
El boom del denominado shale gas en EEUU está teniendo un efecto secundario que afecta a Europa: la caída de precios del carbón, que ha provocado que las grandes eléctricas vuelvan a esta materia prima en lugar del gas tradicional, que actualmente es mucho menos competitivo.
Según recoge The Wall Street Journal, la noruega Statkraft y la alemana E.ON ya han comenzado a cerrar plantas, y parece que habrá más eléctricas que sigan el camino, ya que las centrales de gas no pueden competir con el carbón importado que llega de EEUU, mucho más barato.
Esta situación supone un dilema para los políticos, ya que una energía más barata supondría un alivio para las maltrechas economías europeas, pero al mismo tiempo pone en peligro los objetivos de emisiones de dióxido de carbono y podría incluso tener consecuencias para las energías renovables.
El boom del fracking en EEUU ha provocado ya que muchas centrales del país hayan abandonado el carbón en favor del gas natural obtenido mediante esta técnica. Y la consecuencia inmediata ha sido un aumento de las exportaciones de carbón a Europa, que crecieron un 23% el año pasado, según los datos oficiales. La revolución energética de EEUU.
El carbón es más competitivo
Este carbón que llega a Europa está desplazando al gas natural como combustible para generar electricidad. En Reino Unido, por ejemplo, la proporción de electricidad generada con carbón se incrementó hasta su nivel más alto en 17 años en 2012, mientras que en el caso del gas cayó asimismo a su nivel más bajo en 17 años.
Y es que hoy en día, dados los precios de la electricidad y de las materias primas, las centrales de carbón son mucho más competitivas que las de gas. Además, la expansión de las energías renovables está reduciendo las horas operativas de las centrales de gas, lo que repercute en su rentabilidad.
La diferencia de precios es notable. Mientras que en el caso del carbón han caído un 19% en los últimos 12 meses; en el caso del gas natural en Europa Continental, su precio se fija en relación al del petróleo, y el barril de Brent solo ha caído un 5% en lo que va de año.
Este auge del carbón barato tiene partes beneficiosas, principalmente el ahorro, pero también inconvenientes. Además de las emisiones de dióxido de carbono, genera un problema con las renovables. Éstas, que son intermitentes, necesitan el respaldo de otras fuentes, y las mejores son las de gas natural. Un problema colateral que podría afectar a la seguridad del suministro energético europeo.