
La crisis está llegando a Rusia por todos los frentes. La economía del país se está viendo asediada por la amenaza de una recesión, una inflación de casi el 10%, un incremento preocupante en los préstamos con alta probabilidad de impago que acumulan los bancos, y ahora, por el mayor déficit fiscal que ha experimentado el país desde que hay registros. En los primeros seis meses del año, el Gobierno ha tenido un saldo negativo de 61.800 millones de dólares, muy por encima de los niveles que se llegaron a alcanzar incluso durante la pandemia, y confirma que el país no puede permitirse el gasto que está asumiendo por la guerra. Las sanciones al país están haciendo mella en las cuentas públicas, después de que los ingresos por la venta de petróleo se hayan hundido en el último año. La guerra en Ucrania está pasando factura por distintos frentes y las presiones son cada vez más altas para terminar ese conflicto, en un momento en el que las sanciones al país por parte de Europa y Estados Unidos están surtiendo efecto.
El déficit fiscal de Rusia ha alcanzado cotas que no se veían desde 2009. El incremento de los gastos del Gobierno, combinado con un descenso de los ingresos por el petróleo y el gas debido a las sanciones y a las caídas de precios, han generado un agujero en los primeros siete meses del ejercicio, que ha alcanzado los 61.800 millones de dólares (casi 5 billones de rublos) acumulados en el déficit del país hasta julio.
Este es el peor dato que ha habido en la historia de Rusia en los primeros siete meses de un año y sólo ha habido un ejercicio peor en la historia, 2009, cuando Rusia sufrió las consecuencias de la llegada de la Gran Crisis Financiera y cerró el ejercicio con un déficit acumulado de más de 77.000 millones de dólares, una cifra que entonces era todavía más grave en relación con el tamaño de la economía.
El problema ahora para Vladimir Putin es que la situación de las cuentas públicas del país es mucho peor de lo que esperaba el Gobierno, ya que, en sólo siete meses, ha superado con creces el objetivo que se había planteado para todo el año (3,8 billones de rublos) y es un peso más que se acumula a la carga que está soportando la economía del país, que ahora enfrenta una grave crisis en varios frentes.
Los ingresos por la venta de energía se hunden
Rusia ahora es una economía centrada en el esfuerzo bélico, y los más de tres años de guerra que está teniendo que soportar se están haciendo muy largos, algo que puede tener que ver con la disposición que ha mostrado el Gobierno a sentarse en la mesa de negociación para terminar el conflicto próximamente.
Durante años, el Gobierno insistió en que las sanciones estadounidenses y europeas no tendrían un efecto grave en la economía rusa, pero la realidad está imponiéndose al relato de Putin y su séquito. Si bien durante los primeros meses de la guerra Europa disparó las compras de gas a Rusia a pesar de la retórica contra la invasión, con el paso del tiempo, Putin se ha quedado cada vez más aislado en ese frente, y ha centrado sus exportaciones de recursos energéticos a grandes socios, como China y, sobre todo, India.
Ahora, sin embargo, las sanciones por parte de Estados Unidos han dado un paso más en este sentido, al utilizar los aranceles como un arma para presionar a India, el principal comprador de petróleo ruso en este momento, incluso por delante de China, para que deje de comprar el crudo del país.
Todas estas presiones están dando resultado, ya que han terminado generando un hundimiento de los ingresos de Rusia por la venta de petróleo y gas, y esta es una de las principales fuentes de financiación con las que cuenta el país para sostener su economía y el esfuerzo bélico, ya que supone un tercio de todo el gasto público del Gobierno. Según los cálculos de Bloomberg, Rusia habría ingresado unos 8.900 millones de dólares por ventas de petróleo en julio de este año, una cifra que supone un descenso de casi el 33% frente al mismo mes del año anterior. Si se incluye el gas en esta ecuación, el descenso es similar, de más del 27% en el último año.
Además del descenso de las ventas, la caída que está sufriendo el precio del petróleo, que en los últimos 12 meses pierde más del 15%, en el caso del barril Brent europeo (en el caso de la referencia rusa, el descenso es similar en el mismo periodo, según los datos que maneja la agencia Bloomberg) ha contribuido a reducir los ingresos del país, incrementando así el déficit que ahora ahoga al Gobierno de Putin.
Otro elemento que ha contribuido a empeorar el déficit de Rusia tiene que ver con el rublo. El banco central de Rusia se ha visto obligado a disparar los tipos de interés en los últimos años (en julio de 2023 se situaban en el 7,5% y los incrementó hasta el 20% a finales de 2024) para contener una inflación cada vez más alta, y esto ha llevado al rublo a dispararse en el mercado, hasta tocar máximos no vistos en más de dos años frente al dólar estadounidense, algo que reduce los ingresos del país por cada barril que vende en el mercado.
Inflación, recesión y falta de trabajadores
La guerra está detrás de los grandes problemas que enfrenta la economía rusa en este momento. Para financiar el esfuerzo bélico del país, el Gobierno instó a los bancos rusos a ofrecer préstamos con muy buenas condiciones a sus clientes. Además, el reclutamiento también redujo la oferta de mano de obra en la economía, y apoyó un incremento salarial que ha sido la base de varios problemas en el país, que ahora están estallando todos a la vez.
Los salarios en Rusia se han disparado desde que empezó el conflicto en 2022 y, junto a unas condiciones de financiación muy atractivas, han terminado alimentando el aumento inflacionista. Para frenar esta escalada, el banco central del país que dirige Elvira Nabiúllina aumentó los tipos de interés, como ya se ha explicado, hasta el punto de que ahora se teme el frenazo que está generando el haber endurecido tanto y tan rápido las condiciones de financiación.
Este es un buen ejemplo de cómo le están creciendo los enanos a Putin: cuando trata de arreglar un problema económico derivado de la guerra, surge uno nuevo. En este contexto, el propio ministro de Economía, Maxim Reshetnikov, ha reconocido recientemente que la economía está "al borde de una recesión", y no se puede descartar que la apertura del Gobierno a sentarse en la mesa de negociación para plantear el final del conflicto tenga que ver con todos los problemas que se están acumulando. Rusia, de hecho, tendrá primero que acabar la guerra para poder empezar a resolver los desequilibrios que se han generado en su economía, un proceso que, probablemente, no será rápido.
Para empezar, la propia crisis demográfica que ha generado la guerra se tendrá que resolver con paciencia y tiempo. El ministro de Trabajo del país, Anton Kotyakov, ha reconocido que Rusia tendrá que incorporar casi 11 millones de trabajadores para el año 2030.
Crisis bancaria y posible rescate
Si todo lo anterior no era suficiente, el sector bancario del país también está enfrentándose a un problema importante en los últimos meses, que puede terminar incluso en un rescate a las entidades del país. A finales de junio la agencia Bloomberg publicó cómo el nivel de préstamos de alto riesgo (préstamos de dudoso cobro) que se acumula en los balances de los bancos rusos es mucho mayor de lo que admiten las cifras oficiales, que, ya de por sí, estaban reflejando cierto deterioro en los últimos meses.
El alto nivel de los tipos de interés que tuvo que establecer el banco central estaba ya dejando su huella en la capacidad de repagar la deuda de muchos clientes de la banca, y la situación ha llegado a ser tan preocupante que, a mediados de julio, varios banqueros del país estaban celebrando reuniones para coordinar la posibilidad de pedir un rescate al Gobierno si la situación no mejora de aquí a principios del año que viene.
Lo que está claro es que, más de tres años después de que se produjese la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, la economía del invasor hace aguas por varios frentes, y se requerirán muchos esfuerzos para poder equilibrar de nuevo la situación. Al margen del sufrimiento que genera un conflicto de este tipo para todo aquel que la sufre, es evidente que la guerra no está siendo un buen negocio para Rusia.