
La morosidad de los bancos chinos se encuentra en máximos de dos años y en apenas tres meses el país no solo ha experimentado un default en el mercado de deuda corporativa, también ha estado al borde de que colapsaran dos productos de inversión de alto perfil. Toda una prueba de la creciente tensión financiera que aflige a la economía asiática y que ha terminado por provocar un auténtico pánico bancario ante continuos rumores de insolvencia.
Precisamente, la creciente preocupación por la solvencia de la banca ha llevado a la Comisión Reguladora Bancaria de China (CBRC, por sus siglas en inglés) a anunciar pruebas de resistencia regionales y nacionales a las entidades financieras. Pero más allá de los titulares sensacionalistas y el temor a un pánico financiero, algo más complicado está sucediendo, comenta el Financial Times.
El visto bueno del Gobierno
Según el periódico, estos fracasos financieros a priori bajo control están siendo publicitados y promocionados por los medios de comunicación controlados por el Estado -y posteriormente reproducidos por la prensa internacional- como parte de una campaña autorizada por el propio gobierno para concienciar al sector.
En otras palabras, liderado por el Banco Popular de China, (el banco central del país y responsable de mantener la estabilidad en el sistema financiero) Pekín ha puesto en marcha una campaña de difusión relacionada con estos pequeños defaults como una forma de abordar el riesgo moral y, de paso, conseguir imponer la disciplina al mercado.
Una campaña que recibe el nombre de defaults Potemkin, por el hecho de que disimula en realidad el verdadero estado de la situación. Lo cual no quiere decir, precisa el FT, que estos pequeños impagos que se han sucedido sean falsos o que no existan riesgos graves en el endeudado sistema chino.
La realidad es la que es: la escalada de la mora, el casi colapso de dos productos de inversión, la retirada de dinero... La deuda total como porcentaje del PIB ha aumentado desde el 130% en 2008 a alrededor del 220% a finales del año pasado, según las estimaciones de Fitch Ratings. En otros países, una escalada similar ha venido acompañada de una importante crisis económica.
Pero lo que más preocupa en China es que gran parte de la acumulación de deuda se ha producido en el sector de la llamada banca en la sombra, opaca y poco regulada y que incluye entre otros a hedge funds.
Gran parte del crédito procedente de la banca en la sombra se destina a préstamos de riesgo elevado dirigido a promotoras inmobiliarias, empresas del carbón y otros prestatarios de riesgo del país, que tienen verdaderos problemas para obtener financiación directamente de los bancos más regulados.
En declaraciones al Financial Times en condición de anonimato, un alto funcionario chino explica el dilema de esta manera: "Por un lado, si realmente queremos tener un sector financiero moderno y un mercado adecuado de bonos corporativos no podemos seguir teniendo cero defaults toda la vida. Ahora bien, si luego se produce una retirada de los fondos del sector bancario en la sombra, eso podría crear un grave problema".
¿Crisis financiera o crisis de crecimiento?
Dado el nivel relativamente bajo de deuda del gobierno central, Pekín probablemente tiene la capacidad de evitar una crisis al estilo Lehman mediante la impresión de dinero y el rescate de la banca en la sombra. El sistema financiero también podría estabilizarse ya que las inversiones que se retiraran de productos en la sombra, probablemente pasarían a estar en los depósitos de los bancos estatales.
En cualquier caso, y sea como sea, la economía de China es muy dependiente de la inversión alimentada por el crédito. Entonces, más que una crisis financiera podría hablarse de una crisis de crecimiento ante la falta de inversión.
Si Pekín puede utilizar estos ejemplos para convencer a todos los actores de que presten atención a los riesgos mientras logra evitar al mismo tiempo que esos riesgos se materialicen, entonces habrá logrado una hazaña notable, concluye el periódico.