La capacidad energética, la seguridad del suministro y un esquema de precios que permita plantear escenarios de recuperación de inversiones se han convertido en un elemento esencial para la atracción de proyectos digitales estratégicos para un país que, como España, aspira a convertirse en referente mundial de energías limpias.
La explosión de proyectos industriales y particularmente el auge de los centros de datos —impulsados por la creciente demanda de servicios de inteligencia artificial (IA) y los procesos masivos de análisis de datos— ha disparado la competencia internacional por asegurar fuentes de energía no solo fiables, sino también sostenibles, que no penalicen ni los objetivos de descarbonización ni los balances de las empresas. En el fondo, se trata también de una apuesta por la competitividad industrial, un elemento considerado esencial para el nuevo Parlamento Europeo.
Las grandes empresas están buscando ubicaciones que garanticen un suministro energético confiable a largo plazo que requiere un esfuerzo normativo para crear un marco lo suficientemente atractivo como competitivo.Para España, que presume de ser líder en producción de renovables gracias a las buenas condiciones para la solar y la eólica, el reto también representa una oportunidad. La herramienta existe: Acuerdos de Compra de Energía (PPA, por sus siglas en inglés), una solución no solo medioambientalmente ideal, sino también clave en la estrategia de retener la inversión tecnológica y fomentar la competitividad del país en un mercado global cambiante y cada vez con más desafíos.
Los PPA renovables son contratos a largo plazo que permiten a las empresas asegurar el suministro de energía a precios fijos, reduciendo la incertidumbre y otorgando previsibilidad a los horizontes de rentabilidad de las empresas. En un escenario en el que grandes tecnológicas, como Microsoft, Google o Amazon, están firmando acuerdos para el uso de energía nuclear en otros países, es urgente que España posicione los PPA renovables como una alternativa atractiva y viable bajo la amenaza de que decenas de proyectos tecnológicos opten por trasladar sus proyectos a países con mayor flexibilidad o mejores condiciones.
A modo meramente ilustrativo, mientras que España ha optado por cerrar la puerta a la energía nuclear con el desmantelamiento previsto de sus centrales, otros países como Francia, Reino Unido o Estados Unidos han preferido aprovechar su potencial no contaminante mientras avanzan hacia la transición energética. Y es en este contexto, gracias a los avances en la fusión nuclear, en el que se enmarcan los pequeños reactores modulares (SMR por sus siglas en inglés) que se están posicionando como una alternativa limpia y constante para satisfacer la creciente demanda del sector tecnológico. Empresas como Microsoft han llegado a acuerdos para reabrir plantas nucleares cerradas, mientras que Google y Amazon han mostrado interés en invertir en el desarrollo de SMR, buscando garantizar un suministro energético estable, seguro y libre de emisiones de carbono. En este escenario de buscar y comparar antes de desarrollar un proyecto, España podría verse en desventaja si no impulsa de forma decidida los PPA renovables.
La creciente demanda energética de los centros de datos, sumada al impacto ambiental y los compromisos de sostenibilidad, hace que los PPA sean la herramienta más eficaz para atraer y retener inversiones en un sector tan crítico como el tecnológico.A pesar de garantizar predictibilidad de costes, los PPA renovables en España todavía enfrentan algunas ineficiencias que deberían corregirse lo antes posible para garantizar la competencia con otros países más ágiles desde la burocracia a la falta de incentivos fiscales. Actualmente, en algunas zonas de España, las solicitudes de energía renovable para empresas pueden extenderse varios años, lo que desalienta la inversión y ralentiza el desarrollo de nuevas instalaciones. España necesita implementar reformas estructurales que simplifiquen estos trámites y promuevan la rápida incorporación de nuevas capacidades renovables al sistema.
Solo las necesidades de ampliación de los centros de datos a nivel mundial ponen de manifiesto el gran desafío que enfrentan los países por el aumento exponencial de la demanda energética. Goldman Sachs estima en un informe reciente que en 2030 la demanda de recursos impulsados por la Inteligencia Artificial aumentará de tal manera que la necesidad de centros de datos adicionales crecerá un 160%. "En EE.UU. y Europa, este aumento de la demanda ayudará a impulsar un tipo de crecimiento eléctrico que no se ha visto en una generación". Otro estudio reciente de McKinsey & Company respalda estas proyecciones de forma contundente; "Para mantener el ritmo de la tasa actual de adopción, se espera que las necesidades energéticas de los centros de datos crezcan aproximadamente 2,5 veces más que la capacidad actual para el final de la década, pasando del 3 al 4 por ciento de la demanda total de energía de EE. UU. hoy, a entre el 11 y el 12 por ciento en 2030".
En la España que sueña con ser un hub destacado para la industria digital, con más de medio centenar de centros de datos operativos, la situación no es muy diferente. Solo en Madrid hay proyectos por 3GW en espera de conectarse. El auge de la IA, del big data y la digitalización está presionando la infraestructura energética del país, lo que hace imprescindible que se promuevan soluciones que aporten estabilidad y garantías de sostenibilidad máxime en un contexto en el que las redes eléctricas necesitan expandirse y modernizarse.
La barrera de la capacidad de la red eléctrica es una triste realidad. En los últimos cuatro años, las distribuidoras españolas han tenido que rechazar uno de cada tres proyectos industriales de conexión, con una potencia conjunta de 55.098 MW por falta de infraestructura. Pero la inversión -cuya importancia ya ha sido más que reconocida por la UE- ha de contemplar también la actualización de la infraestructura con la construcción de redes inteligentes (smart grids) que podrían impulsar también de forma definitiva los PPA renovables al permitir no solo una mejor gestión de la energía, ajustándose a la demanda en tiempo real, sino también la integración de una mayor proporción de fuentes renovables en el sistema.
Al igual que sucede con la ampliación de la infraestructura, el impulso a las redes inteligentes tendrá beneficios estratégicos para los países al reducir la dependencia exterior, mejorar la eficiencia operativa, aminorar pérdidas y optimizar el uso de las redes existentes. Además, serán fundamentales para permitir el almacenamiento distribuido de energía y la futura proliferación de sistemas de almacenamiento a gran escala, esos elementos indispensables para dotar de estabilidad a nuestro gran potencial renovable.
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