Economía

Las lágrimas de la ministra de Finanzas británica sacuden a los mercados tras una derrota parlamentaria del Ejecutivo

  • El bono a 10 años llega a subir 20 puntos básicos en un solo día
  • Downing Street explica que Reeves lloró por "motivos personales"
  • Una rebelión laborista obligó a cancelar 3.000 millones en recortes de gasto
Rachel Reeves, ministra de Finanzas británica, el 11 de junio. Foto: Reuters

Temblores en la deuda británica tras una imagen que ha dejado en shock al país: la ministra de Finanzas, Rachel Reeves, conteniendo las lágrimas en medio de la sesión de control al Gobierno en el Parlamento. Una imagen que llega justo después de que el Ejecutivo se llevara un duro golpe ayer martes, al verse obligado a retirar unos recortes en ayudas públicas que han dejado descuadradas las cuentas. Una tormenta que resucita los miedos a una crisis en un Gobierno que ganó las elecciones con una mayoría absoluta aplastante hace apenas 363 días.

La rebelión se produjo por un plan de recortes a las ayudas por discapacidad y enfermedad. El objetivo era ahorrar unos 4.400 millones de libras en 5 años, al endurecer los requisitos para acogerse a estos pagos, pero los diputados del partido se negaron a aprobar estos recortes. Tras varios días de negociaciones, el proyecto final apenas recortará 1.400 millones, lo que deja un agujero en las cuentas. La solución será subir impuestos, buscar otros recortes o incumplir sus objetivos de gasto, una serie de opciones que han despertado la preocupación en los mercados.

Todo esto había hecho que el bono a 10 años subiera con fuerza ya en la apertura. Pero la imagen de Reeves llorando ha desatado el pánico: los 'gilts' han pegado un salto y han llegado a subir 20 puntos básicos, por encima del 4,65%, ante los rumores de su posible dimisión. Downing Street ha salido a respaldar inmediatamente a la ministra, y los portavoces han explicado que Reeves lloraba por "motivos personales". Algunos periodistas apuntaban a la posibilidad de que el presidente del Parlamento, Lindsay Hoyle, hubiera echado una bronca a la ministra poco antes de empezar la sesión. Pero la imagen ha quedado allí.

El Gobierno laborista ha pasado el último año intentando cuadrar las cuentas heredadas de los últimos Gobiernos conservadores. En sus últimos meses en el poder, Rishi Sunak disparó el gasto y aprobó bajadas de impuestos para intentar animar a los votantes, lo que no impidió el derrumbe del histórico partido Tory en las urnas. Lo que sí logró es dejarle una 'bomba de relojería' a Reeves, que ha intentado subir algunos impuestos particulares (a las granjas, las escuelas privadas o a las herencias de los multimillonarios) y hacer recortes para cuadrar las cuentas afectando a la menor cantidad de votantes posibles.

El problema es que sus diputados, mayoritariamente socialdemócratas moderados, no aceptan recortar las ayudas a los más pobres. La solución más sencilla sería subir algún impuesto general, como el IRPF o el IVA, pero el primer ministro, Keir Starmer, prometió en campaña no tocar ninguno de los dos. Los ingresos impositivos ya están en máximos desde la II Guerra Mundial, pero la clave está en el gasto: las partidas de Sanidad, pensiones y ayudas por incapacidad se han disparado a máximos históricos y no dejan de crecer, lo que pone bajo presión al resto del Presupuesto. A eso se añade que el Brexit ha supuesto un golpe a la economía británica del 4% del PIB, según la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria.

El fracaso a la hora de cuadrar el círculo y pasar página de los años de estancamiento y batallas permanentes de los últimos Gobiernos Tories ha hundido a Starmer en las encuestas. Los sondeos pronostican una victoria por la mínima de la derecha populista de Reform UK, liderada por Nigel Farage, ideólogo y principal artífice del Brexit, un par de puntos por delante de los laboristas. Los Conservadores se han hundido al tercer puesto, y llegan a rondar el cuarto en algunas encuestas. El resultado es que cinco partidos (Reform, Laboristas, Conservadores, Liberales y Verdes) se agolpan en unos 15 puntos de margen, en un sistema electoral diseñado para funcionar únicamente en contextos bipartidistas. Si Starmer no soluciona la crisis económica en cuatro años, el caos político puede ser indescriptible.

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