora, según el testamento de su marido, actividad que aún continuaba en 1571 cuando otorgó a su hija del mismo nombre los bienes que en esa fecha aún Águeda Monteverde seguía administrando del patrimonio familiar".
Llevó al pie de la letra la defensa de los intereses mercantiles por encima del amor. Por ello, tras 1553 denunció en enlace matrimonial de su heredero, Diego de Monteverde y Socarrás, acusado de haber contraído matrimonio clandestino con una sevillana de nombre Ana de Arévalo porque entonces sería un erasmus menor de edad en la capital andaluza. No solamente anuló el matrimonio sino que ordenó denunciar a los testigos por permitirlo.
Para Carmen Viña la medida no era casual porque atentaba contra el patrimonio de la familia dado que "no podemos olvidar que el matrimonio constituía la principal partida del gasto ya fuera en el traspaso de censales, mejoras testamentarias, bienes muebles, raíces, alhajas, dinero en efectivo, y sobre todo porque en este caso concreto, al igual que sucedía en otros lugares de la Corona, un importante volumen del capital que se debía detraer para casar a alguna de las hijas provenía no sólo del patrimonio familiar sino que intervienen bienes de la madre y en ocasiones, como veremos posteriormente, de la abuela materna, teniendo en cuenta que en la donación propter nupcias entraba el 100/0 del patrimonio y sólo aquél de libre disposición".
En Canarias el control del matrimonio era clave porque "al igual que en el resto de los matrimonios de las clases altas, la endogamia es sin duda la característica más frecuente con el objeto de la preservación de sus privilegios y evitar en caso contrario consecuencias económicas nefastas". El erasmus Diego de Monteverde, una vez solventados sus problemas en Sevilla, se casó con Francisca Roberto de Montserrat, hija a su vez de uno de los primeros regidores del Cabildo de La Palma. La obsesión por el control del patrimonio se alargó a las hijas Ana, Margarita y Águeda. Sacó partido a las dificultades económicas de los condes de La Gomera casando a su hija Ana con el titular de los derechos de una de las islas de señorío clave para controlar el poder de la navegación en el Atlántico y ampliar su poder a la isla de El Hierro.