A base de rebajar las expectativas sobre la Cumbre de Londres que reunió ayer a los líderes del G-20, los acuerdos alcanzados tornaron en categoría de éxito. El primer ministro británico, Gordon Brown, ejerció de anfitrión y anunció ayer la decisión del grupo de poner en marcha un paquete global valorado en un billón de dólares (unos 745.000 millones de euros) y una fuerte reforma normativa sobre las instituciones financieras, en la que destaca la creación de una superagencia reguladora.

Bajo la bandera de reactivar la economía y restaurar la confianza en el sistema, el G-20, que reúne a las principales economías del mundo y a los países emergentes, estableció seis puntos de consenso que incluían medidas para estimular el crecimiento, sortear la trampa de los paraísos fiscales y recobrar el flujo del comercio.
"Estamos ante el día en el que el mundo vuelve unido a pelear contra la recesión global, no sólo con palabras, sino con un plan de recuperación y reforma y con un calendario claro". Brown parafraseaba así al Nicolas Sarkozy que la víspera del encuentro se mostró desafiante ante el eje formado por Downing Street y la Casa Blanca, y añadía que, aunque la crisis no se solucionará de inmediato, habían "iniciado el proceso en el que la será resuelta".
El acuerdo recoge que la aportación total de estas economías -que suponen más del 80% del PIB mundial- supondrá un gasto de 5 billones de dólares antes de finales de 2010 con un objetivo claro: estimular el crecimiento económico. Estaremos entonces ante "el mayor plan de expansión fiscal de la historia", como lo calificó después el presidente español.
Un FMI más fuerte
El Fondo Monetario Internacional hace músculo a golpe de talonario. En total, serán 750.000 millones de dólares, la cifra ansiada por Barack Obama ya que triplica los fondos actuales, en una horquilla en la que Europa aporta menos de lo esperado: 100.000 millones de dólares, el equivalente a lo que inyectará Japón.
De ellos, medio billón irá destinado a los fondos suplementarios al organismo -que podrá prestar a las economías en riesgo- y otros 250.000 millones de dólares podrá destinarlos el órgano dirigido por Dominique Strauss-Khan para ayudar a sus países miembros. Como contrapartida, el FMI pondrá a la venta parte de su reserva de oro, con un valor de unos 6.000 millones dólares.
Apuntalada la institución, Brown no dudó en proclamar que el "consenso de Washington acabó" y, continuando con la tábula rasa sobre sus políticas, el G-20 decidió que los directores tanto de éste, como del Banco Mundial, serán elegidos en un futuro por méritos, obviando el pacto entre caballeros que turnaba las presidencias entre el nuevo y el Viejo continente.
Los acuerdos asumen también 100.000 millones para el banco multilateral de Desarrollo y 250.000 millones más dedicados a romper con el proteccionismo y asaltar el bloqueo del comercio. Esta asignación es de cuño reciente y el propio premier británico la puso sobre la mesa durante las reuniones preparatorias, recibiendo la calurosa aprobación del dirigente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva.
Los paraísos fiscales, la piedra angular de la famosa mediación que encomendó el presidente estadounidense a su homólogo español, verán publicado su estatus en una lista que elaborada por la OCDE.
Sarkozy, "feliz", se lleva "más"
El mandatario galo, Nicolas Sarkozy, no dudó en mostrarse "feliz" tras el encuentro y se dejó llevar por un entusiasmo moderado calificando las conclusiones como "más de lo que podrían haber esperado".
Francia había atraído a Alemania en la reedición del viejo eje europeo para enfrentarse con el anglosajón. Frente a frente, dos percepciones que apostaban, una por el gasto como motor de la reactivación y, otra, por establecer una regulación restrictiva. Sorprendentemente ambos quedaron satisfechos tras la publicación del comunicado final.
Con el visto bueno de Sarkozy, que había llegado a amenazar con levantarse de la mesa si no atendían sus peticiones, la canciller alemana, Angela Merkel, se sumó a los elogios. Merkel llegó más allá y concluyó que el acuerdo había sido "muy, muy, muy bueno". Peer Steinbrück, su canciller de Finanzas era más lacónico, y dijo estar complacido de que la declaración del G-20 haya rehuido de nuevos paquetes de estímulo económico. Si Alemania y Francia se mostraron tan satisfechas no fue sino porque vuelven a sus países con la satisfacción del trabajo hecho.
Consejo de Estabilidad
El texto definitivo reconoce que "los fallos esenciales en el sector financiero y en la regulación fueron las causas fundamentales de la crisis" y el Consejo de Estabilidad Financiera, que sucede al Foro de Estabilidad Financiera, está llamado a atajarlo haciendo las funciones de una superagencia supervisora.
En cooperación con el FMI y con nuevos poderes ampliados, supondrá la red de alerta temprana ante riesgos, tanto en macroeconomía o en finanzas, pudiendo adoptar acciones preventivas para contrarrestarlas. La primera promesa para reformar los mercados pasa por apretar el marcaje sobre los hedge funds, a los que el G-20 ha dado tratamiento de peligro potencial para la estabilidad del sistema.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, también se marchó contento de Londres: aseguró que el acuerdo final supone un "hito" en la lucha contra la crisis económica y calificó la cumbre de "histórica por el alcance de los desafíos y la magnitud de nuestra respuesta". Sin embargo, el líder demócrata reconoció que "aún no se sabe si serán suficientes" para sacar al mundo de la crisis.
Londres ha dejado a unos líderes satisfechos, comprometidos hasta cierto punto en que la solución a los problemas globales pasan por la actuación global. Sin grandes perdedores y sin Europa de nuevo partida en dos o en tres.