Hace un mes, los rebeldes del Partido Conservador británico decidieron aplazar su rebelión por la ley para deportar solicitantes de asilo a Ruanda y dejar al primer ministro, Rishi Sunak, comerse el turrón en Downing Street con cierta tranquilidad. Pero la fecha de la verdad ha llegado finalmente, y el Reino Unido está atento de nuevo a la enésima crisis interna de los tories en lo que va de legislatura. Un total de 70 diputados amenazan con tumbar al Gobierno justo cuando queda menos de un año para las próximas elecciones, y desatar otros meses de caos en un país adicto a las crisis políticas desde hace una década.
La causa de este nuevo embrollo es un proyecto de ley para deportar a solicitantes de asilo a Ruanda. El ex primer ministro Boris Johnson presentó este plan hace dos años, en medio de las denuncias por el escándalo de las fiestas ilegales en Downing Street durante el confinamiento, y se ha convertido en una obsesión para el partido.
El pasado mes de noviembre, el Tribunal Supremo británico tumbó el acuerdo firmado por los dos gobiernos al considerar que Ruanda no es un país seguro y que los refugiados podrían sufrir allí la misma persecución por la que huyeron a Reino Unido. En respuesta, Sunak presentó un proyecto de ley para obligar a los tribunales a aceptar esas deportaciones sin poder alegar que Ruanda no es un país seguro. Pero estos 70 diputados querían ir más allá y eliminar cualquier resquicio: en la práctica, pretendrían ignorar los tratados sobre refugiados firmados por Gran Bretaña y al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, un movimiento que el propio Gobierno de Ruanda se negó a aceptar al considerarlo "contrario al derecho internacional".
En la sesión del martes se votó la enmienda clave que cerraría cualquier rendija por la que los refugiados podrían evitar ser deportados. Solo 70 diputados votaron a favor (60 Tories, 2 exconservadores expulsados del partido y los 8 unionistas norirlandeses), pero esa cifra puede volverse como un bumerán en contra de Sunak. Este miércoles se vota si se aprueba la ley sin esas enmiendas, ya rechazadas, y con que la mitad de esos rebeldes votaran en contra del texto junto con toda la oposición bastaría para tumbar la ley. Una derrota que no se ha visto desde 1977 y de la que Sunak difícilmente podría salir indemne tras haberse jugado su capital político.
Miedo a la catástrofe
Todas las miradas estarán puestas en esa votación de este miércoles. Sunak necesita lograr convencer a la mayoría de esos rebeldes de que esa ley, aunque no sea todo lo dura que quieren, es mejor que nada. Y una quincena ya han dicho estar dispuestos a llegar hasta el final: hasta dos vicepresidentes del Partido Conservador han dimitido de sus cargos en la dirección orgánica para poder votar en contra del Gobierno. Si finalmente Sunak no logra un acuerdo de última hora y acaba perdiendo, parece inevitable que la consecuencia sea un adelanto electoral o una nueva moción de confianza contra un líder conservador.
Sunak ha dicho ya que su objetivo es celebrar comicios en la segunda mitad del año, probablemente el 14 de noviembre. Pero si su Gobierno estallara, ganaría enteros la posibilidad de celebrarlas en mayo, junto a las elecciones municipales en varias zonas de Inglaterra. La alternativa es que el Partido Tory desate su enésima guerra interna y decida si hace unas nuevas primarias para designar un nuevo candidato, o si sigue adelante con un Sunak tocado.
El pánico que sobrevuela a los diputados conservadores es el de un hundimiento histórico en las próximas elecciones. Todas las encuestas publicadas desde hace dos años -más de 600 a estas alturas- apuntan a un descalabro sin precedentes, por un margen de unos 20 puntos frente a los laboristas, y las elecciones parciales celebradas en este tiempo han dejado una larga ristra de derrotas históricas de los conservadores en feudos en los que habían arrasado en las generales de 2019.
Este lunes, el medio conservador Daily Telegraph publicó un gran análisis en el que indica que, en el mejor de los escenarios posibles con las encuestas actuales, sufrirían una derrota peor que la que vivieron en 1997, cuando Tony Blair les condenó a 13 años de oposición. Y en el peor de los escenarios, según añadieron otros analistas en base a esos mismos datos, podrían pasar de los 360 escaños de 2019 a apenas una treintena, un derrumbe con muy pocos precedentes en una democracia moderna.
El problema del partido es que las fugas que sufre son difíciles de arreglar: más de un millón de sus votantes han muerto en esta legislatura -una consecuencia de que sus votantes se concentren de forma exagerada entre los mayores de 65 años-, y el resto de los que no se plantean volver a votarles se dividen entre los que han pasado a la izquierda (a laboristas y liberales) y los que se han ido a la derecha populista de Reform UK. Contentar a ambas alas es incompatible entre sí, lo que deja a Sunak rodeado por gente que le pide 'tapar' la brecha en uno de los dos lados a costa de empeorar las fugas por el otro, y los que le piden seguir en tierra de nadie, enfadando a ambos. El Partido Conservador lleva años viendo a su partido dirigirse hacia un barranco a cámara lenta sin que hayan sido capaces de cambiar de rumbo. Este miércoles se sabrá si intentan un último volantazo o si prefieren acelerar y acabar con el sufrimiento.