
El presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Tom Donohue, ha advertido en un comunicado sobre los peligros que implicaría imponer aranceles adicionales a China por valor de 30.000 millones de dólares anuales, como baraja la Casa Blanca.
"En pocas palabras, los aranceles son impuestos para los consumidores estadounidenses", señaló el capitán de una de las patronales más importantes del país. Según sus cálculos, unos gravámenes por valor de 30.000 millones de dólares al año eliminarían más de un tercio de los ahorros que las familias estadounidenses han recibido gracias a la duplicación de la deducción estándar de sus impuestos como parte de la reforma tributaria. "Se rumorea que el impacto sería aún más devastador", reconoció Donohue.
Desde su punto de vista, como hemos visto en las últimas semanas, los aranceles podrían desatar una guerra comercial destructiva con graves consecuencias para el crecimiento económico y la creación de empleo en EEUU. "El sustento de los consumidores, empresas, agricultores y ganaderos estadounidense están en peligro si la administración continúa con este plan", sentenció el presidente de la Cámara de Comercio estadounidense.
Trump continúa presionando a la administración de Xi Jinping para reducir la brecha comercial bilateral en al menos 100.000 millones de dólares. Un objetivo confirmado por una portavoz de la Casa Blanca y que en estos momentos podría lograrse mediante la imposición de aranceles.
Tras los gravámenes a los paneles solares, lavadoras, acero y aluminio, el gobierno americano atacará al gigante asiático auspiciado por la sección 301 de su Ley de Comercio de 1974, que protege la propiedad intelectual del país. El representante comercial de EEUU, el embajador Robert Lighthizer, y su equipo han propuesto nuevos aranceles por un valor aproximado de 30.000 millones de dólares anuales, el coste aproximado que representa el valor de mercado de la tecnología que las compañías estadounidenses están forzadas a presentar sin compensación alguna a las autoridades para poder hacer negocios en China. En esta ocasión, los gravámenes tienen sus miras puestas en el sector tecnológico y el de telecomunicaciones pero también puede incluir un centenar de productos más. De esta forma, Washington busca entorpecer el programa "Hecho en China 2025".
Además de los aranceles, el Departamento del Tesoro aún estaría poniendo los últimos detalles a lo que serían restricciones más severas a las inversiones chinas en EEUU, como parte del paquete de represalias al presunto robo intelectual que alega Washington. Según la publicación Politico es probable que estas limitaciones sean presentadas "en concepto" a la espera de determinar hasta dónde está dispuesto a llegar Trump y su gobierno.
Actualmente, la brecha comercial entre EEUU y China asciende hasta los 375.000 millones de dólares. El ministro chino de Comercio, Zhong Shan, señaló recientemente que "no hay ganadores en una guerra comercial" y que este tipo de escenarios "solo traerá desastres a China, EEUU y el mundo".
De hecho, Albert Edwards, estratega global de Société Générale, reconocía que el pulso comercial entre EEUU y China también se extenderá a otros países, como Alemania. "Esto va más allá de los aranceles de acero y aluminio", aclaró. "Ya sabemos que EEUU investiga si China roba propiedad intelectual pero la ira de Trump también se dirigirá a Alemania debido a su enorme superávit comercial", explicó. Una situación que hará virar las medidas proteccionistas de Washington hacia la UE.
Durante un evento en Pensilvania el fin de semana pasado, el presidente de EEUU aprovechó para arremeter contra dos fabricantes de coches alemanes, como son BMW y Mercedes-Benz. "Abran sus barreras y eliminen sus aranceles", dijo Trump sobre las políticas comerciales de Bruselas amenazando que, de lo contrarió "vamos a aplicar un gravamen a Mercedes-Benz, vamos a aplicar un impuesto a BMW".
Dicho esto, el inquilino de la Casa Blanca no hizo mención a la importancia que ambos fabricantes juegan en dos de los estados que fueron un pilar para su victoria electoral en 2016. BMW tiene una planta de ensamblaje que emplea a más de 9.000 personas en Spartanburg, Carolina del Sur. De hecho, alrededor de un tercio de los BMW vendidos en el mercado estadounidense fueron fabricados en suelo americano el año pasado. Por su parte, Mercedes-Benz emplea a 3.500 personas en una fábrica cerca de Tuscaloosa, Alabama, según datos de la Alianza de Fabricantes de Automóviles.
Alemania es el único país de la UE que se ubica en el top 10 naciones de las que EEUU importa acero, ocupando el noveno lugar, según datos de IHS Global Trade Atlas. Canadá ocupa el primer lugar y México el cuarto. Aún así, como un bloque comercial, Europa es el mayor exportador de acero a EEUU, representando casi 5 millones de toneladas de un total de 35 millones. Los aranceles anunciados la semana pasada por Trump se comenzarán a aplicar oficialmente a partir del próximo 23 de marzo.