Las apariencias, ya se sabe, no siempre reflejan la realidad. Almenos, no toda. En no pocas ocasiones, impiden valorar en su justa medida a una persona o situación. Y algo así ocurre con las intervencionesque varios de los principales países asiáticos, como Indonesia o Corea del Sur, vienen realizando en el mercado de divisas durante las dos últimas semanas. En apariencia, el mensaje es de lo más simple: actúan directamente en el mercado vendiendo sus respectivas divisas y comprando dólares estadounidenses. Eurogrupo y BCE: preocupación por la volatilidad excesiva de los tipos de cambio.
De este modo, contienen el ímpetu alcista de sus monedas, protegiendo con ello la competitividad de sus productos en el exterior. Esta estrategia, nada novedosa porque Japón, Indonesia, Corea del Sur, Taiwán o Tailandia llevan una década empleándola cuando lo estiman oportuno, se torna estruendosa en un contexto en el que los focos del mercado cambiario se centran en el 'billete verde'. Concretamente, en su declive.
Y en este entorno, las maniobras recientes concitan más atención y generan la impresión de que Asia está "salvando" al dólar de una caída mayor. Y aunque en parte es así, no deja de ser un efecto colateral. Porque el principal es otro. No cabe duda de que los países asiáticos no quieren que sus monedas se revaloricen contra el dólar, porque eso encarecería sus productos a los consumidores norteamericanos. Pero ésta no es más que una parte de una fotografía en la que, soterradamente, figura otro protagonista: el yuan chino.
Si los vecinos del supergigante asiático intervienen no es sólo para que sus divisas no suban contra el billete verde, sino sobre todo para preservar su competitividad frente a los productos con matrícula china. Es decir, es el propio intervencionismo de China, que mantiene el valor de su divisa en los parámetros que más conviene a sus intereses, el que provoca que Indonesia, Corea del Sur o Taiwán reaccionen del mismo modo.
El ancla de la región
La clave, por tanto, reside en China; en concreto, en el freno que ha impuesto al yuan en 2009. Entre julio de 2005, momento en que Pekín accedió a que su moneda flotara con un poco más de libertad, hasta finales de 2008, el yuan se revalorizó un 17,4% frente al dólar. Terminó el año pasado en los 6,827 yuanes por 'billete verde'... y ahí sigue, justo en ese nivel.
¿Qué implica eso? Que cuando las divisas asiáticas se aprecian contra el dólar, también lo hacen frente al yuan, dada la explícita voluntad de China de mantener "atada" su moneda contra la estadounidense para respaldar sus exportaciones. Así, por ejemplo, la rupia indonesa se aprecia un 18,2% con respecto al billete verde y el mismo porcentaje contra el yuan. Y si perder competitividad contra EEUU duele, la sensación crece al ampliarse ese efecto a la moneda china. Y como eso de matar dos pájaros de un tiro no les beneficia, actúan para contener ese doble impacto.
Una especie de sálvese quien pueda proteccionista que, en última instancia, conduce a dos ideas: la primera, la influencia que China ejerce sobre la región; y la segunda, que mientras que el gigante asiático no leve el ancla de su divisa contra el dólar, sus vecinos tampoco lo harán. Y esto impide que el mundo emprenda el reajuste que necesita, consistente en que Asia deje de pensar exclusivamente en exportar y consuma más. Lo reclamó ayer el presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke. Y con él, todo el planeta.