
La quesería, que celebra su décimo aniversario, ha construido una cava, La Cava de Mía, que reproduce las condiciones de una cueva natural, pero en la que se ha añadido la tecnología más avanzada para favorecer la implantación de una flora única y exclusiva en los quesos.
Esta cava, la primera de su género, tiene la particularidad de que permite reproducir las condiciones de una cueva natural haciendo uso de la tecnología más avanzada, de manera que es posible tener un control sobre la temperatura, humedad y aireación. Unas particularidades con las que se posibilita favorecer la implantación de una flora única y exclusiva en los quesos.
Quesos Sierra de Albarracín, que celebra su décimo aniversario, ha construido esta cava y ha comenzado además a desarrollar una línea de productos especiales dentro del proyecto que comenzó hace un año y que se centraba en crear un lugar para el queso en el que pudiera madurar de la misma manera que lo ha hecho desde tiempos inmemoriables, es decir, en contacto con la naturaleza y los materiales que de ella se extraen.
Durante todo este tiempo, se han realizado pruebas con diferentes formatos y texturas para controlar los tiempos de maduración y observar las posibilidades de este espacio, explican desde la empresa.
En La Cava de Mía, que se ha construido en piedra caliza obtenida del entorno, los quesos maduran sobre estanterías de madera de sabina y desarrollan una flora única y compleja compuesta por mohos, levaduras y bacterias, que les aporta su propia personalidad.
Aparte, los quesos son volteados diariamente y cambiados de sitio periódicamente para garantizar una alta homogeneidad en cada partida.
Además de las particularidades para el queso, La Cava de Mía es, arquitectónicamente, un espacio singular, estando representada por un símbolo extraído de una pintura rupestre de los Pinares del Rodeno.