
Es complicado explicar Superestar, la nueva serie de Netflix, una rareza que retrata uno de los capítulos más delirantes de la iconografía pop y mediática que arrasó en España a comienzos de los años 2000 y que tuvo a Tamara, ahora conocida como Yurena, como la punta de lanza de un grupo de individuos que acapararon horas y horas de discutible televisión. Superestar es una ficción audaz que, a través de seis episodios, ficciona el universo mediático que rodeó a Tamara y lo convierte en un campo de juego para explorar los límites del espectáculo, la identidad y la cultura de masas en esa España en la que todo valía para ser famoso, aunque fuera durante cinco minutos.
Superestar está producida por Javier Ambrossi y Javier Calvo, pero lo más importante en este caso es quién la dirige. La serie corre a cargo de Nacho Vigalondo, que ha reimaginado con su estilo propio esa atmósfera de la época. Quien espere solo una biografía frívola, quedará decepcionado. Quien piense que va a ver un programa de zapping que recuerde los momentos más virales de aquellos años, también se sentirá apenado. En Superestar, los hechos reales solo son un punto de partida para acercarse a unos personajes marcianos. Desde la inquebrantable madre y manager de Tamara, Margarita Seisdedos, hasta figuras como Paco Porras, Leonardo Dantés, Tony Genil o Loly Álvarez, la serie reconstruye, tirando de ironía, ternura y delirio, a quienes fueron ridiculizados o convertidos en estrellas fugaces por aquella televisión centrada en el espectáculo. Ingrid García-Jonsson interpreta a una Tamara a través del retrato de una mujer frágil, excéntrica, vulnerable y enigmática. No se trata de una simple recreación, sino de una revisión desde el presente, con la sensibilidad que exige representar figuras que fueron estigmatizadas. "Esta serie ha hecho justicia conmigo", ha dicho la artista, que se considera maltratada por una industria que la consumió tan rápido como la apartó.
A su lado están Secun de la Rosa como Leonardo Dantés, Carlos Areces como Paco Porras, Julián Villagrán como Arlekín, Natalia de Molina como Loly Álvarez, Pepón Nieto como Tony Genil y Rocío Ibáñez -una actriz desconocida hasta ahora que realiza un gran papel- como la icónica Margarita.
Una serie que no idealiza
La serie tiene su complejidad y el espectador tendrá que entrar en el código para sentirse a gusto en ella. Eso sí, no busca idealizar a sus protagonistas, pero tampoco los somete al juicio fácil. Pone en entredicho la maquinaria de explotación televisiva de la época, entregada al culto de lo grotesco, y nos recuerda que detrás de las risas y del escarnio colectivo, había personas reales, con sueños, aspiraciones y una feroz necesidad de ser vistas.
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