Viaje del mes

Costa de Marfil renace

Abidjan -capital del exótico país situado en el Golfo de Guinea-, ha sido durante la primera semana de este mes de abril el centro de atención para muchos profesionales del turismo que han decidido apostar por abrir nuevas vías dentro de la industria turística internacional.

Con el objetivo de impulsar el turismo a este desconocido país del África Occidental, se ha celebrado el SITA (Salón Internacional Turismo de Abidjan) ya que, vuelta la calma política, Costa de Marfil no quiere permanecer con los brazos cruzados ante su potencial mercado turístico.

Aunque en sus conclusiones se fijaron las metas para la total puesta a punto de la maquinaria operativa del Ministerio de Turismo -en cuanto a infraestructuras totalmente terminadas y nuevos hoteles en vías de construcción- para el horizonte de 2015, fecha en la que se prevé poder recibir en óptimas condiciones aproximadamente a 500.000 visitantes, los servicios básicos del sector turístico ya están preparados para recibir viajes de grupo. La opción viaje independiente no es todavía recomendable.

Marc Vicens, comisario de SITA, y Charles Ake Atchimon, ministro de Turismo.

Podemos viajar por sus carreteras con toda comodidad, porque el país tiene la red de carreteras más densa y de mejor calidad del África Occidental, tanto es así que es lo primero que sorprende nada más iniciar el viaje. Autopistas de peaje (peaje que aún no se paga) de cuatro carriles... y de seis carriles (en algunas ocasiones) bordeadas de altas farolas, como a la entrada de la capital administrativa del país, Yamoussouckro, imponente oasis de asfalto en medio de un erial que se construyó bajo el mandato del primer presidente del país y 'padre de la nación', Félix Houphouët-Boigny, que era su ciudad natal.

Yamoussouckro es una ciudad que no tiene las características de una urbe africana; las dimensiones de su trazado, las grandes avenidas cartesianas por las que apenas circulan vehículos y los nuevos y gigantescos hoteles destinados a albergar el turismo de congresos, seminarios y negocios nos hacen pensar más en una de esas ciudades de Estados Unidos, donde el automóvil es indispensable para moverse por la ciudad. Un hotel de lujo, L'hotel des Parlementaires, construido íntegramente por chinos (incluido el arquitecto), en 2007, y rodeado por la nada más absoluta, nos da la medida del gigantismo de la ciudad.

Basílica de Nôtre Dame de la Paix, en Yamoussouck.

Pero si de gigantismo hablamos, el edificio más sorprendente del lugar es su basílica, la mayor construida en África; y pocas palabras podemos añadir cuando nos encontramos ante su poderosa imagen... La expresión con la que podemos describirla bien podría ser la clásica: "Nos deja boquiabiertos". Después de la visita que hiciera el Papa Juan Pablo II en 1985 a la ciudad, el adorado 'padre de la nación' puso la primera piedra de la que sería la réplica africana de la basílica de San Pedro de Roma, una reafirmación de la fe católica del presidente y una respuesta a la escalada del Islam en el país.

La basílica de Notre Dame de la Paix fue construida en tres años con 1.500 empleados trabajando durante 24 horas y con un coste que se calculó en más de 300 millones de dólares, la mitad del déficit del presupuesto nacional. Algo insólito en un país con escasos practicantes católicos. En fin: África.

Cocodrilos Sagrados

Para seguir con las rarezas, no hay que perderse la visita al palacio presidencial, igualmente erigido por el querido presidente, donde también se encuentra su tumba desde su fallecimiento en 1993. No se visita su interior... pero no importa porque el aliciente está extramuros, en el foso que rodea la fortaleza, donde más de doscientos cocodrilos campean a sus anchas por el lago esperando la hora de la pitanza, que consiste en el lanzamiento de pollos vivos desde las gradas a las fauces de los grandes saurios. Espectacular representación.

El show termina cuando su cuidador, el veterano Diko Tokaï (que lleva treinta años cuidando de los animalitos), blande su sable y arrastra unos metros al 'Comandante', el cocodrilo líder, en una demostración suponemos de extremo valor. Imagen insólita que los alucinados turistas inmortalizan en sus cámaras fotográficas.

Después de la comida de los cocodrilos, y de después también de haber hecho un alto en el camino para almorzar nosotros, seguimos descubriendo el país en otro de sus aspectos estrella: las danzas rituales.

Bajo el lema: "60 etnias: 60 culturas" se desarrolla la faceta de turismo cultural, porque siempre hay un motivo para las manifestaciones de carácter lúdico; y si no, se organiza un tradicional baile de máscaras para los visitantes. El que a mí me tocó vivir fue el de las danzas Goly, en Kondeyakro, un pequeño pueblo de tejedores y campesinos de la etnia wan.

Danzas Goly, de la etnia Wan.

No falta de nada en el ritual: se bendice el sitio en el que van a danzar los actuantes derramando ron por la tierra e ingiriendo unos tragos de vino de palma; a continuación hacen su entrada los danzantes, que se presentan en parejas, que alternan ritmos y sonido de sonajas. Van cubiertos con un traje de paja y tocados con una máscara que representa el símbolo de la fuerza solar coronada por un par de cuernos curvos. A consonancia del golytowa, una calabaza hueca recubierta por caurís; de los tambores y del sonido profundo y ventoso de un cuerno, se suceden las demostraciones de danza tradicional que pueden durar todo el día... En esos momentos, los danzantes no son hombres, ni animales, son los vehículos que nos dan otra visión del mundo. Máscara, danzante, traje, música y coreografía conforman el todo de la creencia animista que quizá nos haga reflexionar sobre el más allá.

El litoral marfileño

En el sureste de Costa de Marfil existen magnificas playas de arena fina protegidas por hileras de cocoteros. El clima tropical seco hace que los establecimientos a pie de playa estén operativos todo el año. Además, existen numerosas lagunas propicias para practicar el piragüismo, esquí náutico o para la pesca deportiva.

La zona de Grand-Bassam, antigua capital del país, es el lugar ideal para el farniente mientras contemplamos el azul del mar. Las ruinas -en 'perfecto estado de degradación'- de los edificios coloniales montan guardia a la nostalgia de la época de la dominación francesa. Algunos edificios construidos en los albores del siglo XX se rescataron de su agonía... pero 'el período de crisis' (como les gusta llamarlo a los marfileños), y que no fue otra cosa que una guerra civil en toda regla, terminó con las florituras modernistas de las decoraciones de las villas señoriales de los colonos. Lo único que queda de los colonizadores son unos muñecos de madera que se llaman precisamente así: colon, y que es el objeto turístico autóctono y por excelencia del país.

Playa de Grand-Bassam.

Paseémonos entre sus calles dirección a la playa... Es un mosaico de colores: batiks, pinturas naïfs, máscaras rituales, cerámicas, abalorios de hueso, de ébano, de concha... todo, menos de marfil. En Costa de Marfil, el marfil se acabó hace mucho tiempo... Mejor dicho: acabaron con él los braconniers, los cazadores furtivos de mediados de los años setenta del pasado siglo.

Cuando lleguemos a la playa, poco más hay que añadir. A darse crema y a comer langosta.

Cómo llegar
Fácil acceso por avión a través de varias compañías aéreas y a unas 7 horas desde España. Air France (con escala en París) y Royal Air Maroc (con escala en Casablanca) son las mejores opciones.

Para viajes organizados, lo mejor es ponerse en contacto con la Féderation National de L'Industrie Touristique de Côte d'Ivoire (fenitourci@yahoo.fr) o C.T.E. Voyages (infos@ctevoyages.com)

Oficina de Turismo de Costa de Marfil en España
C/ Serrano, 154 - Madrid
Tel. 91 562 61 06

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