Hace algo más de un año desde que cayera la breve Liz Truss y el Partido Conservador británico ya no puede contener sus ansias de rebelión. Acosado por unas encuestas que siguen siendo igual de terroríficas que cuando cayó Boris Johnson, el actual primer ministro, Rishi Sunak, vuelve a jugarse el cargo este martes, en una votación impredecible sobre un proyecto de ley para deportar refugiados a Ruanda. Un proyecto al que Sunak ha atado su futuro político, y que ha levantado un fuerte rechazo a ambos lados del espectro político: un paso hacia una potencial dictadura para la izquierda y el ala más institucional del partido Tory, y un parche que no va lo suficientemente lejos para la derecha más dura.
Sunak llegó al Gobierno hace un año tras el caótico mes y medio de Liz Truss, prometiendo reconducir la crisis financiera que había desatado la malhadada primera ministra con su 'minipresupuesto' y devolver a "los adultos" a la sala de reuniones del Gabinete. Pero el primer líder hindú del país no ha logrado sacar al Reino Unido del estancamiento económico, con una de las inflaciones más altas de toda Europa occidental; ni rescatar el Servicio Nacional de Salud, con una grave falta de fondos; ni bajar impuestos, en máximos desde la II Guerra Mundial; ni resolver una larga lista de problemas que los ciudadanos vienen señalando insistentemente en las encuestas como las principales tareas del Ejecutivo.
Los sondeos llevan dos años apuntando insistentemente a una victoria aplastante de los laboristas en cuanto se celebren elecciones, que deben convocarse como fecha límite el próximo 17 de diciembre de 2024. Y las votaciones parciales para renovar escaños vacantes celebradas en este tiempo llevan registrando una ristra de derrotas históricas de los 'tories' en feudos que dominaban desde hace décadas o incluso siglos, lo que apunta a que las encuestas van en la buena dirección y que hasta sus bases más firmes están abandonando al partido en masa.
La solución de Sunak para evitar esta sangría ha sido centrarse en uno de los pocos problemas que quedan: la inmigración. Los Conservadores llegaron al poder en 2010 prometiendo reducir la llegada neta de inmigrantes (descontando la marcha de británicos) a "menos de 100.000" al año. La cifra de 2022, anunciada el pasado 23 de noviembre, fue de 745.000, un récord histórico, ayudado por la salida del país del acuerdo europeo de Dublín con el que los miembros de la UE se reparten la migración. En otras palabras, el Brexit no solo no ha solucionado el problema -como prometían los 'brexiters' como Sunak- sino que lo ha empeorado.
La idea original propuesta por Johnson fue firmar un acuerdo con Ruanda para deportar allí a unos 200 refugiados, escogidos al alzar entre los cientos de miles de solicitantes que llegan a Reino Unido a través del Canal de la Mancha, con el objetivo de 'asustar' al resto con la amenaza de que un minúsculo puñado de ellos podrían acabar en un vuelo de vuelta con destino a África. Ruanda, a cambio, se llevaría más de 200 millones de libras -a cerca de un millón por acogido- y podría enviar sus propios solicitantes a Inglaterra.
Pero el pasado 15 de noviembre, el Tribunal Supremo británico tumbó el acuerdo, al considerar que Ruanda no era "un país seguro" al que mandar a los inmigrantes y que ese tratamiento de solicitantes de asilo violaba numerosos tratados internacionales y leyes nacionales, como el Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH), la Convención Internacional del Refugiado o la Ley de Derechos Humanos británica.
Ruanda mostró su preocupación porque el Reino Unido podría dejar de "respetar la ley internacional" con este proyecto
Como respuesta, Sunak presentó un proyecto de ley que obligaría al Supremo a considerar a Ruanda como "país seguro" aunque no cumpliera los requisitos para obtener tal definición, y que suspendería la aplicación de las leyes y tratados internacionales de derechos humanos firmados por el Reino Unido sobre los inmigrantes que fueran escogidos para ser deportados. Según afirmó, el propio Gobierno de Ruanda advirtió de que la ley no podría ir más lejos porque Ruanda estaba "preocupada por el respeto a la ley internacional".
Pero ese plan no ha contentado ni a la oposición externa ni a la interna 'tory'. Los laboristas, liberales y nacionalistas escoceses han advertido de que aprobar leyes que retiren selectivamente los derechos de personas designadas por el Gobierno y que aten las manos de los tribunales es el primer paso antes de ir a una dictadura. Además, recuerdan que los Acuerdos de Paz de Viernes Santo en Irlanda del Norte dependen de la aplicación del CEDH, por lo que una ruptura parcial pondría aún más en peligro la inestable situación en la provincia.
Los más duros ponen sobre la mesa otra moción de censura interna y el reemplazo de Sunak a un año de las elecciones
Mientras, por el otro lado, el ala más dura de los conservadores ha criticado que el proyecto "no va lo suficientemente lejos", apuntando a que tiene "muchos agujeros" por los que los refugiados podrían apelar contra su deportación. "La solución es parcial e incompleta", señaló el diputado Bill Cash, el líder de este grupo, en un documento analizando el texto. En su opinión, "hacen falta enmiendas muy significativas", por lo que sería mejor "retirar la ley y presentar una nueva".
El resultado es que Sunak llega a la votación del martes con su capital político apostado a esta ley. Si pierde, las voces de su entorno están sugiriendo una convocatoria adelantada de elecciones, con una campaña centrada exclusivamente en el tema de la inmigración en un intento de que se hable lo menos posible de sanidad, economía o servicios públicos. Pero en el ala derecha del partido también están amenazando con presentar una moción de censura interna contra Sunak y poner a un nuevo líder de perfil más duro para el último año que queda.
Lo más absurdo de toda esta crisis es que la Cámara de los Lores podría vetar este proyecto: si votan en contra, como es probable dado que los 'tories' no tienen mayoría en la Cámara Alta, el Gobierno no podría levantar el veto hasta pasados 13 meses. Y solo quedan 12 de legislatura, por lo que ya es demasiado tarde para sortearlo. Una votación sobre un proyecto de ley con una alta probabilidad de caer por el camino puede tumbar a un Gobierno, en la enésima sangría interna de unos 'tories' que cada vez ven más de cerca el abismo electoral.