
El nuevo presidente del Popular, Emilio Saracho, se enfrentará a importantes retos cuando acceda a su puesto durante el primer trimestre de 2017. El mercado ha perdido la paciencia con la entidad y le exige que el objetivo marcado en el plan estratégico, el de desembarazarse de 15.000 millones de euros en activos improductivos en 2018 se acelere y dé muestras de que su cumplimiento es factible. Vea aquí el perfil completo.
El banco se ha empleado en los últimos meses en avanzar en el proyecto Sunrise, una inmobiliaria independiente cotizada por la que quitará de su balance 6.000 millones de euros brutos. Pero la materialización de este plan, previsto para principios de 2017 y cuya financiación se perfila estos días, está pendiente aún de la aprobación del Banco de España, CNMV y Banco Central Europeo y no será suficiente para que el banco recupere la confianza de los inversores.
La banca de inversión, como los informes de Bank of America y Credit Suisse de la semana pasada, ha dejado claro que el banco necesita tomar medidas adicionales para quitarse buena parte del lastre de los activos tóxicos, que le impide tener unos niveles de rentabilidad que garanticen la viabilidad de la entidad.
Con nuevo presidente, no se descarta que esa manera de potenciar las desinversiones en inmuebles y créditos dudosos asociados al sector promotor venga de una ampliación de capital, lo que le proporcionaría fondos extra para elevar aún más las provisiones (en octubre las subió al 50% de los activos) y facilitaría ventas en bloque, a la vez que podría ser la vía para la entrada de nuevos socios en la entidad.
Con algo más de 4.700 millones de provisiones aplicadas en el último tramo de 2016, Saracho tendrá un estrecho margen de tiempo para demostrar a los mercados que el engranaje del banco vuelve a funcionar y su ventaja competitiva en pymes se va reflejando en los resultados, menos esclavos ya de los activos improductivos.
Ajuste de la entidad
No menos importante es que Saracho tome el pulso a la actividad comercial del banco, ya que tras la realización del ERE por el cual se cierran 302 sucursales y sale casi el 20 por ciento de la plantilla, hay dudas sobre si en el corto plazo tendrá efectos negativos en la actividad del Popular, si bien nadie duda de la ganancia de eficiencia futura.
Del golpe de timón de Saracho dependerá también que se elimine el factor que ha desencadenado la lucha interna en el seno del consejo del banco y que ha propiciado la salida de su predecesor: la cotización de la acción. Los títulos, con la desconfianza de la banca de inversión y en plena rebelión del consejo, ha llegado a caer hasta 0,77 euros, a la vez que la posición de los inversores bajistas se multiplicaba hasta 8,6% del capital.
Se trata, en definitiva, de borrar todas las dudas que periódicamente provoca el Popular desde 2012, tras suspender los test de estrés europeos de ese año, de completar de una forma rápida el total saneamiento de la entidad y de recuperar, de una vez por todas, la rentabilidad perdida hace ya un lustro.