
En estos días se vuelve a hablar de educación en todos los medios: llegan a los colegios las pruebas del temido informe PISA, ese que airea los trapos educativos de los 34 países de la OCDE y los 31 asociados.
Este informe compara el nivel académico en matemáticas, comprensión lectora y ciencias, entre una población de jóvenes de 15 años, y como viene siendo tradición, es de esperar que los primeros puestos estén ocupados por países como Japón, Corea del Sur, Singapur o Finlandia.
Tradicionalmente, los resultados de los alumnos españoles nunca han destacado en esta prueba, estando generalmente por debajo de la media de todos los países estudiados: según datos del último informe PISA, publicados en 2013, España estaba hasta 10 puntos por debajo de la media en las materias analizadas.
Ante estos datos, habría que preguntarse si es necesario un cambio en la manera que tenemos en nuestro país de enfocar el aprendizaje. Japón, volviendo a los datos de 2013, obtuvo el primer puesto en comprensión lectora y ciencias, y segundo en matemáticas, solo por detrás de Corea del Sur. No es válido el argumento que señala que «en Asia son más inteligentes o analíticos», sino que la clave está en la constancia de sus estudiantes. Y la constancia es un hábito que se puede aprender y, por tanto, se puede desarrollar entre los estudiantes españoles.
La clave puede estar en hacer al alumno protagonista de su propio aprendizaje. No se trata de un profesor dictando una lección, sino de un alumno autodidacta que aprende por sí mismo para descubrir que las matemáticas pueden ser divertidas y que la lectura enriquece. Es una de las bases del método de aprendizaje Kumon, fundado en la importancia del trabajo y aprendizaje diario.
Así se crean rutinas, hábitos que con el tiempo reducirán las horas que los niños dedican a las tareas escolares. A través de estos hábitos, se desarrollará la constancia tan esencial para el triunfo en todos los campos de la vida, no sólo la educación. Trabajando un poco todos los días por un objetivo, sea el que sea (sacar buenas notas en un examen, ejercitar el cuerpo para el verano, aprender a montar en bicicleta) nos colocan en una posición más cercana al éxito que si no trabajamos esos minutos diarios.
Los jóvenes que estudian con Kumon son capaces de hacer operaciones matemáticas muy por encima de su nivel escolar y comprender con facilidad los textos que leen, lo que genera en el alumno una gran satisfacción personal. Esto no solo contribuye a su formación académica, sino que promueve su motivación y desarrolla su confianza para tener éxito el día de mañana.
El éxito, en cualquier actividad, se basa en la constancia. Unos minutos de dedicación al día para tener unos resultados espectaculares a largo plazo. De esta forma, el alumno interioriza una rutina de trabajo y disfruta de las ventajas de ser disciplinado.
Además, hacer partícipe al estudiante de sus propios objetivos y de sus avances para conseguirlos, le motivará a seguir trabajando a diario. A los niños hay que felicitarles cuando trabajan bien, cuando se esfuerzan, y esto les motivará a seguir aprendiendo de forma constante, independientemente de que este año toquen pruebas PISA o no. Simplemente por seguir aprendiendo y mejorando.