
De carácter cosmopolita y abierto, la ciudad de las siete colinas tiene mucho que ofrecer tanto a grandes como a pequeños. Su clima suave durante todo el año, la variedad de parques y paseos y las múltiples opciones que brinda, especialmente a los niños, hacen de este destino una de las mecas europeas del turismo familiar.
Una de las áreas más populares de la Lisboa moderna es el Parque de las Naciones, que acogió la Exposición Universal de 1998. La capital lusa supo aprovechar muy bien la oportunidad que este gran evento le brindaba, no sólo como hito puntual y efímero, sino como un punto de referencia que modernizase todos los ámbitos de su vida urbana.
De esta forma, se creó el moderno Parque de las Naciones, en el que un tercio del espacio está dedicado a zonas verdes y paseos peatonales. Alejada del centro de la ciudad y a orillas del río Tajo, la zona ofrece amplitud para los juegos de los niños y muchos atractivos como el Lisboa Cable Car, un moderno teleférico desde donde se aprecian unas bellas vistas de la ciudad; el gran centro comercial Vasco da Gama, restaurantes, varios pabellones y el Oceanario: segundo acuario más importante del mundo y una de las opciones preferidas por toda la familia. En su interior, el visitante pierde las nociones espacio-temporales y se traslada a las profundidades de los océanos, rodeado de tiburones, peces globo, rayas y muchas más especies.
Panorámica del Parque de las Naciones.
Los pequeños de la casa disfrutarán como nunca, al mismo tiempo que aprenderán en el Pabellón del Conocimiento: un museo de ciencia viva y tecnología interactivo contenido en un recinto de 60 hectáreas alrededor del muelle de Olivais. Y otra divertida forma de recorrer el Parque de las Naciones es en bicicleta, karts de pedales o patines. Para ello existen varias empresas de alquiler de estos equipos, como Tejo Bike.
Otra opción para los aficionados al mundo marino es el Acuario Vasco da Gama, que fue inaugurado en 1898 para celebrar el 4º Centenario del Descubrimiento de la Ruta Marítima a la India. Reformado hace unos años, aúna las características de un acuario y un museo y en él se pueden admirar animales y vegetales de todo el mundo. Una parte de la colección evoca las campañas oceanográficas del rey Carlos en la costa portuguesa a principios del siglo XX.
Ya en el histórico barrio de Belém y junto al emblemático Monasterio de los Jerónimos, encontramos el Museo de la Marina, dedicado a salvaguardar y difundir la historia naval portuguesa. Uno de los sectores más llamativos de este edificio es el gran Pavilhao das Galeotas, donde están expuestas a tamaño real muchas de las embarcaciones que también pueden admirarse a escala en el resto del museo.
Otro de los clásicos que aúnan el entretenimiento de toda la familia es la visita al planetario. El Planetario Calouste Gulbenkian ofrece sesiones regulares de divulgación científica para niños. Las estrellas aquí brillan más que nunca gracias a un nuevo sistema de proyección astronómica, que proporciona al público una experiencia única de simulación del cielo nocturno para la observación de hasta 9.000 estrellas y la Vía Láctea.
El paraíso de los juguetes
Tampoco deja indiferente a niños ni a mayores el Museo de la Marioneta, en el que se exhiben títeres procedentes de cualquier parte del mundo. Albergado por el Convento de las Bernardas, en el número 146 de la Rua da Esperanca, el museo existe desde 1987, año en que fue creado por la Compañía de Marionetas de San Lorenzo, famosa por sus espectáculos itinerantes, tanto a nivel nacional como internacional.
Para niños y nostálgicos es también el Museo de Brinquedo, situado en la bella localidad de Sintra. Se encuentra en un antiguo cuartel de bomberos y es el fruto de la pasión del coleccionista João Arbués Moreira. En su interior se expone una amplia colección de juguetes procedentes de todo el mundo, desde pequeñas figuras de tres milenios de antigüedad, hasta los robots más modernos, y contiene incluso un "hospital" donde se reparan los muñecos.
En el centro comercial Dolce Vita Tejo, al norte de la ciudad, se halla el lugar perfecto para los urbanitas empedernidos: un entorno ideal para que, mientras los padres realizan tranquilamente sus compras, los niños aprendan y se diviertan. Es Kidzania, una auténtica metrópoli en miniatura que alberga una escuela de conducción, un hospital, un supermercado y hasta plató de televisión. Eso sí, todo a pequeña escala.
Una capital muy pendiente de la naturaleza
Al igual que ocurre en la mayoría de las grandes ciudades, el Zoo es una elección infalible para satisfacer a los más pequeños cuando se cansan de ver museos y monumentos. El Zoológico de Lisboa cuenta con más de 2.000 animales de 400 especies diferentes, además de ofrecer numerosas exhibiciones que pretenden dejar con la boca abierta a los más peques de la familia. Además, el parque puede recorrerse en un divertido viaje en tren que dura 15 minutos, o desde las alturas a bordo del teleférico.
Los amantes de la naturaleza encontrarán un auténtico paraíso en el Parque Forestal de Monsanto: una extensa área de 900 hectáreas alejadas de la vida urbana que ofrecen la belleza inigualable del paisaje que domina la ciudad, el encuentro con la vida animal y vegetal y la liberación del estrés del día a día. El propósito de este entorno no es otro que el de poner a la disposición de lisboetas y turistas un lugar adecuado para el ocio y el deporte. En su interior encontramos restaurantes, circuitos de mantenimiento y hasta un hipódromo. Y para los niños, parques con columpios, toboganes, pistas de tenis y piscinas.
A tan sólo una hora de Lisboa, en Lavre, se localiza Monte Salvaje, que conserva el esplendor de la naturaleza, albergando multitud de animales de diferentes especies. En esta reserva natural, abierta de martes a domingo, los encontraremos en su estado más puro.
Y otra propuesta 'verde': la Reserva Nacional de Caza de Mafra, a tan sólo 35 kilómetros de Lisboa. Este parque organiza numerosas actividades para visitas de todas las edades, como los paseos en grupo, de aproximadamente dos horas de duración.
Pero sin duda, la observación de delfines en la Reserva Natural del Estuario del Sado es una de las excursiones con más encanto para realizar en familia. Aquí vive y se deja ver una de las más grandes y hermosas familias de Delfines Mulares del mundo. Cualquier época del año es buena para recorrer esta zona y las magníficas playas portuguesas.
Paisaje del río Sado.