El debate sobre las técnicas de memorización y los modelos de educación en sí mismos está más vivo que nunca, ya sea para menores como para opositores.
Parece claro que muchas veces lo que aprendemos en un momento dado se nos olvida con el paso del tiempo o solo somos capaces de retenerlo para un examen. Contra esto, y para cerciorarnos de haber aprendido algo de verdad, está la técnica Feynman, desarrollada por Richard Feynman, ganador del Nobel de Física en 1965.
Feyman, fallecido en 1988, fue pionero en el campo de la electrodinámica cuántica, reinventó nuestra comprensión de la física de partículas gracias a su representación visual de las partículas subatómicas y, más allá de la física teórica, fue una figura influyente en el Proyecto Manhattan, escribió un informe detallado sobre las causas del desastre del transbordador espacial Challenger y tenía una increíble capacidad para comunicar ideas complejas con claridad y sencillez.
Pero no fue su inteligencia innata lo que hizo a Feynman tan brillante (al menos, según él mismo). Más bien fue su método sistemático de entender, simplificar y explicar conceptos difíciles lo que contribuyó mucho más a su éxito final.
Ese es el método que se conoce ahora como "la técnica Feynman".
4 pasos para aprender algo, comprenderlo y retenerlo
La técnica Feynman se basa en la idea de que una de las formas más eficaces para mejorar nuestra comprensión es imaginar que estamos enseñando la materia a alguien que no tiene ni idea del tema, como un niño pequeño.
De este modo, nos obligamos a explicar lo que pensamos y evitamos pasar por alto temas que no entendemos lo suficiente.
Se divide en cuatro pasos:
1. Identificar el tema
El primer paso consiste en elegir un tema que hayamos estudiado recientemente y/o un tema sobre el que nos gustaría poner a prueba nuestros conocimientos y comprensión. Puede ser, literalmente, el tema que queramos.
Esto hace que el aprendizaje sea específico: nos centramos en un tema, no en toda una asignatura. Así sabemos exactamente lo que tenemos que saber o aprender.
2. Enséñaselo a un niño
Imaginemos que estamos enseñando y explicando el tema a un niño pequeño o a alguien que nunca se ha enfrentado a él. La clave es la sencillez: explicar el concepto con un lenguaje sencillo. No se limite a definir el concepto, sino que, si se trata de un concepto matemático, por ejemplo, trabaja con ejemplos para mostrar cómo funciona el concepto en la práctica.
El error clásico es tratar el aprendizaje como un proceso pasivo. La relectura y el subrayado son técnicas de aprendizaje muy populares, pero en gran medida ineficaces porque no nos implicamos con el material de forma significativa. Enseñar, en cambio, es un método activo de aprendizaje mucho más eficaz. Al fin y al cabo, no podemos enseñar algo sin antes entenderlo bien.
3. Identifica las lagunas de conocimiento
En el tercer paso, tenemos que identificar las áreas que nos han resultado difíciles de explicar o que hemos tenido que consultar en nuestros apuntes o libros de texto para refrescar nuestros conocimientos. Si hemos tenido que utilizar algún término técnico en nuestra explicación, debemos retarnos a nosotros mismos a descomponer esos términos en componentes más sencillos.
Es una forma activa de aprender. Al identificar nuestros puntos débiles, aprendemos de forma más intencionada. En lugar de repasar lo que ya sabemos (como hacemos cuando releemos, subrayamos y resumimos), centramos automáticamente nuestra atención en los temas que requieren más trabajo.
El aprendizaje así además es iterativo: es imposible recordar un tema si sólo lo estudiamos una vez. Sin embargo, la técnica Feynman recompensa la repetición. Al enseñar un tema y rellenar las lagunas de conocimiento varias veces, es más probable que codifiquemos este conocimiento en nuestra memoria a largo plazo.
4. Simplifica de nuevo para finalizar
El último paso de la técnica Feynman consiste en reescribir la explicación de un tema en términos más sencillos. Esto suele implicar reorganizar nuestros pensamientos para que la explicación fluya de forma más natural, terminar pensamientos incompletos y encontrar ejemplos más sencillos para desglosar ideas complejas.
Así, si somos capaces de enseñar a alguien un tema que antes nos parecía confuso, aumentamos nuestra confianza y nos animamos a aprender aún más.