Opinión | Dani Rodrik
20/09/2015, 17:00
Sun, 20 Sep 2015 17:00:03 +0200
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Desde finales del siglo XIX, cuando la economía adquirió pretensiones científicas recurriendo cada vez más a las matemáticas y la estadística, los economistas han sido acusados de una diversidad de pecados. Las acusaciones -incluidos el orgullo desmedido, la desatención de los fines sociales, aparte de los ingresos, la atención excesiva a las técnicas formales y los fallos al predecir los acontecimientos económicos más importantes, como, por ejemplo, las crisis financieras- han solido proceder de personas ajenas a ella, o de unos heterodoxos marginales, pero últimamente parece que incluso los principales teóricos de la disciplina están descontentos.