
Su popularidad ha caído a mínimos históricos. Los problemas se amontonan en su puerta. La política exterior se le vuelve en contra. Y las perspectivas para los próximos meses no son mucho mejores. Así enfrenta el presidente de los Estados Unidos las últimas semanas, las más duras desde que se sienta en el Despacho Oval. Joe Biden se encuentra ante su primer gran punto de inflexión y llega sin las mejores cartas en su mano.
En lo económico, el inquilino de la Casa Blanca ha apostado todo su futuro político a la aprobación de un ambicioso plan de gasto de 3.500 millones de dólares que refuerce todos los frentes, de la educación a la política exterior, de la lucha contra el cambio climático a la asistencia a los más desfavorecidos. Pero la espectacular inversión va de la mano de una importante reforma fiscal a los más adinerados, y ninguna de las dos alternativas va a ser apoyadas por los republicanos. Incluso los demócratas moderados cuestionan el alto gasto y lo progresista de las iniciativas que pretende financiar.
De hecho, el inquilino de la Casa Blanca de momento no ha sido capaz de encontrar apoyos para su plan de infraestructuras, una inversión que ambos partidos consideran necesaria para modernizar el país y crear empleo. Los republicanos se niegan a apoyar "un incremento de impuestos masivo y añadir billones a la deuda nacional", en palabras de Mitch McConnell, líder republicano.
A ello se sumará la negociación de dos aspectos clave de la economía en las próximas semanas. Los legisladores deben aprobar un nuevo presupuesto federal para el próximo año fiscal antes de que acabe el mes y, de no conseguirlo, tendrán que cerrar las instituciones federales salvo por los servicios no esenciales, como ya le ocurrió a Trump en dos ocasiones. Además, a lo largo de octubre deberían expandir -o suspender- el techo de gasto o, de lo contrario, el país dejará de abonar sus deudas y ayudas sociales y entrará en default, lo que pondría en jaque la recuperación económica.
Coronavirus e inmigración
En primer lugar, la gestión de la pandemia no está siendo todo lo exitosa que se preveía. El número de nuevos contagios se ha vuelto a disparar hasta una media de unos 150.000 casos diarios, y unos 2.000 fallecidos al día. La curva, si bien no tan alta como la del pasado otoño, se ha recuperado tras el verano mucho antes que en 2020 pese a la vacunación masiva -o quizá como consecuencia de la relajación de medidas preventivas. Pero que las cifras actuales, en septiembre, sean equivalentes a las de noviembre y diciembre del año pasado no auguran un otoño o invierno esperanzador.
Por otra parte, Biden ha ordenado la devolución de miles de haitianos solicitantes de asilo que se agolpan en la frontera de Texas en los últimos días, incrementando el número de inmigrantes irregulares que acceden al país. Se estima que más de 14.000 haitianos han llegado a la ciudad de Del Rio en las últimas semanas, y se prevé que el ritmo de las deportaciones se incrementará en las próximas jornadas para llevar a los inmigrantes a su país de origen, aún más empobrecido y agitado tras el terremoto y la tormenta Grace del pasado agosto y el asesinato de su presidente. Biden ya está recibiendo las críticas dentro del propio Partido Demócrata al respecto.
Enfado de los países aliados
Tampoco la política exterior está siendo un camino de rosas para Biden. El hecho de adelantar la retirada de las tropas de Afganistán sin motivo aparente, desatando el caos, no ha sido bien visto ni en casa ni fuera de sus fronteras. Como no lo ha sido su señalamiento del ejército afgano como culpable del rápido avance de los talibanes en la toma del país y especialmente de su capital, Kabul.
Y cuando apenas se empieza a diluir en la memoria esta retirada a toda prisa, el acuerdo de defensa entre EEUU, Reino Unido y Australia abre una nueva brecha diplomática, en este caso con Francia, que podría tener repercusiones en la OTAN. Esta alianza militar para mantener a raya a China implica dotar de submarinos nucleares a Australia, quien romperá el acuerdo que tenía con Francia y que ascendía a más de 40.000 millones de dólares. El ministro de Exteriores galo, Jean-Yves Le Drian, ha comparado a Biden con Trump y ha acusado a ambos países de "mentiras" y "desprecio".
Todo esto le ha pasado factura en las encuestas. Los últimos datos de Gallup, de la primera quincena de agosto, señalaban que la población le concede solo un 49% de aprobación a su labor, mientras que las cifras de Ipsos de esta misma semana bajan ese porcentaje hasta el 44%. En ambos casos son mínimos históricos de su popularidad.