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La industria farmacéutica innovadora se ha convertido tras la pandemia en un sector estratégico para España y para el conjunto de Europa, tanto por el valor sanitario que aporta (aumento de la calidad y esperanza de vida) como por su contribución industrial, económica y social. De hecho, es uno de los cuatro sectores industriales estratégicos -junto a la energía, las tecnologías digitales y la alimentación- fijados como prioritarios en la propuesta de Autonomía Estratégica Abierta impulsada por la actual Presidencia española del Consejo de la Unión Europea. Según esta propuesta, el objetivo de potenciar el sector farmacéutico es lograr que la UE se convierta en un hub mundial de innovación y producción biomédica, con lo que eso supondría en términos de salud, riqueza y bienestar para la región.
Y es que, como se ha constatado con la pandemia de la Covid-19, con un modelo productivo bien estructurado y equilibrado y un sistema sanitario de acceso universal -adecuadamente dimensionado en medios humanos y técnicos y que invierta sus recursos de manera eficiente-, las economías pueden ser más resilientes no sólo ante otro tipo de pandemias que puedan aparecer en el futuro, sino ante posibles crisis financieras y movimientos geopolíticos como los que hemos vivido en el pasado y estamos viviendo en la actualidad.
Al mismo tiempo, una de las principales lecciones que dejó la pandemia es que tener una importante capacidad para la fabricación de medicamentos ofrece seguridad y autonomía estratégicas para nuestro país. También reveló la excesiva dependencia que tienen Europa y España de países asiáticos en la producción de principios activos y medicamentos esenciales -se estima que el 60% de los ingredientes activos (API) empleados por las plantas de fabricación tienen su origen en Europa y casi un 30% tiene su origen en India y China-. Los más afectados son medicamentos veteranos, ya sin protección industrial y sometidos a bajadas constantes de precio, lo que ha ido desplazando su producción a Asia aunque siguen siendo muy valiosos para combatir muchas enfermedades.
En concreto, la propuesta de Autonomía Estratégica Abierta recoge que la UE debería promover la mejora de su capacidad de producción farmacéutica, que ha experimentado un descenso significativo en las últimas dos décadas. "Una prioridad debería ser la fabricación de antibióticos, anestésicos, medicamentos hematológicos y oncológicos y vacunas, así como medicamentos menos rentables que se necesitan para tratar enfermedades, como trastornos neurodegenerativos y cánceres pediátricos".
"Que la reindustrialización europea y la autonomía estratégica abierta hayan sido dos de las prioridades de la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea en este semestre es una buena noticia. Y también lo es que España apueste por sectores estratégicos que puedan contribuir a modernizar el tejido productivo y generar riqueza y empleo de calidad", asegura el director general de Farmaindustria, Juan Yermo.
Pero no todo debe focalizarse en la producción. "La verdadera autonomía estratégica se da cuando un país también genera innovación, que es la base del futuro. Por tanto, no sólo se trata de la fabricación de medicamentos esenciales, sino también de generar los medicamentos del futuro a través del impulso a la investigación", añade.
Y es que, a quien beneficia fundamentalmente impulsar la autonomía estratégica es a los pacientes españoles y europeos, pues se garantizaría el acceso rápido y continuado a los tratamientos que necesiten. En este punto, Yermo recuerda que "hoy buena parte de la innovación farmacéutica no está llegando a los pacientes españoles que la necesitan o lo hace con mucho tiempo de retraso y con restricciones en su uso". El sector invirtió en 2022 cerca de 1.400 millones de euros sólo en España en investigación y desarrollo de medicamentos, una inversión que se podría ver desincentivada por los problemas de disponibilidad de los nuevos medicamentos.
En este sentido es importante recordar que la propuesta de revisión de la legislación farmacéutica europea que está realizando la Comisión Europea puede suponer una oportunidad para mejorar los incentivos de inversión para las compañías, así como un impulso a la recuperación de las posiciones perdidas frente a otros mercados más atractivos. Como dice el documento presentado por España, "invertir decididamente en I+D de nuevos medicamentos y terapias avanzadas, un ámbito en el que Europa va por detrás de China y Estados Unidos, ayudará a hacer frente al aumento de enfermedades como el cáncer, mantendrá la competitividad de la industria farmacéutica europea y garantizará un acceso asequible a tratamientos innovadores por parte de los ciudadanos de la UE".
La industria farmacéutica es una parte esencial de las economías desarrolladas y, como tal, su desarrollo e impulso es de interés general. Líder en inversión en I+D industrial, en producción y exportación de alta tecnología y en empleo cualificado, estable, igualitario y diverso, la industria farmacéutica es un ejemplo del nuevo modelo productivo que buscan las sociedades modernas.
¿Cuáles son, los desafíos clave que afronta este sector en relación con la búsqueda de esa autonomía estratégica abierta? En primer lugar, potenciar el rol de la industria farmacéutica en España como plataforma mundial de producción de medicamentos, atrayendo inversión. Nuestro país cuenta con un total de 103 plantas de producción de medicamentos de uso humano, once de ellas de medicamentos biológicos. Si se suman las fábricas de producción de principios activos (46) y de uso veterinario (24), el total de plantas farmacéuticas asciende a 173, pertenecientes a 122 grupos empresariales. El sector está en condiciones de reforzar y ampliar esta estructura productiva.
En paralelo, el otro gran desafío es potenciar la investigación biomédica, como pilar de esa autonomía estratégica. "De nada serviría focalizarse sólo en la fabricación sin un sólido ecosistema innovador que garantice el conocimiento sobre las nuevas tecnologías médicas. Revisar los actuales mecanismos de apoyo a la innovación farmacéutica y de colaboración público-privada, incluyendo nuevos modelos de cofinanciación, con el fin de afianzar el liderazgo de España en investigación clínica, impulsar la investigación en atención primaria y fomentar la investigación preclínica y traslacional y los clusters de innovación biomédica (en particular, las terapias avanzadas) deberían estar en la agenda del nuevo Gobierno", sostiene Yermo.
También se requiere fomentar la digitalización del sector, construir el data lake nacional, y promover la inteligencia artificial a lo largo del ciclo de vida del medicamento. Estas acciones mejorarían nuestro ecosistema de innovación y potenciarían sinergias entre la investigación pública nacional y la industria farmacéutica, posicionando a España como un hub farmacéutico mundial. "La apuesta de país debe residir en un refuerzo de la fabricación de los medicamentos llamados de síntesis química, pero sobre todo en el?impulso de la fabricación de terapias avanzadas,?como las génicas y las basadas en todas las ciencias ómicas, porque esto nos permitirá fortalecer no sólo el tejido industrial farmacéutico en nuestro país, sino también colocarnos a la vanguardia del conocimiento en este terreno", apostilla el director general de Farmaindustria.
Producido por EcoBrands