Juanma Moreno arrasa en las elecciones andaluzas y logra mayoría absoluta. Una victoria histórica. En todas las provincias. Incluso en Sevilla, dónde no había ganado nunca. Un triunfo del talante moderado y centrista de Moreno que, además, lanza a Alberto Núñez Feijóo y al PP en su carrera hacia la Moncloa, y aleja el fantasma incómodo para los populares de los gobiernos compartidos con Vox.
El PP consigue así el objetivo colateral de reforzar el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, plantear su modelo como alternativa al de Pedro Sánchez.
La receta de moderación, bajada de impuestos, simplificación administrativa y ambición para liderar el progreso de España consagran su éxito y van a ser el modelo para el PP a nivel nacional.
Hasta ahora el techo popular en Andalucía lo tenía Javier Arenas en 2012, con 50 parlamentarios y una amarga victoria en 2012. Ahora el PP pasa de 26 a 58 escaños.
El PSOE
La otra cara de la moneda es la del PSOE, que sufre una dolorosa derrota en su principal feudo. Lejos de cualquier posibilidad de victoria.
El PSOE partía con el objetivo de mantener al menos el suelo de un millón de votos y 33 escaños de Susana Díaz en 2018. Unos registros de mínimos para un partido que ha ganado en cinco ocasiones con mayoría absoluta en Andalucía, y que había sido la fuerza más votada en 10 de las 11 autonómicas celebradas hasta este domingo (perdió las de 2012, con Arenas de ganador, pero pudo gobernar con IU). No pudo ni siquiera igualar los resultados de hace cuatro años de Susana Díaz.
Los resultados del PSOE también repercuten en la política nacional. El presidente del Gobierno ha estado muy implicado en la campaña apoyando a un candidato aupado desde Ferraz para desbancar a Susana Díaz. El despliegue de ministros y promesas electorales realizadas desde el ejecutivo central en Andalucía ha sido intenso estas últimas semanas.
Pero la presencia de líderes nacionales socialistas en campaña tampoco ha ayudado siempre a su marca andaluza. Con viento en contra para Pedro Sánchez y su ejecutivo, se han producido además notables meteduras de pata rematada por la reivindicación de Rodríguez Zapatero de las figuras de Griñán y Chaves, condenados por los ERE y cuya sombra había sido evitada por Espadas obsesivamente.
Espadas ha insistido siempre que su proyecto era a medio plazo, por lo que no se sentía obligado a dejar su puesto si no se mejoraban los resultados de las últimas elecciones con Susana Díaz como cabeza de cartel.
En las primeras impresiones conocidas en la noche electoral, el interés de los líderes del PSOE era establecer un cortafuegos para limitar los daños a Andalucía y que no llegasen a Ferraz y mucho menos a Moncloa.
Una victoria que superó a las encuestas
Desde el inicio de la todas las encuestas fueron muy favorables a Juanma Moreno, con una evolución en los pronósticos que iba agrandando la ventaja del popular sobre sus rivales hasta acabar situándolo muy cerca de la mayoría absoluta al final de la campaña.
Moreno siempre había insistido en que no incluiría en el Gobierno a Vox si conseguía más escaños que toda la izquierda, Finalmente la mayoría absoluta apagó ese debate tan presente en campaña.
Curiosamente, en esta estrategia de dejar a Vox fuera del gobierno el principal aliado ha sido el propio PSOE andaluz, que ha alentado siempre el miedo a la entrada de Vox en el ejecutivo como el Castilla y León. Pero dado que ninguna encuesta daba al PSOE y al bloque de izquierdas opción alguna de gobernar, dirigía el voto útil para frenar al partido de Abascal involuntariamente hacia Moreno. A que el presidente actual pueda formar gobierno sin necesidad de incluir a la candidata Macarena Olona en su ejecutivo.
El PSOE ha acusado además el trauma de afrontar unas andaluzas desalojado de los resortes de poder que controló con mano de hierro durante 37 años. Hasta el candidato Juan Espadas ha admitido que en otros tiempos se tenía apoyo de la radiotelevisión andaluza, pero con acusaciones tan extrañas como la que dirigió a Moreno de abusar más que hicieron ellos.