
A falta de que la ciencia nos provea de la tecnología adecuada, la única manera a nuestro alcance de viajar en el tiempo consiste en elegir destinos evocadores de otras épocas... destinos como Fez.
Fez, ciudad imperial y capital cultural marroquí por derecho propio (la económica es Casablanca y Rabat la política), guarda con celo rincones en los que el tiempo parece detenerse. La mente occidental se siente tentada a convencerse de que ciertamente nos encontramos en 1436. El año que marca el calendario musulmán.

Obviamente, Fez y su sociedad han progresado con los tiempos, condensando en este siglo XXI el alma árabe con la patente herencia francesa, herencia del Protectorado. Una parte de la ciudad muestra disciplinada su cuadrícula, sus avenidas arboladas y enmarcadas de cafés, perfectas para un paseo a la caída de la tarde; otra parte, la medina, casi siempre bullliciosa, invita a lanzarse a recorrer el enjambre de callejuelas y comercios surtidos de toda clase de artículos, desde las especias que condimentan la sabrosa cocina marroquí a los cachivaches más diversos.
Más de 120.000 personas viven en este hervidero de almas en el que es terriblemente fácil perderse. Aunque el aparente caos oculta su propio orden y los "barrios" tienden a conformarse según las categorías de artesanos y productos que albergan sus callejas.

El trasiego es continuo, un ir y venir de jóvenes y viejos, de niños que corretean, motillos escualidas que sortean con increíble pericia a los viandantes y mujeres ataviadas con sus pañuelos tradicionales y ocupadas en sus tareas cotidianas. Todavía hoy el 80% de las mujeres preparan el pan en las casas y lo llevan al horno comunal a cocer. Sello de cada familia, impreso en la corteza, evita equivocaciones.
El trabajo a mano de la madera, del metal y del cuero son algunas de las artesanías que perviven en Fez.
La imagen más reproducida de Fez no es la de su universidad, la primera de la que se tiene noticia, fundada en el siglo IX; tampoco es la del Palacio Real, una de las magníficas propiedades del rey Mohamed VI -casado, por cierto, con una mujer fecí, la princesa Lalla Salma-. "La foto" de Fez es la plaza de los curtidores. Y podría asegurarse que casi ningún turista se marcha sin ella en su cámara.

En el corazón de la medina, los toneles viejos y desgastados por el uso contienen los tintes de llamativos colores con los que se tiñen las pieles. Con ellas se confeccionan bolsos, chaquetas y demás artículos de marroquinería que cuelgan de los innumerables puestos. Los turistas contemplan con asombro, desde las terrazas de las tiendas alrededor, el espectáculo del durísimo trabajo de los curtidores sumergiéndose en las tinas para remover las pieles.
No se preocupe. Los comerciantes le franquearán con gusto el paso, confiando en que esta cortesía redunde en alguna venta, ¡In sa Allah!; es decir, ¡si Dios lo quiere!
_______________________________________________
Productos de la tierra y muchas especias
La cocina marroquí se apoya en las materias primas naturales y en la mezcla de especias adecuada a cada especialidad. El plato estrella es el Couscús, con semola de trigo, verduras y carnes. Como entrante, habremos de probar la Harira, una sopa de tomate, cebolla y garbanzos, espesa y de agradable sabor.

También es tradicional la Pastela, un hojaldre fino relleno de carne especiada, la típica de pichón. Para los golosos, el surtido de pastas, elaboradas con grandes dosis de frutos secos y miel, serán el colofón perfecto; siempre acompañando a un reconfortante té de hierbabuena. Pero, en la cocina de Fez no todo es tradición. Quien busque sofisticación no debe dejar de visitar el restaurante lounge Maison Blanche, magnífico exponente culinario de la influencia francesa en el país.
"Más ricos que los suizos"
Los habitantes de Fez parecen felices; es más, afirman tener el secreto de la felicidad. Nuestro guía nos lo confiesa mientras exhibe una sonrisa confiada: vivir la vida sin estrés. "Somos más ricos que los suizos... ellos tienen relojes, pero nosotros tenemos el tiempo", afirma. El trayecto entre el aeropuerto y la ciudad, ya corto, se hace más aún con la animada charla de Hassan.

Comerciante en la medina.
En los alrededores: Volúbilis
La antigua ciudad romana de Volúbilis constituye un buen aliciente para una excursión desde Fez, que también puede incluir a la vecina Meknes. Volúbilis quedó bajo el imperio de Roma en el año 40 y en su etapa de máximo esplendor estaría habitada por entre 15.000 y 20.000 personas.
El arco en honor de Caracalla, la basílica y el capitolio, edificados en caliza, son algunos de los vestigios mejor conservados. Para evitar el calor, lo mejor es efectuar la visita a primera hora o al final del día.
Cedros del Atlás
En las proximidades de Fez pueden visitantes lugares desconcertantes para el turismo, como Ifrane, donde funciona una estación de esquí y las casas parecen suizas. No lejos se encuentra el Parque Natural de Ifrane, un soberbio boque de cedros centenarios del Atlas. Dicen que el más antiguo alcanza los 800 años.

El lugar está habitado por macacos de Berbería, que hacen las delicias de los turistas, siempre que éstos les ofrezcan alguna golosina.
Dónde alojarse
Algunos turistas optan por alguno de los 80 riads que funcionan en la medina. En la zona moderna de la ciudad, el hotel Barceló Fès Medina es una elección idónea, excelente relación calidad/precio y un remanso de paz al atardecer, cuando el ajetreo se apodera de los boulevares próximos. El establecimiento ofrece una exquisita cocina marroquí y su spa es perfecto para que probar un hamman tradicional.

Más información:
Oficina Nacional de Turismo de Marruecos - www.visitmorocco.com