Canarias

Cuando Canarias quiso dedicarse a la captura de ballenas

  • Las ballenas que llegaban a la costa para ser aprovechadas industrialmente llegaban a tener 30 metros y 150 toneladas
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El hambre en las islas generó que antes del turismo se explorasen vías de generación de ingresos. Esto empujó a los isleños a buscar cualquier salida económica en el mar. En el siglo XVIII comenzó a desarrollarse en las islas una actividad: capturar ballenas. No era algo nuevo. Plinio el Viejo señala: "Estas islas están infestadas de animales en putrefacción, que son arrojados allí constantemente". La lejanía de las pesquerías de Terranova eran un incordio para los pescadores de nuestro país por la oposición de los británico a cumplir su palabra. Los ingleses impedían a los españoles faenar en Terranova por una lectura parcial de lo recogido en el tratado de Utrecht. Y a eso se añadían otros caladeros en Nueva Escocia y Acadia además de la guerra de los Siete Años. A partir de ahí surge la tesis de pescar ballenas en Canarias.

Con el impulso de la Real Sociedad Económica de Amigos del País se estableció una agenda de formación hasta el punto que se creó una empresa con venta de acciones entre las clases más pudientes. Por ello, debió llegar mano de obra especializada para especies y se estableció una base logística en Arguineguín. Las ballenas que llegaban a la costa para ser aprovechadas industrialmente llegaban a tener 30 metros y 150 toneladas. En aquella época no había chips de seguimento de cetáceos y nadía había intelectualizado sobre la economía azul; pero los pescadores canarios se movían muy ágilmente entre Canarias y el Sáhara, territorio muy peligroso porque cualquier error podría generar la muerte o esclavitud entre los moros. De la rica grasa de ballena salía material para alumbrado o para sellar toneles de madera. Pero el aprovechamiento de las ballenas, era solamente de aquellas que quedaban varadas en las costas.

Canarias estaba en la órbita desde 1789 de la Real Compañía Marítima de Pesca. La empresa estatal tenía su base en la Patagonia para operar en la captura de ballenas, leones y lobos marinos aunque ya entre 1732 y 1749 funcionó la Compañía de Ballenas de San Sebastián, que operaba al norte de Canarias y Azores, que les llevó a dirigirse a Brasil. En Canarias se detectaron 28 especies de cetáceos. El breve periodo en el que los canarios se lanzaron a capturar ballenas se presentó cuando se mezcló con los intereses en el suelo. Y es que algunos operadores pedían grandes extensiones de suelo para generar factorías. A esto se negó buena parte de las autoridades canarias. Querían el conocimiento pero no asociaciones. En marzo de 1786 el comandante general marqués de Branciforte, que quería liderar esta actividad en las islas, presiona para llevarse a Tenerife y La Gomera el negocio ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo. El negocio en Las Palmas murió en 1787. En 1787 apareció un buque norteamericano para formar a canarios en Tenerife por encargo del comandante general porque quería explotar la llegada de cetáceos en Fuerteventura. Tampoco fue rentable.

A juicio de Juan Manuel Santana Pérez, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, "ninguno de todos estos proyectos llegó a ser eficaz, colisionaron con diversos intereses, a lo que se unían las dificultades técnicas y financieras y los escollos de la improvisación" ya que "fue una vez más, parte del dirigismo económico propio de las políticas ilustradas, que intentó apoyar la pesca de ballenas con medidas que iban de arriba a abajo". Entre los conflictos de intereses que surgió fue la localización porque "las razones de las profundidades tiene su explicación en el hecho de que estos mamíferos se sumergen entre 300 y 400 metros, lo que dificultaba mucho las posibilidades para su captura". En Gran Canaria al igual que en el Sáhara era complicado mientras que en Tenerife y La Gomera no lo sería.

Una Real Provisión del Consejo de Castilla de 7 de julio de 1786 dio a Cristóbal Mújica la Isleta para una factoría destinada a la pesca, pero nunca llegó a hacerse efectiva. A las que se añadió otras peticiones de suelo entre la selva de Doramas, Maspalomas Arguineguin. Las autoridades consideraban que las pretensiones reales de Mújica era tener suelos que, cultivados, serían mucho más rentables que la pesca. Para Santana Pérez "es evidente que el atraso tecnológico ya analizado para la pesca canaria en el banco sahariano era generalizable a toda la actividad pesquera isleña del siglo XVIII.Todos estos proyectos balleneros resultaron otros tantos fra-casos más en las políticas ilustradas. Ni la Real Sociedad Económica de Amigos del País, ni el Corregidor, ni el Comandante General, ni la iniciativa privada de un armador parecen haber dado los frutos esperados, prácticamente, fue la historia de una frustración, que únicamente hirieron a diversas ballenas y capturaron unas pocas crías, con una inversión completamente deficitaria, que quedó definitivamente abandonada a fines del Antiguo Régimen. Ninguno de todos estos proyectos llegó a ser eficaz, colisionaron con diversos intereses, a lo que se unían las dificultades técnicas y financieras y los escollos de la improvisación. Fue una vez más, parte del dirigismo económico propio de las políticas ilustradas, que intentó apoyar la pesca de ballenas con medidas que iban de arriba a abajo".

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