
Instalación de paneles solares para sistemas de bombeo, comercialización de carne ecológica, recuperación de cereales y elaboración de nuevos vinos son algunos de los proyectos puestos en marcha a través de crowdfunding o crowdlending.
Crowdfunding o crowdlending son términos que están cada vez más implantados en el terreno económico y empresarial y, en menor medida, en el sector agrícola y ganadero. Sin embargo, en los últimos años, esta vía de financiación también se está abriendo paso en el campo para poner en marcha diferentes proyectos. Plataformas especializadas como Colectual o Verkami facilitan que estas iniciativas se hagan realidad bien a través de préstamos colectivos de inversores particulares o profesionales (crowdlenging) o por una serie de recompensas en especie que la persona recibe por su aportación económica que, en general, suele coincidir con el producto para el que se lanza la campaña de financiación determinada (crowdfunding). Son dos alternativas reguladas en la Ley 5/2015 de Fomento de la Financiación Empresarial.
"Una empresa nos solicita financiación con destino a inversión, desarrollo de negocio o circulante. Estudiamos la capacidad de devolución del préstamo por esa compañía y, si tiene capacidad, se cuelga en un marketplace en el que comienzan a entrar los inversores con aportaciones de dinero hasta que se alcanza el 100% de lo que ha solicitado la empresa. Cada inversor aporta desde 100 euros hasta la cantidad que quiera", ha explicado José María Ferrer, director general de Colectual, plataforma de financiación participativa con visión ética de los negocios dirigida a la financiación de pymes por préstamos colectivos o crowdlending.
Son préstamos que se formalizan por importes que oscilan según el proyecto, aunque de media las cantidades rondan los 60.000 euros, siendo aportados por entre 55 y 60 inversores. No obstante, se han realizado operaciones desde 5.000 a 300.000 euros. El sistema es sencillo. "Se formaliza el préstamo que puede ser de diferentes tipos como, por ejemplo, de un único vencimiento. La empresa paga la cuota y nuestro sistema informático distribuye a cada uno de los inversores el capital más los intereses de la operación que le correspondan. Si son pagos mensuales, el inversor va obteniendo la rentabilidad mensualmente", añaden desde Colectual.
Es un sistema que tiene varias ventajas para las empresas que recurren a esta vía, que suelen tener un perfil de unos cuatro o cinco años de vida y están empezando a obtener resultados positivos. "Es una financiación complementaria porque deja las vías abiertas del banco para otros proyectos al no computar en el feedback bancario. Aquí se formaliza el préstamo con cuotas que la compañía sabe desde el principio y no existe venta cruzada de productos o seguros, tarjetas, abrir una cuenta... Además, la operación se puede cancelar en cualquier momento sin coste ni penalización", ha incidido José María Ferrer, quien también señala que es una vía atractiva para el ahorrador-inversor ante el bajo rendimiento que se obtiene, en general, con los productos de inversión en la actualidad. "Con nuestros proyectos, se puede obtener una rentabilidad del 5,40% al año. También tenemos otros proyectos garantizados al 100% y con aval de una SGR con rentabilidades del 2,25%".
A pesar de estas ventajas, este tipo de financiación no es tan utilizado en el sector agrario y, en general en el tejido empresarial, como en otros campos como el transporte, que es uno de los más activos. Prueba de ello es que el crowdlending movió en Inglaterra un volumen de 7.500 millones de euros en 2017, cifra que gira en torno a los 150 millones en España. A través de plataformas como MyTripleA, se ha intermediado "un volumen en el sector agrario y sus derivados de 1.767.000 euros de los que 772.000 euros han sido para actividades relacionadas con el cultivo de tubérculos, raíces y hortalizas", ha señalado Jorge Antón, CEO de MyTripleA, quien añade que también se pide financiación para el transporte de agro-semillas, granjas porcinas o recolección y comercialización de trufas, entre otras iniciativas.
La implantación de estas vías de financiación alternativa también es desigual dentro de España. Cataluña es una de las comunidades más dinámicas, en parte, porque están allí las plataformas más pioneras como Verkami, especializada en crowdfunding y en la que se trabaja con "recompensas con productos, visita a instalaciones… Pueden ser diferentes cosas", ha manifiestado Jonás Sala, cofundador de Verkami. El sector agrario "no es la categoría más popular porque hay más proyectos en otras áreas como la música, juego o audiovisual", aunque se han puesto en marcha con éxito diversas iniciativas agrícolas en el sector del vino, aceite, cereales... sobre todo de personas jóvenes con espíritu emprendedor.
En general, el primer reto que "se lanza es mayor, pero una vez consolidado en la comunidad, es más fácil" al ser ya más conocidos, aunque también la clave radica en ofrecer "recompensas atractivas para los mecenas" para lo que Verkami ayuda a los impulsores de la iniciativa. "Les pasamos un feedback" para que sus propuestas funcionen bien tras haber recibido el proyecto.
No es una cuestión de dinero
La inactiva de acudir a crowdfunding o crowdlending no es solo una cuestión económica o de dificultad de obtener financiación a través de los canales tradicionales como la banca. Estas vías alternativas tienen otras ventajas que son muy valoradas por las empresas. "El banco nos estaba dando financiación, pero hablamos con Colectual y nos pareció interesante. En tres o cuatro días, habíamos alcanzado el objetivo de conseguir el 100%. Es más rápido que los bancos, más cómodo por no tener que ir a firmar a notarios... Es muy ágil", ha expuesto Alberto Loreto, de La Despensa del Regusto (venta de carne ecológica) y uno de los impulsores del proyecto Ecobonprofit, cuya actividad se centra en la venta online de carne ecológica de pollo, pavo, cordero, conejo, caballo... y productos elaborados como hamburguesas o nuggets.
El proyecto, que arrancó en el primer trimestre de este año, se impulsó con un préstamo participativo a través de Colectual en el que 43 ahorradores e inversores prestaron 20.000 euros para el plan de expansión, que comprende una actualización y mejoras en la web, así como un plan de desarrollo comercial. La carne, que se compra a las granjas, se está comercializando principalmente en Valencia donde cuentan con un punto de venta físico, así como a través de su web desde la que suministran el producto a toda España. "Para 2020, igual recurrimos a esta financiación para ampliar los puntos de venta físicos".
Involucrar a la sociedad
El crowdlending también es otra vía de financiación que permite involucrar a la sociedad en temas medioambientales y de sostenibilidad. La empresa valenciana Greenb2e, consiguió a través de inversores particulares -un total de 27 aportaciones de entre 1.000 y 3.000 euros-, y de profesionales un préstamo participativo de 40.000 euros captados a través de Colectual para invertirlos en proyectos de energías renovables como, por ejemplo, la instalación de un piloto de bombeo solar para la extracción o impulsión de agua de riego.
"Ya llevábamos tiempo hablando con Colectual, que nos lo propuso por el interés de los inversores por la sostenibilidad. Nos pareció interesante. Es más rápido y ágil porque la respuesta se obtuvo en pocas horas y las condiciones financieras eran similares o mejores que en una entidad bancaria. El inversor recibe la rentabilidad (en torno al 6,5%) y también contribuye a la sostenibilidad y a frenar el cambio climático", ha incidido Miguel Pelegero, director de Desarrollo de Negocio y Operaciones de Greenb2e.
La prueba piloto de este proyecto se está llevando a cabo en la localidad de Argamasilla de Alba, en Ciudad Real, para sustituir motores diésel por placas fotovoltaicas y proveer de energía eléctrica a las bombas de extracción de agua para regadíos de las explotaciones agrarias. Una solución que permitiría acabar con el problema de algunos agricultores en cuyos campos no pueden -por no ser factible o rentable-, tener una instalación eléctrica convencional, pero que también permite valorizar las emisiones de CO2 gracias al empleo de las placas solares y la conversión de los kWh producidos a toneladas de dióxido de carbono evitadas para lo que se emplea una metodología propia de la empresa, que está avalada por la certificadora DNV.
En concreto, se ha comenzado con una instalación de 54 placas solares en una explotación de viñedos. "Ahora ya estamos en la fase de blockchain" para crear con esta tecnología un token por cada tonelada de CO2 evitada y ponerla a disposición del mercado secundario para las compañías que quieran o necesiten compensar sus emisiones de CO2 con la compra de estos tokens.
Más visibilidad y menos costes
Tener más visibilidad es una de las principales ventajas que ven los impulsores del proyecto 'El Blat al Sac', creado en Cardedeu (Barcelona) y centrado en hacer harina ecológica y de proximidad en campos certificados y pasta seca, contribuyendo a la recuperación de paisajes agrarios para la alimentación de las personas y al fomento de una alimentación consciente y comprometida con la economía local. "Necesitábamos financiación para el inicio. No teníamos muchos gastos, pero sí en publicidad. En Cataluña, es muy conocido el crowdfunding y lanzamos el proyecto", ha manifestado Jordi Bonet, uno de los tres socios de esta iniciativa que ha conseguido la financiación a través de Verkami.
La ventaja es que "es una financiación que aporta también publicidad. Se viraliza porque una persona recibe el proyecto, lo envía a otras, que lo envían a otras 1.000 personas... Es una experiencia enriquecedora no solo desde el punto de vista de la financiación, sino también para darlo a conocer". De hecho, se consigue ahorrar en recursos económicos al invertir menos en publicidad en comparación con la cantidad que habría que destinar a este fin con la financiación bancaria. "Se matan dos pájaros de un tiro. Además, en nuestro caso, es un proyecto simpático y somos muy conocidos en el pueblo", ya que este proyecto es fruto de dos iniciativas que están funcionando como Esbioesfera, Escuela de autosuficiencia & Ecorestaurant, y Horta Cal Cerdà Ecològica. Esto contribuyó a que la campaña fuera un éxito, superando los objetivos de financiación para lo que se ofrecían recompensas a través del producto ya acabado, lotes de verduras con pasta... "Necesitábamos 2.800 euros. La campaña se superó y llegamos a 3.500 euros".
Esta financiación ha permitido que se alquilaran los terrenos para plantar variedades de harina para pan y pastas como espelta, trigo duro o egipcio. Una producción que se ha mantenido constante y ahora, para que el proyecto sea viable, "necesitamos cambiar de escala, obtener maquinaria..." Un paso que se ha planteado -no tienen fecha todavía-, pero para el que no se descarta recurrir otra vez al crowdfunding.
Más visibilidad es también la principal ventaja que ve Rubén Salamanca, impulsor con Elisa de Frutos, del proyecto Vinos Nómadas, que se centra en dar a conocer las diferentes variedades de uva de distintas zonas (garnacha tintorera, rufete, godello...) a un público que no es del mundo del vino y que quiere conocer "a qué saben esas uvas, descubrir variedades nuevas en su máxima expresión de manera sencilla", incide Rubén Salamanca.
Para este proyecto, se ha recurrido al crowdfunding a través de Verkami, percibiendo las personas interesadas una recompensa equivalente a su aportación económica en botellas de vino, además de otros regalos, visitas a la bodega… La primera de las campañas se puso en marcha en 2013 y fue más complicada porque "hasta el último minuto no sabíamos si iba a salir adelante. En el resto, en diez días hemos, conseguido los objetivos. La gente es fiel".
El crowdfunding ha favorecido que Uvas Nómadas sea una realidad y tenga más visibilidad. "Es una especie de marketing porque damos a conocer nuestros vinos. No es una iniciativa para ganar dinero, pero siempre ganamos porque trabajamos con variedades con las que no lo hacemos habitualmente y que gustan a las personas, que se quedan con nuestras referencias o marcas previas" y de su bodega Vinos Malaparte, en Cuéllar (Segovia) en la que trabajan desde 2004.