A principios de mes conocimos que The Royal Bank of Scotland (RBS) vendía la totalidad de la deuda que mantenía con Pescanova, que ascendía a 70,2 millones de euros, con un descuento cercano al 90 por ciento. Por otra parte, casi simultáneamente, supimos que el fondo norteamericano Anchorage había alcanzado una participación en Codere del 5,5 por ciento, lo que le convertía en el segundo máximo accionista del grupo de juego privado.
Codere se encontraba renegociando la deuda de 61 millones de euros que vencía el 15 de junio. Anchorage es un fondo impulsado por un exdirectivo de Goldman Sachs que gestiona participaciones en empresas cotizadas por 10.000 millones de dólares. En España, antes de su entrada en Codere, compró deuda de La Seda de Barcelona por 100 millones de euros y ahora trata de capitalizarla para hacerse con el control de la empresa.
Los distressed funds, también conocidos como fondos buitre, no se limitan únicamente a este tipo de operaciones. A finales del año 2011 fueron contactados por empresas relevantes del sector farmacéutico que veían en esta vía una solución para la deuda que acumulaban con las administraciones públicas. Finalmente no hubo acuerdo porque el descuento ofrecido, del 30 por ciento, se quedó corto frente al que habitualmente manejan y que se sitúa, en este tipo de operaciones, entre en 40 y el 80 por ciento.
A finales del pasado año la propia Sareb (el banco malo) presentó su proyecto, entre otros, a estos fondos para intentar captar su interés y que se incorporaran como accionistas. Veamos como funcionan y que aportan.
Estos fondos, normalmente, proveen a sus empresas participadas de capital nuevo para fortalecer su estructura financiera, cubrir sus necesidades inmediatas de liquidez y desarrollar sus planes a medio plazo. La inyección de capital suele justificarse en las siguientes situaciones: reestructuraciones impulsadas por cambios del mercado, tecnológicos u operativos; situaciones de gestión no óptimas derivadas tanto de factores internos (management) como externos (mercado) y con necesidad de apoyo operativo y financiero a medio plazo o incluso por situaciones de insolvencia.
La aportación de capital pretende fortalecer el balance y la estructura accionarial, reequilibrando la situación crediticia con los prestamistas y acreedores.
El valor añadido de estos fondos se centra, por una parte, en su experiencia a la hora de liderar las negociaciones con los acreedores en el proceso de reestructuración, y por otra, en su saber hacer directivo para reconducir la situación y reenfocar estratégicamente la compañía.
El tamaño mínimo para ser considerado suele rondar los 50 millones de facturación, sin que hayamos observado una preferencia sectorial determinada. En cuanto a la operativa, en una primera fase el proceso suele arrancar con la reestructuración financiera, dando el soporte necesario a la gestión y a la implementación operativa de las decisiones y directrices adoptadas.
Por lo delicado de la situación, esta fase suele ser muy rápida, por término medio oscila entre tres y cuatro meses, e incluye un business plan con un horizonte, normalmente, a tres años. Una vez concluida, se inicia la fase de monitorización del desempeño del plan a través de la representación del fondo en el máximo órgano de decisión de la compañía.
Realmente, este tipo de fondos ofrecen una alternativa a los distintos stakeholders. A la propiedad le ofrece la posibilidad de reestructurar la compañía para preservar el valor de sus fondos propios o la posibilidad de salir ofreciendo una solución a la compañía, a sus acreedores y a su personal. A los acreedores les ofrece una inyección de capital que les permitirá diluir su riesgo y al management el apoyo para gestionar la situación de crisis así como una apuesta de futuro y desarrollo a largo plazo de la compañía.
Francisco Duato es Socio de ONEtoONE Capital Partners Valencia