La desolación cubría el rostro de decenas de trabajadores de la fábrica de Cascajares en la localidad palentina de Dueñas antes de que el Sol apareciese en el horizonte en un jueves aciago para la industria agroalimentaria española. Con el rostro en muchos casos cubierto de lagrimas, quienes habían dedicado una buena parte de su vida a producir los famosos capones que se han hecho imprescindibles en muchas mesas de nuestro país veían a los equipos de Bomberos empeñarse a fondo sobre un amasijo de hierros humeantes.
El temor a que los daños fuesen irreparables pronto fueron confirmados por Alfonso Jiménez Rodríguez-Vila, uno de los fundadores y CEO de la compañía: se ha perdido absolutamente todo.
El incendio de un motor sobre las cuatro y media de la madrugada se propagó rápidamente por el resto de las instalaciones. Cuando llegaron los bomberos solo se podía evitar ya que las llamas se propagasen a una nave contigua.
Cascajares representa uno de los mayores éxitos del emprendimiento empresarial en nuestro país. Su historia comenzó allá por 1994 cuando dos jóvenes de apenas 19 años, Alfonso Jiménez y Francisco Iglesias, decidieron dedicarse a la cría de capones. La mala marcha del negocio no les hizo desistir y decidieron cocinarlos y enlatarlos para venderlos como un plato preparado. Su consagración llegó poco después cuando tras más de 29 reuniones lograron que su capón relleno fuese incluido en el menú del banquete de bodas del entonces Príncipe de Asturias y Doña Letizia. A partir de ahí, el éxito fue arrollador y obligó a sucesivas ampliaciones del negocio para años después triunfar en el mercado americano con una planta en Canadá. El pasado año la compañía, con un centenar de empleos directos e indirectos, facturó 10 millones de euros.
Ayer el miedo a un futuro incierto golpeaba de nuevo a toda una comarca. Como ya había ocurrido en Burgos en 2014 cuando el fuego devoró una planta de Campofrío. Los trabajadores atravesaron el periodo entre el incendio y la reapertura de la nueva planta entre expedientes de regulación de empleo y recolocaciones en otras plantas del grupo cárnico.
Campofrío levantó la nueva fábrica sobre las cenizas de la anterior. El incendio tuvo un impacto aproximado de 313 millones de euros aunque dio paso a la factoría más moderna del grupo agroalimentario.
No ha sido el único caso. El fuego se ha cebado también con otras empresas agroalimentarias de nuestro país. Idiazábal, Embutidos Rodríguez, la cooperativa Cobadú (principal empresa de Zamora en facturación) vieron cómo las llamas acababan en pocas horas con el esfuerzo de muchos años.
Ave fénix
En todas los casos ha habido un final feliz y se ha vuelto a la actividad. Ese espíritu de "ave fénix" también sobrevuela con fuerza en Cascajares. "Somos una empresa querida porque hemos hecho las cosas con cariño y lo vamos a seguir haciendo. Las llamas han arrasado con todo menos con dos grandes cosas; nuestro equipo y la marca, que están más fuertes que nunca. Haremos un Cascajares mejor en tiempo récord", aseguraba ayer Alfonso Jiménez.
Para ello cuentan con el apoyo de las administraciones. Pocas horas después del incendio, la Junta de Castilla y León aprobó la declaración de especial y excepcional trascendencia y urgente actuación para Cascajares, lo que permitirá habilitar líneas de ayuda, complementos salariales para los trabajadores abocados al ERTE o reducir a la mitad los trámites burocráticos necesarios.
También con la solidaridad. Numerosos miembros de Empresa Familiar, asociación a la que pertenece la compañía y de la que Alfonso Jiménez fue presidente, ya ha puesto a su disposición sus fábricas para producir los capones 'reales' hasta que la nueva planta esté en marcha.