No sabemos si MacKenzie Scott se encuentra entre los más de 70.000 signatarios que han pedido que su ex marido, Jeff Bezos, no regrese a la Tierra cuando el fundador de Amazon ponga rumbo al espacio el próximo 20 de julio. Rencillas y resacas maritales a un lado, su divorcio convirtió a Scott, recientemente casada en segundas nupcias con el profesor de ciencias, Dan Jewett, en una de las personas más ricas del planeta. La decimonovena para ser exactos, según el Índice de Multimillonarios de Bloomberg.
Pero a esta novelista curtida bajo el arropo de Tony Morrison, premio Nobel de Literatura, los 61.000 millones de dólares que engordan su fortuna le vienen grandes. Scott ya era multimillonaria antes de su divorcio. De hecho fue un pilar fundamental en los orígenes de Amazon y durante sus 25 años de matrimonio con Bezos fue partícipe del ascenso de éste hasta convertirse en 2018 en el individuo más rico del mundo.
Antes de que dejara Amazon para centrarse en la crianza de sus cuatro hijos, incluida una hija adoptada de China, Scott se encargaba de la contabilidad, contratos y múltiples tareas necesarias para mantener la por entonces start-up de Seattle en pie.
No obstante, Scott nunca destacó por su extravagancia. Durante su cuarto de siglo casada con Bezos conducía un monovolumen Honda para llevar a sus hijos al colegio y a su por entonces marido a la oficina. Tampoco dudó en enfundarse un vestido de tan solo 700 dólares para acudir a la fiesta de los Oscar de Vanity Fair hace tres años o cocinar a base de ollas y potajes durante las cenas y eventos sociales organizados por su ex.
En cierta forma jamás se mostró cómoda bajo la atención pública. Al fin y al cabo, como ya confesó en su día, Bezos y ella no podían ser mas opuestos. Él social y extrovertido. Ella un manojo de nervios cada vez que acudir a cualquier evento social.
Sin embargo, apenas un mes después de que rubricar su divorcio, en el que cedió a Bezos su participación en The Washington Post, Blue Origin así como el 75% de su participación conjunta en Amazon, además de su control de voto, Scott firmó el conocido como Giving Pledge, una promesa pública de donar la mayor parte de su patrimonio.
El Oráculo de Omaha, Warren Buffett, también respalda esta iniciativa al igual que Bill y Melinda Gates junto a más de 200 individuos. Eso sí, en la lista todavía no aparece el nombre de Bezos.
"Cada uno de nosotros consigue los dones y regalos que podemos ofrecer por una serie infinita de influencias y golpes de suerte que nunca podremos comprender del todo", escribió por aquel entonces. "Además de todos los activos que la vida me ha dado tengo una cantidad desproporcionada de dinero para compartir", añadió.
Un mensaje que ya anticipó la disrupción que Scott estaba a punto de desencadenar. Su forma de distribuir su fortuna está siendo completamente opuesta a la de otros acaudalados filántropos. Algunos consideran que podría estar cambiando silenciosamente la forma en que funciona el negocio de la filantropía, que mueve al menos un billón de dólares al año.
Alejándose del establishment y el costumbrismo, que normalmente implica la creación de una fundación u organismo filantrópico que se encarga de gestionar las millonarias donaciones (y que además puede acarrear beneficios fiscales), Scott ofrece su dinero directamente a las causas que ella misma elige.
Más de 8.000 millones de dólares dedicados a múltiples causas
La semana pasada ya anunció a través de un blog que había donado otros 2.740 millones de dólares de su enorme fortuna. Al anunciar las donaciones a 286 organizaciones, Scott arremetió contra la brecha de riqueza que, según ella, ha colocado "una riqueza desproporcionada" en un "pequeño número de manos".
Es por ello que ella y su equipo intentan "repartir una fortuna que fue creada por los sistemas que necesitan un cambio". El pasado diciembre ya informó que había donado 4.200 millones de dólares a organizaciones benéficas como bancos de alimentos e instituciones educativas. Previamente, en julio, distribuyó otros 1.700 millones de dólares.
Las causas financiadas por Scott incluyen organizaciones que apoyan los derechos de las mujeres y del colectivo LGBTQ+; abordan el cambio climático; alivian la pobreza, la discapacidad y el hambre; y buscan la equidad racial. Esta multimillonaria enumera en su blog cada organización a la que destina fondos, con un enlace, y sugiere que otros se unan a ella para enviar también recursos.
El portal Inside Philantropy, que sigue rigurosamente la donaciones y actividades filantrópicas de los ultraricos y grandes fundaciones, ha calificado la mecánica de Scott como "emocionante y preocupante a la vez".
Según explica, si todos los filántropos trabajaran como ella -actuando solos sin una fundación o una forma obvia de ser contactados-, la creación de subvenciones podría ser más eficiente, pero sería menos transparente y posiblemente menos diversa en sus intereses y enfoques. También podría generar menos puestos de trabajo en el negocio de la filantropía.
La distribución de dinero parece mucho más fácil de lo que realmente es. Si se destina a causas que no lo requieran o se entrega demasiado, puede ser contraproducente. Además, según algunos expertos, debe distribuirse más rápido de lo que la riqueza aumenta. Scott ha prometido seguir repartiendo su fortuna "hasta que la caja fuerte esté vacía". Sin embargo, el dinero llama al dinero y su capital a finales del año pasado era mayor que antes de repartir sus 6.000 millones de dólares.
Pero más allá de su labor filantrópica, no debemos pasar por alto que Scott es escritora. "Una de las mejores" estudiantes de escritura creativa según describió Morrison. Hace casi dos décadas desde la publicación de su su primera novela, The Testing of Luther Albright, que ganó el American Book Award en 2006. Su segunda novela, Traps, se publicó en 2013. Dada su timidez, escribir es la forma en que Scott prefiere comunicarse.
Su pasión por la escritura llegó a una edad temprana. Scott escribió su primer libro cuando solo tenía 6 años. Una obra titulada The Book Worm con varios capítulos y, por lo que parece, una autobiografía. Sin embargo, nunca llegó a ver la luz posteriormente porque pereció en una inundación.
Ahora comparte su vida con Jewett, el mismo profesor de ciencias que enseñó a sus hijos en la escuela privada de Lakeside. Sus antiguos alumnos lo recuerdan como un empollón y disciplinado, pero con un impresionante repertorio de chistes (no todos ellos graciosos) sobre química.