
Adela Cortina (Valencia, 1947) es Catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universitat de Valencia y directora de la Fundacion Étnor -para la Ética de los Negocios y las Organizaciones-. Su trayectoria académica y profesional la han convertido en referente en estas materias en España, Europa y Latinoamérica, con participación activa en proyectos de investigación, congresos y actividades docentes. Es autora de cientos de publicaciones especializadas y una veintena de libros, el último, ¿Para qué sirve realmente la ética?, Premio Nacional de Ensayo 2014. Fue la primera mujer en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, en la que ingresó en 2008, y ha recibido diferentes reconocimientos -como el Premio Ernest Lluch, en 2003-. Es Doctora Honoris Causa por varias universidades, entre ellas, la Politécnica de Valencia, la Jaume I de Castellón, la de Deusto, la de Murcia, la Politécnica de Cartagena y la Universidad de Alcalá de Henares. (Puede leer la entrevista completa y otras noticias, reportajes y análisis en la revista digital gratuita elEconomista Comunitat Valenciana).
Durante la última crisis, el foco se ha puesto no sólo en los fundamentos económicos, sino también en los valores. Muchas voces han planteado un cambio de modelo, que sustituya al de mercado. ¿A qué se debe este cambio y cuál pueden ser las consecuencias reales?
Es la primera vez que he oído decir a economistas relevantes y destacados que han fallado los valores éticos, además de otros factores. Suelen decir que la existencia de la crisis es cuestión de ciclos no evitables. Se ha hablado de falta de valores, como transparencia, veracidad y honradez. La cuestión es por qué ahora, por qué en los últimos tiempos han aflorado tantos casos de corrupción. El mercado es un mecanismo de oferta y demanda y, hoy por hoy, resulta difícil encontrar un sistema mejor. Pero siempre funciona en un contexto, con una estructura política y ciudadana. Si el político toma sus decisiones no en función de cuál es la mejor propuesta, sino quién es su amigo o quién le va a dar más, se construye una economía clientelar y hay disfunciones. Lo importante no es el mecanismo en sí -es difícil encontrar otro mejor-, sino que funcione en un marco que garantice libre competencia e igualdad de oportunidades y que tenga en cuenta otros factores, como la ética. Si no, los dados están trucados. La propuesta de la socialdemocracia busca una estructura en virtud de la que el ciudadano tiene que satisfacer sus necesidades básicas. Ahí se ponen los límites al sistema de mercado.
¿Hay realmente más casos de corrupción en la actualidad o más control y capacidad para destaparlos?
Que afloren más casos no quiere decir, necesariamente, que haya más, sino que en una sociedad democrática y más pluralista, se descubren más cosas que en sociedades autoritarias y opacas. El progreso se ha dado más en el descubrimiento de los casos, muchos de los cuales, además, han afectado a políticos y personas relevantes y famosas. Es positivo que esto sea así, pero también hay que ir con mucho cuidado. Hay que evitar que los partidos políticos se dediquen únicamente a buscar casos de corrupción de sus adversarios, en lugar de esforzarse más en hacer proyectos interesantes y llevarlos a cabo. Si se centran sólo en encontrar el caso con el que puedan deshacerse del contrario, se empobrece la política, como está ocurriendo. En este sentido, es una lástima que el PSOE no haya sabido capitalizar el descontento de una gran parte de la población en su papel de oposición. Lo lógico es que hubieran crecido en apoyos y en votos, pero no han sabido hacerlo. Se han limitado a esperar a ver cómo cae su adversario. Lo que tienen que hacer es plantear una propuesta alternativa seria e ilusionante.
¿Puede ayudar la mayor diversidad política parlamentaria a ese enriquecimiento de propuestas?
Cuando surgió el movimiento del 15-M, muchas personas nos alegramos, porque consideramos que hacía falta hacía mucho tiempo. La crisis y la situación mundial, con desigualdad y niveles de pobreza tremendos, necesitan de una respuesta, porque esto no puede seguir así. El 15-M fue una iniciativa muy nutrida, con mucha gente y con mucha repercusión social. Un soplo de aire fresco. Pero todos esos movimientos se tienen que canalizar, porque no es sostenible estar siempre en la protesta. Es positivo que hayan surgido otros partidos que hayan logrado una representación considerable, pero no da la sensación de que hayan aportado mucha novedad. Ciudadanos tiene una línea muy parecida a la del PP, aunque tiene gente con propuestas muy buenas. En Podemos se han producido cambios desconcertantes desde el punto de vista de las propuestas políticas. En poco tiempo, ha evolucionado desde una línea marxista-leninista a una propuesta socialdemócrata, con Olof Palme como figura de referencia. Y en España ya hay un partido que tiene como identidad la socialdemocracia, y es el PSOE. Esto hace que el conflicto entre los dos sea inevitable. Por su historia, el PSOE tiene más derecho a reclamar que esa es su identidad. Podemos es mejor en el manejo de los medios de comunicación y las redes sociales, pero no aporta una propuesta diferente. En este sentido, es decepcionante.
Los gobiernos liderados por los nuevos partidos son criticados por seguir cayendo en errores como la contratación de familiares y amigos.
En mi libro ¿Para qué sirve realmente la ética? hay una parte en la que se explica esta cuestión: hay una predisposición biológica en los seres humanos a proteger y ayudar a nuestras personas más cercanas. Se habla de un altruismo genético. Esto hace que el nepotismo se dé en todos los países y en todas las sociedades. Resulta muy difícil frenarlo y darse cuenta de que en un Estado de Derecho el criterio para la asignación de puestos no puede ser biológico, sino que debe prevalecer el criterio del mérito. Así se recoge en la Constitución. Hay que procurar la máxima transparencia en todos los procesos y en todas sus fases y denunciar cuando hay irregularidades. Hacer las cosas bien, con actuaciones justas y legítimas, es posible. Las instituciones tienen que tender a la justicia, de igual manera que los científicos tienden a la verdad.
¿Se ha convertido el parlamento en un juzgado paralelo?
Lo que se está haciendo en muchos casos es de juzgado de guardia. Se está condenando a las personas sin que los jueces se hayan pronunciado. Ha habido casos tremendos, como el de Rita Barberá, a la que la gente había condenado sin que los jueces hayan hecho su trabajo. Estos casos hacen un daño enorme. Además, se ha generado un clima desmoralizador para la sociedad en su conjunto, que cree que todo funciona horrorosamente mal. Hay que dejar a los jueces hacer su trabajo.
¿Cuáles son las bases para construir esa sociedad más igualitaria, justa y sostenible para todos?
Es fundamental una sinergia entre poder político, económico y sociedad civil. La Fundación Étnor lleva más de 26 años impulsando la articulación entre los tres. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, a diferencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), plantean la necesaria articulación de los tres ámbitos, porque cada uno tiene un papel, y otorgan a las empresas un papel muy importante. Tanto el Gobierno central como los de las comunidades autónomas están trabajando en este ámbito y cada vez se hace mejor. Los poderes políticos tienen que crear el marco legal y las infraestructuras que posibiliten a las empresas ejercer estas acciones -por ejemplo, incluyendo cláusulas sociales en los contratos públicos-. Y los ciudadanos tienen también responsabilidad, favoreciendo a empresas con responsabilidad social corporativa. Todo ello reforzará las buenas prácticas.
Pero el hecho de que muchas empresas usen la RSC sólo como herramienta de marketing genera dudas al consumidor...
Cada vez hay más instrumentos para chequear y medir el nivel de cumplimiento ético de las empresas, al alcance de todos. La crisis ha demostrado que mucho discurso sobre la RSC no se estaba cumpliendo y se quedaba en meras intenciones. No hay más remedio que tomárnoslo en serio, porque los desafíos globales son una realidad y, si no actuamos, nos vamos a quedar sin planeta. No es sólo una cuestión de ética, sino de necesidad vital, porque vivimos en un mundo de recursos limitados, amenazado por el cambio climático, la desigualdad y los conflictos sociales. Estamos en un proceso en el que cada vez se va a tomar más en serio la RSC, porque es una cuestión tanto de justicia como de prudencia, para evitar lo que los economistas llaman "externalidades negativas".
¿Está a favor o en contra de la cooperación público-privada en servicios?
En una sociedad abierta y libre, cuanto mayor pluralismo de ofertas, mejor. Lo que hay que garantizar es servir a la ciudadanía de la mejor manera, siempre con criterios de transparencia y máxima eficiencia y calidad en el servicio a los ciudadanos. Esos tienen que ser los criterios a la hora de decidir el modelo de gestión, en todos los ámbitos, desde limpieza a sanidad o educación. El pluralismo es siempre una riqueza.
¿Cuál es su opinión respecto a la economía colaborativa?
Hay una gran cantidad de semillas de economía alternativa, con movimientos y propuestas como la economía social y solidaria o el emprendedurismo social. En un primer momento, había escasa regulación y había iniciativas que chocaban directamente con sectores regulados y sujetos a obligaciones e impuestos -por ejemplo, el taxi-, generándose una situación desigual. La economía colaborativa se tiene que regular para que se garantice la igualdad de oportunidades. Se está avanzando en este sentido.
(Puede leer la entrevista completa y otras noticias, reportajes y análisis en la revista digital gratuita elEconomista Comunitat Valenciana).