Durante las últimas décadas, el envejecimiento de la población en España ha dejado de ser una tendencia para convertirse en una realidad incuestionable. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), más del 20 % de la población española supera los 65 años, y se prevé que este porcentaje continúe en aumento en los próximos años.
Esta transformación demográfica ha puesto en el centro del debate la atención a las personas mayores, no solo desde el punto de vista sanitario, sino también social y estructural. Las residencias de mayores han pasado a desempeñar un papel fundamental como espacios especializados en proporcionar atención integral, acompañamiento y dignidad en esta etapa vital. No obstante, también enfrentan retos crecientes: la demanda de plazas, la calidad asistencial, los recursos humanos y el necesario equilibrio entre asistencia médica y bienestar emocional.
La conversación sobre la situación de las residencias se reactivó tras la reciente investigación abierta en un centro de atención a mayores en Málaga, donde la Fiscalía examina presuntas negligencias relacionadas con la atención sanitaria. Este tipo de casos, aunque puntuales, subrayan la importancia de establecer mecanismos de supervisión más rigurosos y refuerzan la necesidad de transparencia en la gestión de los centros.
En paralelo, la Administración pública ha comenzado a explorar reformas del modelo tradicional de residencia, apostando por formatos más personalizados y centrados en el usuario. Se habla, por ejemplo, de "unidades de convivencia" que imitan entornos hogareños, rompiendo con el modelo hospitalario que aún prevalece en muchos centros del país.
ATENCIÓN INTEGRADA
En este contexto, una residencia en Banyoles representa un ejemplo de cómo abordar este reto con una visión centrada en la calidad humana y el entorno cercano. Este tipo de centros ofrecen servicios especializados y atención personalizada para personas mayores que requieren apoyo diario, pero sin renunciar a su autonomía ni a sus preferencias individuales.
Este tipo de centros prioriza el bienestar emocional junto al cuidado físico. Además, se preocupan por promover y organizar actividades que estimulan la mente, fortalecen los lazos sociales y mejoran la autoestima de los residentes. La cercanía con el entorno familiar y la integración con la comunidad local son también elementos valorados tanto por las familias como por los profesionales del sector.
En Sabadell, la oferta de residencias para mayores ha crecido en los últimos años como respuesta a la creciente demanda en el área metropolitana de Barcelona. Las residencias en Sabadell muestran cómo es posible compaginar una atención sanitaria competente con un entorno acogedor.
En estos espacios, la atención personalizada se convierte en el eje de la intervención: se valora la historia de vida de cada persona, sus rutinas previas, su grado de autonomía y sus necesidades particulares. Todo ello sin perder de vista la importancia de contar con equipos multidisciplinares que integren enfermería, fisioterapia, psicología y animación sociocultural.
Además, la ubicación urbana de muchas de estas residencias permite una comunicación fluida con los familiares, quienes pueden participar en la vida cotidiana del centro, favoreciendo el vínculo emocional y reduciendo el sentimiento de aislamiento, uno de los principales factores de riesgo en esta etapa de la vida.
Otro ejemplo en la atención residencial a mayores está en el barrio de Horta, en Barcelona. Allí, propuestas como las que ofrecen las residencias en Horta destacan por su enfoque de proximidad y por integrar el cuidado en el tejido urbano del vecindario.
Los centros de este tipo apuestan por un modelo residencial que favorezca la independencia, con espacios pensados para la movilidad reducida, zonas comunes adaptadas, jardines accesibles y programas de estimulación cognitiva. El objetivo no es solo atender, sino también acompañar y empoderar a las personas mayores en su día a día.
Este modelo de cercanía, tanto física como emocional, permite a los residentes mantenerse vinculados a su entorno habitual, lo que repercute positivamente en su estado de ánimo y en su percepción de seguridad. Además, refuerza los lazos con los servicios sociales y de salud de la zona, agilizando intervenciones cuando son necesarias.
TRANSFORMACIÓN
Los ejemplos anteriores muestran iniciativas que ya están en marcha, pero la necesidad de una transformación estructural del modelo residencial en España es compartida por profesionales, familiares y responsables públicos. No se trata solo de aumentar el número de plazas, sino de repensar cómo, dónde y para quién se diseñan estos espacios.
Organismos como la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología proponen avanzar hacia modelos basados en la atención centrada en la persona (ACP), que ponen el foco en la dignidad, la autonomía y la calidad de vida del residente como principios fundamentales. Este enfoque requiere inversión, pero también formación específica del personal, revisión normativa y voluntad política.
Frente a un escenario donde el envejecimiento será progresivo y sostenido, es necesario articular políticas públicas. La coordinación entre administración, sector privado y comunidad será clave para que las residencias no solo respondan a una necesidad urgente, sino que se conviertan en verdaderos hogares para quienes las habitan.
Todo ello implica una reflexiónsobre el tipo de sociedad que queremos construir y sobre cómo valoramos la etapa vital de quienes nos precedieron. Integrar los centros en la comunidad, fomentar el voluntariado intergeneracional y reconocer la experiencia acumulada de los mayores son también parte de la solución.