Viaje del mes

Budapest, las dos orillas del Danubio

  • La capital húngara nos invita a disfrutar su legado de gran capital europea.

Con motivo de un reciente encuentro de periodistas, tuve la oportunidad de volver a Budapest, ciudad que no visitaba hacía muchos años. En aquel entonces la ciudad, a pesar de la decrepitud de muchos edificios y cierto aire tristón ya impresionaba, pero ahora está verdaderamente espectacular.

La capital de Hungría se formó por la unión de tres ciudades. Buda, la primera de ellas, está situada sobre una colina y en ella se encontraban edificios tan emblemáticos como el Palacio Real o el barrio del Castillo, de estilo barroco. En segundo lugar está Obuda, un antiguo asentamiento de pescadores y la más antigua de estas tres poblaciones, y finalmente Pest, que desde sus orígenes ha evolucionado para convertirse en la actualidad en la parte más comercial de la ciudad, y donde se ubican los principales hoteles, bares, restaurantes y discotecas.

Los encantos de Budapest

Uno de los primeros lugares que cautivan al viajero es la Isla Margarita. Su privilegiada situación en mitad del río Danubio y su riqueza en aguas termales hacen de este enclave de 2.500 metros de largo por 500 metros de ancho un lugar perfecto para el ocio. Desde allí le asalta a uno el pensamiento de que quizá ésta sea una de las ciudades más bellas de Europa, impresión que queda confirmada cuando se sube al llamado tren cremallera, un funicular que proporciona unas vistas magníficas tanto del Danubio visto desde la antigua Buda como de la otra parte de la ciudad. A 100 metros de altura se ven perfectamente los tesoros arquitectónicos de la capital de Hungría.

Haciendo un rápido repaso, si miramos a la izquierda veremos los imponentes edificios del Palacio Real, que albergan la Biblioteca Nacional y varios museos, entre los que destacan la Galería Nacional con pintura y escultura desde la Edad Media y el Museo Histórico de Budapest. Al otro lado de la colina se encuentra la simbólica iglesia de San Matías, en honor al rey de ese nombre. En pie desde el siglo XIII, su majestuoso campanario gótico vigila el cuerpo de la iglesia, que fue reconstruido en estilo barroco tras la expulsión de los turcos, bajo cuya dominación hizo las veces de mezquita mayor.

Iglesia de San Matías.

Desde lo alto se contempla también el llamado Bastión de los Pescadores. Es de finales del siglo XIX, pero se alza sobre las antiguas murallas medievales. Proporciona una excelente perspectiva de Pest y del recodo del Danubio, aunque nunca fue usado como defensa. Sus siete torres representan a las siete tribus magiares que conquistaron este territorio y a ambos lados de la escalinata se yerguen las estatuas de Álmos y Elód, dos históricos caudillos magiares.

Bastión de los Pescadores.

Bajando ya a tierra, entramos en el otro capítulo importante de todo viaje a Budapest que se precie: los balnearios. Para empezar, el viajero debe saber que la piscina más bella del mundo se halla en el Hotel Gellert, lugar que debe ser visitado, no sólo por los beneficios de las aguas termales, sino porque es uno de edificios más atractivos de la ciudad. Situado al pie de la colina de San Gerardo y frente al Puente de la Liberación, sus casi milagrosas aguas colman de sensaciones un ambiente inolvidable, que deleita la vista y el buen gusto. Abierto en 1918, se construyó en estilo art decó y cuenta con 13 piscinas.

Otro balneario muy famoso es el 'Szechenyi', que tiene las fuentes con agua más caliente de Budapest. Aquí se puede ver a los jugadores de ajedrez característicos en los baños de la capital húngara envueltos en un halo de vapor, quietos y concentrados alrededor de un tablero flotante. El edificio data de principios del siglo XX. Es una edificación neobarroca, con rica decoración en mosaico. Szechenyi, con sus cúpulas, frontales y la estatuaria de calidad es probablemente el balneario más importante de Europa y uno de los más bellos.

Piscinas termales.

Dejando atrás el mundo acuático, seguimos viaje al Mercado Central, que se encuentra tras cruzar el citado Puente de la Libertad. Inaugurado en 1897, es un gran espacio cubierto de 10.500 metros cuadrados, con fachada ricamente decorada y torres angulares revestidas de mayólica. Su interior es de hierro y ladrillo y se ha convertido en lugar de compras no sólo para los húngaros sino también para los visitantes.

Tras abandonarlo llegamos a la magnífica Plaza de los Héroes, donde termina la Avenida Andrássy, la mayor de la ciudad. Allí se puede admirar el gigantesco monumento al Milenio, erigido para conmemorar el milenario de la nación, con grandes estatuas de los reyes y héroes húngaros escoltando al arcángel Gabriel, que corona la columna central. A ambos lados se sitúan el Museo de Bellas Artes y el Palacio de Exposiciones, que alberga una rica colección de pinturas españolas, entre ellas varios Velázquez, Goya, el Greco, etc.

Plaza de los Héroes.

Y por fin, el edificio más emblemático de Budapest. El grandioso parlamento húngaro. Comenzado a construir en 1885 y terminado en 1905, se yergue orgulloso frente al Danubio en acertada mezcla de los estilos renacentista, barroco, neogótico y ecléctico. Tiene 268 metros de largo y debajo de su majestuosa cúpula, cuyo punto más elevado llega a los 96 metros de altura, se exponen la corona, el cetro y el globo del reino, vigilados permanentemente por cuatro soldados. En el momento de nuestra visita tuvimos la oportunidad de presenciar la solemne ceremonia del cambio de guardia.

En fin, cercano ya el final de nuestra estancia, no podemos terminar sin mencionar brevemente algunos otros lugares del apabullante patrimonio de la ciudad, como la Estación Central, construida por Gustave Eiffel, el cine Urania, inaugurado en 1920, el maravilloso Teatro de la Ópera (1884), neorrenacentista y la estación de metro del mismo nombre, de obligada visita. Si todavía quedan fuerzas añadiremos las visitas a la Gran Sinagoga Judía, la mayor de Europa y la segunda del mundo, con asientos para 3.000 devotos y el romántico Castillo de Vajdahunyard, construido para la Exposición Universal de 1896.

El Teatro de la Ópera de Budapest.

Una gastronomía con tradición

En la cocina húngara la protagonista de todos los platos es la paprika, una variedad de pimentón, picante o dulce, que confiere un sabor peculiar a especialidades como el 'goulash', un guisado de carne de vaca o cordero presentado como sopa, el 'székelgulyas', variante del anterior o el 'pörkoit', otro guiso que puede ser de pollo, vaca, ternera, o carnero. Los vinos del país maridan perfectamente con estos sabrosos platos.

El café Gerbeaud

El legendario Gerbeaud, en el corazón de la ciudad, es uno de los más famosos, antiguos y tradicionales cafés de Europa. Fue inaugurado por Henrik Kugler en 1858, y ampliado por su socio y sucesor Emil Gerbaud. Su última remodelación tuvo lugar en 1997 y devolvió al local el aspecto original de tiempos pasados.

Nada más entrar a su interior, los aromas más dulces despiertan nuestros sentidos. Son conocidas sus tartas de crema, la famosa tarta Esztertházy, las tortas 'Dobos', así como la bollería selecta y los exquisitos helados, todos ellos especialidades de la casa y totalmente artesanos. Más de 300 invitados pueden disfrutar de su atmósfera clásica en los varios salones existentes.

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