La Reina Isabel II ha fallecido este jueves, a los 96 años de edad, en el Palacio de Balmoral (Aberdeenshire, Escocia). La monarca llevaba meses en reposo, apenas había participado en las celebraciones de sus 70 años en el trono y no había asistido a la apertura de la nueva sesión del Parlamento el pasado mes de mayo, la primera vez que eso ocurría en su reinado. Este mismo martes, la Reina pidió a la nueva primera ministra, Liz Truss, que se desplazara hasta Escocia para jurar su cargo, ante la incapacidad de desplazarse ella misma hasta Londres.
Las noticias de la mala situación de salud de la soberana sacudieron al país desde la mañana del jueves, cuando Truss tuvo que interrumpir la sesión de la Cámara de los Comunes en la que anunciaba las medidas para congelar las facturas de la luz. En cuestión de minutos, Truss, el líder de la oposición y varios ministros abandonaron la sala, antes de que el presidente, Lindsay Hoyle, leyera el comunicado que informaba de que la Reina estaba "bajo supervisión médica" por la gravedad de su estado.
El fallecimiento de Isabel II da comienzo a 12 días de luto, con una serie de eventos descritos en la llamada 'Operación Unicornio', dado que su muerte se ha producido en Escocia y no en Londres. La Reina descansará en el Palacio de Holyrood, y será el Parlamento y el Gobierno de Escocia los que instalen la capilla ardiente en Edimburgo, antes de su traslado a Londres los próximos días. De entrada, este viernes será festivo y la bolsa cerrará en señal de duelo. Su hijo mayor, el ya Rey Carlos III, celebrará su coronación en la Cámara de los Lores de Londres una vez terminen las ceremonias de despedida.
Un reinado histórico
Los 70 largos años de reinado de Isabel II son ya parte de la Historia de la humanidad. En ese tiempo, Reino Unido pasó de poseer uno de los mayores imperios jamás vistos a liderar una comunidad, la Commonwealth, de la que ella era prácticamente el mayor nexo de unión restante. En total, fue en algún momento la jefa de Estado de 33 países independientes, y seguía siéndolo de 15 hasta su muerte. El último país en convertirse en república fue Barbados, el año pasado, y las miradas están puestas en Australia, cuyo nuevo primer ministro, el laborista Anthony Albanese, nombró a un secretario de Estado para la República en su Gobierno.
En Reino Unido, los cambios vividos durante su etapa han sido igualmente históricos. En su primer año en el trono, Londres sufrió el "gran smog", cinco días en el que el humo del carbón, la gasolina y la humedad se conjuraron para inundar la capital en una niebla tóxica que mató a miles de personas. Desde entonces, el carbón ha pasado de producir el 88,5% de la energía al 6,5%, el PIB del país ha crecido un 330%, la riqueza per cápita ha pasado de 7.500 libras a 32.500, la asistencia universitaria se ha multiplicado por 25 y la deuda pública, sorprendentemente, ha caído del 165% del PIB al 94,5%.
Entre medias, 15 primeros ministros, una entrada y una salida de la Unión Europea, cuyas consecuencias se siguen pagando hoy. El Reino Unido es todavía, como dijo Dean Acheson en 1962, "un país que ha perdido un imperio pero aún no ha encontrado un papel" en el mundo. Y eso que ha vivido de todo: una economía nacionalizada, con el Laborismo de mitad de siglo; la crisis del "hombre enfermo de Europa", con huelgas y apagones constantes en los años 70; la revolución liberal de Margaret Thatcher con el 'big bang' financiero de los 80 y los 90; la crisis de 2008 y la austeridad de los años posteriores. Y su nuevo Gobierno, nombrado apenas dos días antes de su muerte, que está aún intentando decidir si quiere ser liberal o si prefiere seguir el camino del intervencionismo y la nacionalización para frenar la crisis energética.
El mayor problema es que el país aún no ha logrado digerir el declive de su poder económico. La bolsa de Londres solo supone un 3,9% de todas las acciones mundiales, el país ha dejado de ser un líder mundial de la industria, la salida de la UE ha impuesto muchas trabas al comercio con sus países vecinos, y poco queda de la potencia militar que una vez fue. De hecho, la gran pregunta es si Carlos III podrá mantener unidos a los cuatro estados que forman el país: la magia de la Reina, la figura más querida por los británicos y un icono mundial, ya no estará ahí como gran símbolo del Reino Unido.