
Unas 5.000 empresas están agrupadas en la veintena de asociaciones que forman la Federación de Polígonos Empresariales de la Comunidad Valenciana (Fepeval). Su gerente, Diego Romá, explica los problemas de los polígonos que trata de resolver la federación.
Se habla mucho de los pisos vacíos de la burbuja inmobiliaria y poco de los polígonos. ¿Cuál es la situación en la Comunidad Valenciana?
Muy paralela a la de la vivienda. Hubo también una burbuja de polígonos industriales y hay una sobreoferta bastante grande. Sobra suelo industrial, sobran naves industriales, hay polígonos de calles enteras con naves nuevas que nunca se ha estrenado y a eso se le suma la crisis de siete años con el consiguiente cierre de empresas.
¿Hay mucho suelo en manos de los bancos o de la Sareb?
No tenemos datos, pero es evidente. En esta Comunidad hay 712 áreas o asentamientos industriales. Eso es un despropósito, porque un área industrial requiere que se concentren muchas empresas. Lo que no puede ser es que se siembre la Comunidad con tal cantidad de áreas industriales que hacen imposible que se cuiden como deberían. Un polígono como Fuente del Jarro (Paterna, Valencia) con 420 empresas sí se puede cuidar, pero tanto poligonito suelto es un despropósito.
Con 542 municipios valencianos, la media es de más de uno por municipio, ¿hay polígonos inviables?
Sí. Pasa igual que con el residencial, que ves promociones que se han intentado crear en lugares aislados y que se han quedado a mitad.
Fondos extranjeros están comprando vivienda muy barata, ¿hay inversores interesados en suelo o naves industriales?
No tengo datos. Sí sé que el precio está bajando muchísimo y hay gente que está vendiendo la nave por lo que le queda de hipoteca. En la única zona en la que nos consta que hay un movimiento importante es el área automovilística de Almussafes, por la apuesta tan fuerte que ha hecho Ford. El parque de proveedores está lleno y se está extendiendo al de La Coma, en Picassent. En el resto no se nota movimiento.
¿En Almussafes sí sube el precio?
En Almussafes ya no hay sitio, han subido los precios y la expansión natural se está produciendo al polígono de La Coma. Lo que ocurre es que hay muy malas conexiones, que ése es otro problema, que se hacen polígonos sin pensar en los accesos. Entre los polígonos de Almussafes y Picassent hay que cruzar el AVE y una autovía por puentes pequeños y el Estado ya ha dicho que no quiere hacer nada para mejorarlo. Para un polígono que tenemos que crece, resulta que las infraestructuras no están a la altura.
¿Están bien gestionados los polígonos?
El problema es que el polígono es el último barrio de cada municipio. Los polígonos son un maná de IBI, IAE y otros impuestos y tasas, pero no votan, y desde los ayuntamientos no se conservan, no hay mantenimiento, no hay casi seguridad. Según un estudio de 2011, el 53 por ciento el PIB del Estado se genera en parques empresariales. Aquí vienen a trabajar personas. No queremos un spa ni un aeropuerto, sino que las calles estén limpias, que cuando llueva no haya charcos que parecen lagos, que funcione el alumbrado, que se recoja la basura. Hay una dejadez muy grande. De ahí que las empresas en los parques se asocien y las asociaciones se hayan unido en Fepeval para tener cada vez más fuerza ante este problema.
¿Cuál es el mejor modelo de gestión?
Lo ideal es una entidad de conservación, en la que por ley se obliga a los propietarios a sufragar los gastos de mantenimiento de las instalaciones. Lo que pasa es que eso está en una parte muy minoritaria de los parques, una veintena, aproximadamente, porque no es obligatorio, eso fue un fallo del legislador, que no permite ahora que se conviertan. Lo que se promueve desde Fepeval es crear asociaciones que defiendan los intereses de las empresas, porque si no las crean, nadie desde las administraciones públicas los tendrá en cuenta.