
Las orillas del río Bósforo, iluminadas por la rojiza luz solar del atardecer, dan paso al gran esplendor de la ciudad que fue capital del Imperio Romano de Oriente, de Bizancio y del Imperio Otomano: Estambul.
Esta ciudad, que es la más grande de Turquía y la tercera más poblada de Europa, es la única en todo el mundo que está situada sobre dos grandes continentes: el europeo y el asiático. Debido a su situación geográfica y a que en ella convergen las civilizaciones de Oriente y Occidente, Estambul goza de una inmensa diversidad y riqueza cultural que se hace visible a los ojos de todo el que la visita y en cada una de sus joyas arquitectónicas. Sus iglesias, museos, palacios, grandes mezquitas, bazares y grandiosas vistas de la naturaleza se le antojan a uno inagotables.
Un crisol cultural y étnico
Comenzaremos nuestra expedición visitando un lugar cuyo nacimiento se remonta a hace cientos de años: la Basílica de Santa Sofía, actualmente conocida como el Museo de Ayasofya. Su enorme riqueza cultural se debe a los diversos usos que a lo largo de su historia ha tenido. Desde el año 360 hasta 1453 fue iglesia, construida primero por mandato de Constantino I y reconstruida, tras un incendio, por Justiniano; en 1453 Estambul fue conquistada por el Imperio Otomano y se convirtió en mezquita, con una gran labor por parte de los otomanos que recubrieron cada uno de los mosaicos bizantinos para que ningún rastro de ellos se hiciera visible; sin embargo, tras una importante reconstrucción que sacó a la luz las piezas que habían sido escondidas, y se convirtió en museo en 1935.
Lo ideal es comenzar la visita por el antepatio, en el que podemos encontrar el pabellón de los relojes y los sepulcros de los sultanes y príncipes otomanos. Ya en el vestíbulo, una de las puertas de bronce del año 883, en cuya parte superior podemos observar un mosaico de la "Madre de Dios con Jesucristo" junto a Justiniano y Constantino, conduce al atrio de la basílica. Sus bóvedas, de mosaico dorado y sus paredes cubiertas de mármol, invitan a todo al que la visita a continuar observando cada una de las salas de la cuarta iglesia más grande del mundo.
La mezquita que se levantó sobre un hipódromo
Aprovechamos la visita a Santa Sofía y hacemos una parada obligada en uno de los monumentos más emblemáticos de Estambul, la Mezquita Azul. Fue construida durante el Impero Otomano, de 1609 a 1616, por mandato del joven Sultán Ahmed Cami, sobre un hipódromo romano que estaba situado en el centro de la ciudad. El nombre de la mezquita, "Azul", hace referencia a los más de 2.000 azulejos azules de Iznik que cubren cada una de las paredes del edificio. Además cuenta con una gran cúpula de 43 metros de altura y 22 de diámetro que impresiona. Por norma general, el exterior de las mezquitas musulmanas está formado por cuatro minaretes, sin embargo, la Mezquita Azul está rodeada por seis, como antes tenía La Meca, motivo por el cual la de Arabia Saudita añadió una más.
La mezquita reúne aquellas artes que, de alguna manera, no triunfaron en el mundo cristiano como lo hicieron las imágenes religiosas: la caligrafía de la cúpula y las semicúpulas, la artesanía de las vidrieras, las tallas de piedra y madera en espacios interiores y exteriores, y la alfarería. De entre todas las mezquitas de Estambul (la de Beyazit, la de Fatih, la de Fethiye, de Mihriman, de Yenín?), la Azul es la más grande y majestuosa, característica que se acentúa en el período veraniego con la celebración nocturna de un espectáculo de luz y sonido asombroso.
Arquitectura impresionante
La Mezquita Nueva también es de especial relevancia por tratarse de la última de las grandes mezquitas construidas en el período clásico otomano. Es destacable el revestimiento de coloridos azulejos del balcón del sultán. Pero, que las mezquitas de Estambul sean los edificios más representativos de la ciudad no quiere decir que hagan sombra al resto. Los palacios, por ejemplo, también destacan por su valor arquitectónico y cultural. Y podría decirse que el Palacio de Topkapi, complejo situado en las cercanías de la Mezquita Azul y Santa Sofía, es el más impresionante de todos ellos.
Antes de entrar en el complejo, que comenzó a construirse en el siglo XV, podemos observar la Fuente de Ahmet III, que posee una cúpula y unos relieves de una belleza casi inigualable dentro de la ciudad. La puerta de entrada da paso a la Iglesia de Santa Irene, de culto cristiano, y desde allí puede accederse a un patio exterior donde se encuentran las cocinas, con diez chimeneas que acogen el Museo del Serallo de Topkapi. Vista imprescindible en el museo es admirar las colecciones imperiales de cristal, plata y cerámica china.
Continuamos paseando por el centro histórico de Estambul y, frente al Museo de Santa Sofía, damos con la más grande de las cisternas que se construyeron en período bizantino: la de Yerebatan. El año 532 fue una época de escasez de agua potable en toda la ciudad, ya que los enemigos envenenaban las aguas y destruían los acueductos (hasta entonces la única vía de abastecimiento). Por esta razón, los bizantinos se vieron obligados a construir grandes cisternas en las que depositar el agua. El misticismo de la de Yerebatan atrae todo el año maravillosos espectáculos de luz.
De bazares...
El Bazar de las Especias es el lugar ideal para impregnarse del mejor ambiente oriental y hacerse con regalos para toda la familia. Casi cien tiendas muestran productos típicos de Turquía de lo más variopintos: docenas de especias, hierbas de todo tipo, alimentos como la pastirma (carne de ternera curada con especias), quesos, mermeladas, frutos secos, lokum (delicias turcas), esponjas naturales y perfumes de Oriente.
Sin embargo, el mercado más grande e importante de Turquía es el Gran Bazar, que cuenta con más de 4.500 tiendas, una mezquita, doce capillas, un pozo y seis fuentes. De él suele decirse que es "una ciudad fundada para el comercio". Algunos de los productos a la venta más preciados son los samovares, los narguiles o pipas de agua, los objetos de orfebrería y cobre, las piezas de ónice, los rosarios, los disfraces para niños, trajes de danza del vientre, cajitas de madera, de nácar y marfil y joyas de diseño alucinante.
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