
Mañana se celebra el Día Internacional de los Trabajadores en un entorno marcado por la invasión de Rusia a Ucrania, la huelga del transporte y la inflación más alta desde 1985. A pesar de toda la incertidumbre generada por estos acontecimientos de las últimas semanas, la reforma laboral ha generado una tendencia positiva en la contratación durante los meses previos a que entrara en vigor (hasta el 30 de marzo las empresas disponían de margen para adaptarse a los cambios establecidos por la nueva Ley). Durante el primer trimestre del año se han realizado más de un millón de contratos fijos y en marzo los contratos indefinidos han crecido un 62% (casi uno de cada tres contratos firmados es indefinido). En 3 meses se ha pasado de una proporción de 1 contrato fijo por cada 9 temporales, a otra de ya sólo 7 temporales y 3 fijos por cada 10 contratos iniciales.
La reforma afecta a capítulos importantes del modelo de relaciones laborales: temporalidad, subcontratación, negociación colectiva, ultractividad, flexibilidad, etc., pero los principales beneficios de la normativa para los trabajadores lo son en materia de contratación, específicamente con el fomento de la contratación indefinida.
En España hemos tenido siempre una tasa de temporalidad por encima del doble de la media de la UE. La Administración Pública, que debería dar ejemplo, tiene una de las mayores tasas de temporalidad (por encima del 30%), en especial en sectores como la Sanidad y la Educación, mientras que el sector privado, alcanza una cuota de temporalidad media del 22%, teniendo en cuenta eso sí, una diferente composición del tejido productivo español frente al europeo, que puede explicar, sino todo, sí al menos parte de este diferencial.
Esta ley constituye toda una apuesta por la contratación indefinida, dando un potencial protagonismo al nuevo modelo fijo discontinuo que pretende combinar la tan deseada seguridad para los trabajadores con la flexibilidad para las empresas, figuras ambas tan necesarias en nuestro modelo productivo.
La reforma tiene que servir como elemento impulsor de la creación de empleo, ese debería ser su principal cometido, por eso es fundamental mejorar la confianza empresarial, y con ello, seguir generando puestos de trabajo, reducir la precariedad, la economía sumergida y mejorar las condiciones de los trabajadores. La reforma era necesaria, fruto de la evolución de nuestra realidad económica y laboral y debería servir para mejorar la vida de todos: empresas, trabajadores y sociedad. El tiempo dirá si es así o no, de lo que no cabe duda es qué en todo caso, será un punto y seguido sobre el que habrá que seguir evolucionando un modelo de relaciones laborales moderno y ambicioso, que nos permita abordar con garantías los muchos retos a los que nos enfrentamos.
Elaborado por Santiago Soler, secretario general de The Adecco Group