
Una escasa red de distribución y escasos puntos de venta son algunos de los factores que frenan el desarrollo y crecimiento de las ventas de prendas de textil de comercio justo, aunque la principal barrera sigue siendo la falta de concienciación del consumidor.
Las ventas de productos de comercio justo en el sector textil no terminan de despegar en España ni tampoco en Aragón, donde principalmente el consumo de este tipo de bienes es reducido y, sobre todo, se centra en el sector de la alimentación.
Sin embargo, las cifras todavía son muy reducidas y se calcula que el consumo en productos de comercio justo es de tan solo 80 céntimos por persona al año. Una cifra que todavía es menor en el caso del sector textil, teniendo en cuenta que lo que más se vende dentro del comercio justo son los productos de alimentación.
Entre los principales handicaps que explican que las prendas de textil y confección de comercio justo no despunten está el hecho de que "no hay una gran distribución, hay pocos sitios donde se pueden encontrar" este tipo de productos", según ha explicado Olga Estella, gerente de la Fundación Isabel Martín, quien ha impartido una charla en Hacer Creativo sobre 'Ética y moda sostenible', a elEconomista.es
En concreto, en Aragón, algunas entidades como Médicos Mundi o Cáritas sí apuestan por este concepto de comercio justo, al igual que algunas grandes superficies y bares para alimentación o la empresa oscense Eboca, que ha incluido en sus máquinas de vending el café de comercio justo.
Además de estos factores, que en general se detectan en todos los productos de comercio justo, también hay una falta de concienciación por parte de los consumidores. "El comercio justo huye del modelo de consumo alocado y de bajo coste" que prima en la actualidad. Por ejemplo, "se estima que una mujer inglesa tiene en su armario una media de 22 camisetas que no se pone".
Y, ¿por qué sigue este modelo en lugar de apostar por el comercio justo? La respuesta está en que habría que preguntar a los consumidores por qué no están dispuestos a pagar más por unas condiciones más justas en la elaboración de las prendas y de los productores porque muchas empresas venden "a precios tirados con la excusa de la democratización de la moda, pero se producen condiciones injustas para los productores". Y una prueba de ello se constató con el derrumbe de un edificio en Bangladesh donde se confeccionaban prendas de vestir a bajo coste.
En la conferencia también se han cuestionado el modelo actual de producción textil, ya que es una actividad que es "muy contaminante y consume muchos recursos y agua. Como consumidor también habría que pensar si es necesario ese despilfarro".
Además, las prendas, al reciclarlas, son muy contaminantes por las tintas que se emplean y porque muchos artículos se queman, afectando en consecuencia al cambio climático, por lo que también se aboga dentro de los movimientos de slow fashion, entre otros, por ir hacia tejidos más sostenibles como el algodón orgánico y en ahondar en una compra responsable.
Son cambios con los que no se pretende acabar con la industria de la moda, "sino repensarla y hacer otro modelo. Una industria no tiene por qué tener pérdidas por vender menos". Además, aunque el comercio justo se asocia muchas veces solo con productos de países en desarrollo, es un concepto que no es incompatible con el consumo local y de proximidad.