Las subidas de tensión en momentos puntuales son sucesos que muchas personas han experimentado alguna vez en su vida y se da cuando la presión arterial es de 180/120 mmHg. Esto es una señal de nuestro organismo de que algo no funciona correctamente y, si no se toman medidas al respecto, puede llegar incluso a provocar un accidente vascular.
Las posibles causas de esto son interrumpir la medicación que regula la presión arterial, algunas interacciones entre medicamentos e, incluso, la presencia de tumores en la glándula suprarrenal. Entre los síntomas están la ansiedad, la visión borrosa, sensación de confusión, náuseas y vómitos, dolor de cabeza intenso, falta de aire, convulsiones e, incluso, falta de respuesta a la estimulación.
A pesar de que la presión arterial alta o baja respecto a los niveles establecidos no es saludable, una subida en un momento puntual puede no significar padecer una enfermedad. No obstante, si se trata de un fenómeno que se prolonga en el tiempo, puede llegar a ser un peligro para la persona afectada.
Pasos a seguir
Si se produce una subida de tensión repentina, lo más importante es llevar a cabo todo tipo de acciones que permitan bajarla rápidamente. Los pasos a seguir serían los siguientes:
- Medir la tensión para conocer los niveles en los que se encuentra la persona.
- Colocarla en una posición cómoda.
- Si se está en un espacio donde hace frío, se debe abrigar a la persona o trasladarla a un sitio más cálido, puesto que las bajas temperaturas tienden a aumentar la presión arterial. En caso de que haga mucho calor, es mejor resguardarse en un lugar fresco.
- Si se observa que la persona está muy ansiosa o estresada, es importante tratar de que se relaje para que los niveles vuelvan a la normalidad.
Qué hacer si no baja
Si con todas estas pautas la tensión no ha bajado, hay que consultar con un médico lo más pronto posible. Más allá de medidas puntuales, una serie de hábitos en el día a día pueden ayudar a evitar picos altos de presión arterial. Entre estos destacan los ejercicios de mindfulness y meditación, que ayuden a liberar la tensión emocional, así como una serie de cambios en la alimentación. Según esto último, evitar la ingesta de alimentos procesados y reducir el consumo de sal resulta clave.
En general, es importante establecer un estilo de vida saludable, basado en una dieta sana y equilibrada, así como la práctica habitual de ejercicio físico.
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