Mientras los accidentes laborales mortales descienden en todos los sectores, en la agricultura están creciendo. La avanzada edad de los agricultores y la alta temporalidad, entre las principales causas.
El sector agrario, ganadero, silvícola y pesquero lidera en solitario el incremento de los accidentes laborales con resultado de muerte en nuestro país. Tan solo en los nueve primeros meses del año, han perdido la vida 53 personas, diez más que en el mismo periodo del año anterior. De hecho, el primario es el único sector en el que han crecido los siniestros mortales en jornada de trabajo en lo que va de año, un 23 por ciento, frente a las bajadas en Construcción (25,5 por ciento), Industria (24%) o Servicios (0,6%).
La gravedad de la situación queda reflejada también por el índice de incidencia -siniestros registrados al mes por cada 100.000 trabajadores- de este tipo de accidentes. En el sector agrario es del 0,932 frente al 0,441 o al 0,616 de la Industria o la Construcción, respectivamente. En el campo, este índice se mantiene prácticamente inalterable desde 2006, frente a las caídas generalizadas en el resto de actividades, según el avance de los datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
A las víctimas mortales en jornada laboral registradas en el sector agrario durante este año, hay que sumar las 18 producidas en itinere, cifra similar al de la Industria, aunque muy por debajo de los 65 del sector Servicios.
La mayoría de los accidentes graves y mortales que se registran en el campo están relacionados con la utilización de maquinaria agrícola. "El 70,1 por ciento de los accidentes mortales son provocados por el vuelco del tractor. La principal causa es la antigüedad de los vehículos, los tractores estrechos con estructura de protección homologada abatible y que en el 95 por ciento de los casos la estructura va abatida durante el desarrollo del trabajo", explica Sandra Muñoz, coordinadora nacional de Agropreven, Asociación Nacional de Servicios de Prevención Mancomunados nacida en el seno de Asaja en 2014.
Son accidentes que, además, tienen una especial incidencia en personas mayores con tractores pequeños que están trabajando en huertas o pequeñas explotaciones. "El mayor número de agricultores está por encima de los 40 años de edad. Se necesita el relevo generacional, pero en el campo las pensiones son mínimas y los agricultores no pueden jubilarse. En este sector, uno se jubila cuando se muere", afirma Juan José Álvarez, de los servicios Laboral y Fiscal de Asaja.
"Si vuelcas con el tractor, no hay ninguna escapatoria. Tienes que ser joven para poder escapar en el momento en el que se inclina. En la zona de Calatayud (Zaragoza) todos los años tenemos alguna desgracia", explica Francisco Ponce, miembro de la Comisión Ejecutiva de UAGA-COAG y productor de fruta de Aniñón, comarca de Calatayud, en Zaragoza.
El problema también está en el parque móvil antiguo y en las homologaciones de las medidas que se introducen a posteriori. "Hay agricultores que quieren legalizar sus vehículos, pero se gastan el dinero, hay que hacer mucho papeleo y luego, a lo mejor, no lo certifica la Administración. Faltan laboratorios de homologación y a la Administración le entran dudas y es entonces cuando aplica la ley pura y dura. También sucede con nueva maquinaria. Prefieren que las casas comerciales se mojen y se gasten el dinero en lugar de juntarse a ver qué se hace", explica Francisco Ponce.
Los planes Renove tampoco han sido de gran ayuda últimamente. "Dan hasta el 50 por ciento de la financiación del tractor siempre con alguna exigencia, lo que es entendible, pero con la crisis no se han puesto en marcha. Lo hemos pedido siempre. La última vez que lo daban, era más el papeleo y el esfuerzo que lo que se percibía. Lo mejor es siempre renovar la maquinaria porque ahora, incluso, se detecta si el agricultor está bien sentado, hay sensores de detección..., pero con los precios de la fruta y sin Renove, se apura todo lo que se puede", añade Francisco Ponce.
La situación con la maquinaria y, sobre todo, con los tractores, es todavía más compleja cuando se producen los siniestros. "El perito cuando ha visto una modificación mínima que no es de fábrica, ya dice que no. En los accidentes de tráfico por carretera -el tractor suele utilizarse para el trayecto de casa al campo y viceversa-, la negativa es por defecto y, si hay un accidente laboral de un trabajador, se agarran a no pagar indemnización alguna", afirma el agricultor Francisco Ponce.
Aunque los agricultores y empresas agrarias suelen tener un seguro de responsabilidad civil, lo cierto es que "tenemos conocimiento de que las aseguradoras cuando ocurre un accidente muy grave o mortal pueden poner problemas si la empresa no cumple con la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y les solicitan el plan preventivo para verificar el cumplimiento de la misma", añade Sandra Muñoz, de Agropreven.
A todo ello hay que añadir que no siempre se emplean los elementos de seguridad. "Sí hay personas que llevan las medidas de protección, pero no se las ponen porque son incómodas, se rompen las ramas... El cinturón de seguridad, por ejemplo, no se usa porque hay que estar subiendo y bajando para soltar ramas. Hay mucha confianza en que no va a pasar nada. No se pone en práctica lo que se sabe, aunque se tenga formación. Se tiene más precaución cuando llevan trabajadores contratados", incide Francisco Ponce, de UAGA.
El tractor no es el único problema para frenar la siniestralidad. Otro de los factores que hace más difícil atajarla son los diversos cultivos y las diferentes labores a realizar en ellos, por lo que se han puesto en marcha diversas iniciativas. Un ejemplo de ello es la actividad desarrollada por COAG, en colaboración con Asaja y las secciones sectoriales de UGT y CCOO.
"Desde hace unos tres años nos estamos centrando en subsectores, porque antes los estudios eran más generalizados", explica Paz Martín, técnica de Prevención de Riesgos Laborales de COAG.
"Este año, hemos hecho cinco folletos en los que se han analizado riesgos en cada subsector como el viñedo, olivar, cultivos bajo abrigo, frutales y ganadería. Todos los subsectores tienen problemas y los riesgos son muchos y difíciles de controlar porque vienen por el clima, la maquinaria, la disparidad de terrenos, el trabajo rápido a destajo... En el sector se asume que hay riesgos que no se pueden evitar", añade Paz Martín, quien también pone el foco de atención en los problemas y enfermedades músculo-esqueléticas que se producen y que muchas veces no se contemplan a pesar de su alta incidencia.
Desde CEOE Aragón, a raíz de un convenio con el Gobierno aragonés para la prevención de riesgos laborales, también se está trabajando en esta línea para lo que se están llevando a cabo diferentes talleres para "ver las causas reales, más allá de lo que reflejan las estadísticas, y desarrollar metodologías de trabajo, porque el sector agrario tiene unas condiciones distintas. Además, muchos accidentes se contabilizan como caseros, aunque son derivados del trabajo como los que se pueden producir al arreglar la maquinaria", explica Loreto Beltrán, técnica de Prevención de Riesgos Laborales de CEOE Aragón.
Estos talleres ya han dado algunos resultados. Por ejemplo, en las explotaciones de cereal y alfalfa de Ejea de los Caballeros (Zaragoza) se ha observado que uno de los problemas más importantes son los aperos, porque "si pesa 1.000 kilos, el tractor no puede con él, no está preparado", mientras que en Alcañiz (Teruel) se ha observado que las mujeres extranjeras que trabajan en la recogida de fruta "intentan ahorrar todo lo que pueden, no se alimentan bien, y se producen muchos desmayos".
El problema de la temporalidad
La alta temporalidad es otro de los problemas del sector, al igual que el cerca del 25 por ciento de trabajadores extranjeros. Los empleados se contratan por campaña y "para cada una hay que hacer un reconocimiento al trabajador y es un gasto bestial al año", expone el agricultor Félix Bariain.
Este reconocimiento cuesta entre 45 y 50 euros, teniendo el hándicap de que, una vez hecho, la persona contratada, si consigue un salario mayor en otra finca, se va sin acabar la campaña, lo que también puede suceder cuando se ha invertido en formarles.
Precisamente, impartir los conocimientos es además complejo. "Si se contrata para tres días a un trabajador, hay que sacar tiempo para formarle y es algo prácticamente imposible porque se lleva casi un día de los tres", aclaran desde CEOE Aragón, que abogan por buscar mecanismos para que los trabajadores tengan una formación mínima.
Desde Agropreven también se quiere proponer al Magrama que se haga una normativa que beneficie al empresario y al empleado por la que "el trabajador sea el que tenga el conocimiento y la formación, que le sirva para trabajar en las explotaciones. Se hace en otros sectores", añade Félix Bariain.
A ello se añade una legislación obsoleta, su no aplicación a los trabajadores autónomos y normas que tratan igual a un agricultor con uno o dos empleados que a una empresa agrícola que contrata 200. De hecho, "el mayor problema es la propia normativa, ya que las peculiaridades del sector impiden su cumplimiento", apunta Sandra Muñoz, que reivindica una normativa específica: "Una posible herramienta podría ser la existencia de un convenio sectorial a nivel nacional que ayudara a regular determinados aspectos de la ley", destaca.