Aragón

Este ha sido el mejor verano en incendios en una década

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La climatología favorable ha sido un factor clave para que el número de incendios haya disminuido en España, así como la superficie afectada, en comparación con el año pasado. Una evolución que permite calificar a 2018 como el mejor de los últimos diez años. Pese a ello, es necesario seguir adoptando medidas para que no se produzcan.

Aunque todavía falta el último trimestre del año y medio mes de septiembre, se prevé que 2018 sea un buen ejercicio, ya que se ha producido un descenso tanto en número de incendios como en superficie quemada. Según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, desde el 1 de enero al 2 de septiembre, se han quemado 19.899 hectáreas. Un dato que es el mejor de los últimos diez años, al haberse registrado menos de un tercio de superficie afectada que la media de estos diez años. De hecho, en este período, ha ardido un 77,27 por ciento menos de hectáreas en términos interanuales y un 72,80 por ciento menos que la medida del decenio.

El año 2018 también deja hasta el momento buenos datos en número de incendios. En total, se han registrado 5.117, lo que supone prácticamente la mitad de los producidos en 2017, ejercicio en el que se contabilizaron 10.823 fuegos. Además, en esta ocasión, la mayoría de ellos -un total de 3.690-, han sido conatos que se apagaron antes de que se calcinara una hectárea. Tan solo tres fuegos han superado las 500 hectáreas de superficie afectada, siendo el ratio más bajo también de la última década.

Por zonas geográficas, la mayoría de los incendios se ha localizado en las comunidades interiores, que han concentrado en este período el 37,18 por ciento, seguidas de la zona del noreste -comprende Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco y las provincias de León y Zamora-que aglutina el 36,77 por ciento de los fuegos, del Mediterráneo con el 25,37 por ciento y Canarias con el 0,68 por ciento.

Los incendios en superficie arbolada se han producido sobre todo en la zona del Mediterráneo -tuvo especial incidencia el fuego de Llutxent (Valencia) con alrededor de 3.000 hectáreas-, mientras que fue en el noroeste donde los incendios afectaron más a la superficie forestal.

Son datos que permiten augurar que 2018 va a ser "un año en general bueno. Todavía queda el mes de septiembre e, incluso, algún año hasta el mes de octubre puede ser malo. Hay zonas en las que ha llovido, pero hay otras en las que no tanto". Además, hay áreas como la cornisa cantábrica en la que es más habitual que los incendios se produzcan en el mes de septiembre e, incluso, en octubre. "Noviembre y diciembre suelen ser tranquilos", según ha explicado Eduardo Rojas, decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes.

La climatología ha sido la principal causa de la disminución tanto en el número como en la superficie de hectáreas quemadas en España en este año, que se puede considerar un tanto atípico. "Europa se ha dado la vuelta. Ha habido incendios en Irlanda, Noruega, Suecia, Alemania y Francia. Es curioso porque las zonas que más padecen este problema, no lo han tenido, mientras que las que no suelen tenerlo se han convertido en críticas en julio. Los países europeos deben entender que los incendios no son un problema del Mediterráneo y atribuirlos a cuatro tópicos", sino que se producen donde hay masa forestal. Un motivo por el que es necesario un enfoque europeo.

Las lluvias han permitido que en España haya más humedad en el suelo y que no se produjeran tantos incendios en áreas arboladas y de arbustos, aunque precisamente también de la mano de la climatología ha venido una de las principales causas que los ha provocado: los rayos. "Este año ha habido muchos rayos por la inestabilidad atmosférica", estimándose que alrededor del 40% de los fuegos están relacionados con este fenómeno.

Medidas para evitar incendios

Los rayos son una causa ante la que el hombre no puede actuar, aunque sí deben adoptarse medidas en prevención y extinción, sobre todo, en zonas como el Pirineo y el Mediterráneo por las tormentas secas, así como en el área del Cantábrico por los fuegos producidos en los pastos. "Se observa la tendencia de que los incendios se están yendo a zonas forestales desarboladas, que son pastizales, matorrales y zonas de cultivo abandonadas. En el bosque y en el monte, está habiendo una menor incidencia".

Las zonas de producción agrícola no se salvan de las hectáreas quemadas, a pesar de las medidas adoptadas en algunas comunidades para frenar este tipo de incendios y que han tenido un efecto positivo. "En zonas de cultivo de cereal, los incendios son un tema crítico. Hay una cosa que se puede hacer, como obligar a que, en cuanto se coseche, se are una franja perimetral en las fincas colindantes con el bosque".

Además, otra serie de medidas pasan por "tener los montes en condiciones. Si se pueden evitar los cortafuegos, mejor". También se debe actuar para que "todo en los montes no sea continuidad" y haya puntos de anclaje para los servicios de extinción. Incluso, se podrían poner en práctica quemas controladas como realizaban los aborígenes en Australia y América para bajar la carga de combustible. Otras líneas de acción son aprovechar la leña para emplearlos como biomasa e implementar planes de protección en urbanizaciones.

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