
La prisa mata, pero es el inmovilismo el que está rematando la banca italiana. Las entidades transalpinas peligran bajo el fardo de 360.000 millones de créditos dusosos (de los que 200.000 son impagos) y las más problemáticas como Popolare di Vicenza y Veneto Banca están al borde de la quiebra. A pesar del rescate público anunciado el pasado diciembre con una asignación de 100.000 millones de euros (20.000 en efectivo, a costa de la deuda pública, y 80.000 de garantías sobre la deuda), muy pocas han conseguido sanear su balance.
Mientras tanto la calidad de los activos empeora. Los datos recién difundidos por el Banco de Italia indican que los impagos, la peor parte de los créditos dudosos, no paran de crecer. Si el monte total de créditos problemáticos va disminuyendo, en marzo los impagos siguieron creciendo con un ritmo del 11,2%. Lo único que el banco central transalpino pudo celebrar en su informe fue que el aumento de esos activos tóxicos ha ralentizado con respeto al 11,7% del mes anterior.
El problema es que en Italia el mercado de la cesión de estos activos tóxicos todavía no ha arrancado. Banca Ifis, entidad especializada en la gestión de créditos dudosos, afirma que en el primer trimestre del año las transacciones llegaron a los 3.200 millones, una gota en el mar de los problemas de la banca italiana.
De momento, solo los grandes bancos como IntesaSanpaolo y Unicredit han empezado a limpiar sus balances. Uno de los obstáculos, para las entidades más pequeñas es la complejidad del procedimiento para obtener las garantías públicas sobre la cesión de la deuda, aprobadas por el anterior Gobierno de Matteo Renzi. "Las garantías públicas para ser otorgadas necesitan una evaluación de los créditos y mucha documentación, lo que hace que el procedimiento resulte demasiado complicado", explica a elEconomista Angelo Bonissoni, experto del sector y managing partner del estudio legal y tributario CBA.
Señal positiva
Ifis indica que el mercado potencial para este año podría rozar los 90.000 millones, aunque los analistas consideran que la venta de 60.000 millones de activos problemáticos ya sería una señal muy positiva. "Si hacemos una comparación entre diciembre de 2016 y marzo de este año el monte de créditos dudosos se ha reducido. Además, las recientes operaciones, llevadas a cabo por algunos bancos italianos, han dado el pistoletazo de salida para otras transacciones. El mercado se está reactivando y la demanda está creciendo", añade Bonissoni.
Mucho dependerá de MPS, obligada a vender este año 37.000 millones de activos. El banco más antiguo -y más problemático- del país es, sin embargo, el ejemplo de cómo el saneamiento de la banca italiana está avanzando al ralentí. Tras la derrota de Renzi en el referéndum constitucional del pasado diciembre, MPS parecía al borde del abismo. El miedo a la quiebra de la tercera entidad del país hizo que Italia formara un nuevo Gobierno en pocos días. Y antes de Navidad el país transalpino ya había aprobado una asignación de 20.000 millones para asegurar los recursos necesarios a la ampliación de MPS y de los demás bancos en apuros.
Pero luego todo se ha parado, en el pantano de las negociaciones entre Roma, la Comisión Europea y el BCE. Ahora los analistas indican que la intervención podría finalizarse durante el verano.
Mientras tanto Roma trabaja contrarreloj para resolver los problemas urgentes de Popolare di Vicenza y Veneto Banca, dos de las entidades más problemáticas del país: tras meses de negociaciones, Europa pide reducir la intervención del Estado (de 4.700 a 3.700 millones de euros), pero los dos bancos no encuentran recursos en el mercado. De momento, la única solución -que el Gobierno sin embargo rechaza- sería el bail-in, o sea, el rescate desde dentro, que pasaría factura a accionistas y titulares de deuda subordinada.
Hay también otro obstáculo a la cesión de créditos dudosos: el precio. Los inversores internacionales están dispuestos a pagar el 30% para los créditos garantizados, entre el 2 y 10% para los créditos quirografarios, los que no tienen garantía específica. Es muy poco para una banca que en los últimos años ha alcanzado un ratio de cobertura entre los más altos de Europa: el 62%, según los últimos datos del Banco de Italia.
Así, se ha creado un círculo vicioso: los bancos con muchos créditos dudosos se han recapitalizado a la espera de conseguir el justo precio para su cesión. El resultado es que no tienen prisa para vender activos tóxicos que, sin embargo, siguen estando en sus balances y bloquean capital que podría ser empleado de otra manera.
El Gobierno italiano no parece de momento capaz de sacar a la banca del atolladero. En el país transalpino ya ha empezado la campaña electoral para las elecciones generales de 2018 y Matteo Renzi, que vuelve a presentarse para la presidencia de Gobierno, considera el saneamiento del sector financiero un tema demasiado impopular. Aún más ahora que una investigación periodística acusa a su protegida, la antigua ministra de Reformas y actual secretaria de Presidencia, Maria Elena Boschi, de haber pedido a UniCredit que salvase de la quiebra a Banca Etruria, pequeña entidad de la que el padre de Boschi era vicepresidente.
El riesgo es que, como ya pasó el año pasado durante la campaña del referéndum constitucional, todo se pare hasta el voto, aplazando una vez más la solución a los tantos problemas de la banca italiana.