
¿Cuánto tiempo hace que reciclan? ¿Diez, quince años? Pues no sé si lo recuerdan, pero hasta no hace tanto, en los modernos 80, el reciclaje no existía. De hecho, muchas de nuestras calles ni siquiera tenían contenedores y había que dejar las bolsas de basura en plena calle, junto a la acera. Ahora sí, claro. Ahora tenemos muchos modelos: el contenedor de vidrio, el azul para papel y cartón, el verde, el naranja y el amarillo. Incluso hay contenedores especiales para las pilas.
Quizá por eso asociamos el contenedor a la basura, a lo que nos sobra, a lo que ya no nos sirve. Y sin embargo, etimológicamente, la palabra contenedor es un adjetivo que significa: "lo que contiene". Los edificios contienen espacio y contienen programas y contienen personas. Los arquitectos empleamos a menudo la palabra contenedor para referirnos a "la pieza de arquitectura que puede contener cualquier cosa".
Así, un contenedor arquitectónico es un artefacto que puede albergar cualquier programa: un museo, una vivienda o incluso una iglesia. Por eso los contenedores arquitectónicos suelen ser espacios neutros y flexibles, para que su forma no condicione su uso. El Pompidou de París es un contenedor arquitectónico, como lo son los centros de convenciones de cualquier ciudad.
Bar, vivienda o iglesia
Con todo, la primera acepción de la RAE para la palabra contenedor es "Embalaje metálico grande y recuperable, de tipos y dimensiones normalizados internacionalmente y con dispositivos para facilitar su manejo". ¿Es lo suficientemente recuperable como para poder usarse de otra manera? ¿Es lo suficientemente grande como para poder contener un museo, una vivienda o una iglesia?
Pues claro que sí. Por eso los contenedores marítimos llevan ya más de una década empleándose como objeto constructivo. A menudo en casetas de obra o pabellones temporales, pero cada vez con más frecuencia como elemento principal de edificios permanentes. Tiendas, bares y sí, también viviendas. Casas para vivir.
Las ventajas de este sistema arquitectónico son múltiples. Por un lado, y como dice la definición, sus dimensiones son normalizadas y estandarizadas, lo cual permite un transporte rápido y una construcción modular con combinaciones casi infinitas para adecuarse al nuevo uso. Además, como son autoportantes, también son agregables y apilables sin necesidad de una estructura añadida, apenas un leve cimentación. Se pueden construir edificios de dos, tres, cuatro y hasta cinco plantas. Posiblemente más.
Bajo coste sin renunciar a nada
Lógicamente, al no necesitar estructura, los costes de construcción se reducen de manera drástica, no solo por el material empleado sino también por lo rápido de su levantamiento. Al fin y al cabo, no son más que piezas completas que se colocan unas junto a otras según el proyecto, los usos y las necesidades.
Así, una vivienda de 80 m2 construida por métodos tradicionales tiene un presupuesto aproximado de entre 70.000 y 100.000 euros. La misma vivienda realizada con contenedores marítimos reciclados nunca sobrepasaría los 40.000 euros.
Quizá ustedes prefieran las casas tradicionales de ladrillo y teja porque crean que una pieza de acero reutilizada no es acogedora pero no tienen más que fijarse en proyectos tan brillantes como la CrossBox de CG Architectes para cambiar su opinión. La CrossBox es una vivienda unifamiliar situada en Pont-Péan, en la Bretaña francesa. Tiene terrazas, porches, jardín y un estupendo diseño interior. Y se ha construido empleando diez contenedores marítimos.
Y hay ejemplos más complejos, más completos y más atrevidos, como Ciudad Contenedor de Londres. Construido en 2012 en Trinity Buoy Wharf, al este de la capital británica, la Container City es un edificio de viviendas con todos los elementos que esperamos encontrar en una obra así: apartamentos, terrazas, balcones, escaleras y ascensores. Y todo está realizado con materiales reutilizados. Empezando por los contenedores que dan forma y espacio a las viviendas.
Hay muchos más ejemplos por España y el mundo, y también son varias las empresas que se están especializando en este tipo de arquitectura, no tienen más que darse una vuelta por Internet para comprobarlo.
Lógicamente, este surgimiento de la construcción reutilizada ?y reutilizable- tiene mucho que ver con las ventajas económicas que proporciona, pero me atrevería a decir que también forma parte de una cierta responsabilidad social colectiva. La misma que hace que ya no tiremos la basura en la calle sino que la reciclemos.
Y si reciclamos, reciclemos. Reciclémoslo todo. Reciclemos el material y la forma. Reciclemos el espacio. Ese espacio que viajó por el mar lleno hasta los topes de objetos, de piezas, de maquinarias, de materias primas o de vaya usted a saber qué. Ese espacio que la sociedad ya no quiere porque ya no responde a su uso original no tiene por qué ser un espacio sin ningún uso. No tiene por qué ser espacio-basura que despreciar.
Porque nosotros sí podemos usarlo, podemos cambiarlo, reformarlo y acondicionarlo. Podemos hacerlo más feliz y mejor. Podemos convertirlo en arquitectura. En verdadera arquitectura.